El número de mujeres sin hogar en Girona se ha incrementado de forma “destacable” en los últimos meses. El motivo es que cada vez llegan más personas de otras localidades que intentan encontrar sitio en el centro de acogida la Sopa o durante el invierno en la antigua UNED que el Ayuntamiento habilita para que puedan pasar la noche.
Pero la realidad es que estos recursos están llenos y no quedan plazas en los dormitorios de mujeres. Una situación que no ocurría hace unos años y que se ha incrementado especialmente este invierno. Desde los Servicios Sociales del Ayuntamiento avisan de que estas mujeres “llegan muy tocadas” por las agresiones que sufren. Desde el consistorio han pedido en repetidas ocasiones que se abran centros en otras localidades para atender a la demanda.
Marta lleva seis años viviendo en las calles de Girona. Acabó después de sufrir una depresión por la muerte de su madre y que esto derivara a un consumo habitual de drogas y adicción al juego. “Me encontré con una maleta en Girona y sin saber qué hacer”, explica.
Ella es de Sant Feliu de Guíxols, pero a raíz de esta situación, su padre la echó de casa y desde entonces vive en las calles de Girona. En estos seis años le ha pasado de todo, pero ha sufrido dos momentos en los que lo ha pasado “muy mal”. Uno fue cuando un hombre que vivía en la calle le pegó una paliza que le hizo perder la retina y que le ha dejado con sólo un 10% de visión y le rompió la nariz.
La segunda situación hace escasamente dos meses y medio cuando la violaron e intentaron matarla. También le robaron lo poco que tiene, pero al menos, dice, pudo “salvar la vida”. Marta vive en la calle, pero durante los meses de invierno duerme en el antiguo edificio de la UNED de Girona. Es una usuaria del plan frío que puso en marcha el Ayuntamiento de Girona y que permanecerá activo hasta finales de abril.
Allí coincide con Andrea, que también vive en las calles. En su caso lleva ocho meses en esta situación. Ella ha terminado después de haber pasado por muchas casas y “haber dado mil vueltas”. El problema siempre acababa siendo el mismo, que los hombres que le acogían, lo hacían a cambio de que trabajara gratuitamente y también que accediera a practicar sexo con ellos. Andrea no lo aguantó más y decidió vivir en la calle.
Y es que esta situación es “habitual” entre las mujeres sin hogar. La técnica de los Servicios Sociales de Girona, Raquel Rico, señala que las mujeres que reciben en la antigua UNED o en el centro de acogida La Sopa llegan “muy tocadas” y que en muchas ocasiones acaban desestimando la ayuda “al ver que hay muchos hombres”.
“Cuando llega una mujer a la calle tiene mucho miedo y están muy estropeadas. Nosotros las intentamos cuidar al máximo para poder trabajar con ellas, pero es muy complicado”, destaca.