Julieta Martínez, la chilena que pone un altavoz al activismo de las niñas frente al cambio climático
La joven de 19 años se ha convertido en una de las voces más potentes de la lucha contra el cambio climático y la equidad de género en América Latina. Su organización, Tremendas, tiene presencia en 20 países
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Se llama Julieta Martínez, pero eligió ponerle de título a su libro: No soy Julieta. Se trata de una declaración de principios para esta mujer de 19 años que ha pasado su adolescencia buscando abrirles espacio a las generaciones de menos de 20 en el activismo por la justicia climática y la equidad de género. No es Julieta, dice, porque ella solo es una de las miles de niñas que aspiran a hacer escuchar su voz y su meta es darles visibilidad a ellas, especialmente a las que viven realidades de mayor vulnerabilidad y son activas dentro de sus comunidades sin que se reconozca su trabajo.
Julieta, quien lanzó su libro a fines de octubre en Chile, comenzó a interesarse en el activismo a los 12 años. Fue acompañando a su madre emprendedora a charlas y conversatorios sobre innovación social que se dio cuenta de que, al hablar de los jóvenes, los adultos se referían exclusivamente a personas de más de 20 años. La ausencia de espacios de participación para los escolares la frustró y decidió hacer algo al respecto.
Con el apoyo de su madre, comenzó a informarse sobre los temas que más la convocaban: la equidad de género, la acción por el clima y la convergencia entre ambos. Luego empezó a hacer videos en que entrevistaba a adolescentes activas en su comunidad. Poco a poco, lo que partió como algo casi anecdótico se convirtió en una iniciativa más formal, y a los 15 años Julieta creó Tremendas, una plataforma colectiva de acción global hoy presente en 20 países de América Latina y el Caribe.
“Tremendas se enfoca en amplificar las voces de niñas que están en la primera línea frente a desastres climáticos, que están en zonas de sacrificio o viven este tipo de problemas, pero muchas veces no tienen las herramientas ni los recursos para poder sacar adelante soluciones en base a sus propias vivencias. Se trata de que incidan para transformar, sin que nadie tenga que ir en representación suya. ¿Quién entiende mejor los problemas que viven las niñas que ellas mismas?”, dice la activista.
En las charlas a las que fue con su madre, Julieta escuchó hablar por primera vez de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de las Naciones Unidas. Uno de ellos, el que busca promover “alianzas para lograr objetivos” le pareció particularmente atractivo. En él se funda Tremendas. La plataforma tiene siete áreas de acción, entre ellas la climática, pero también por la salud y el bienestar y para fomentar el acceso de las niñas al conjunto de disciplinas de ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas, conocido como STEM, por la sigla en inglés.
“Es importante darse cuenta de que hoy en día muchas problemáticas que afectan el mundo están absolutamente conectadas. La crisis climática no es género neutral, no es coincidencia que el 80% de los refugiados climáticos sean mujeres y niñas. Ellas son 14 veces más susceptibles de fallecer en un desastre natural”, dice.
El trabajo de Julieta ha sido lo suficientemente notorio como para convertirla en una figura pública más allá de las fronteras chilenas. A los 16 años, fue nombrada consejera del Youth Task Force de ONU Mujeres, lo que la convirtió en la primera niña latinoamericana en tener un cargo consultivo a nivel internacional. Ha expuesto en el Latin Women Economic Forum, la COP 25 de Madrid y la COP 26 de Glasgow, entre otros, y este año fue panelista en la Semana del Clima de Nueva York. Uno de los grandes hitos de su trayectoria fue haber sido la oradora central, junto a Hillary Clinton, en el Foro Generación Igualdad en París, en 2021. Ese año, además, fue becada por la organización Girl Rising para realizar un documental sobre una joven en una zona de sacrificio en Chile, que acaba de terminar. “Hay que derribar la idea de que los activistas son personas jóvenes, con una pancarta de cartón en la calle gritando algo”, dice.
Generación Z, motor de cambio
Pregunta. ¿Qué es lo que más le ha llamado la atención de las niñas que se han acercado a Tremendas? ¿A qué aspira esta generación más joven?
Respuesta. Por un lado me impresiona la sensación de soledad que existe en la juventud. Es una generación que creció con una supercomputadora en la mano (el smartphone), pero a pesar de estar conectada en todo y con todos constantemente, se siente sola. Lo asocio a la ecoansiedad, a esta incertidumbre frente al futuro que viene y qué puede hacer uno para solucionar este problema.
Pero por otro lado, me alegra mucho la esperanza que hay basada en acciones. Lo veo en toda la niñez con la que he trabajado: chicas de Ecuador, de Colombia, de México. Veo niñas con un océano distancia que tienen esta necesidad de cambio en base a una rabia que convierten en su motor de cambio. Muchas veces los proyectos que crean son en base a vivencias que les han hecho daño a ellas personalmente o a su comunidad. Las que están más metidas en los proyectos de acción climática, las que más tratan de entender los proyectos de ley y las políticas públicas son chicas que viven en zonas de sacrificio como las hay aquí en Chile. Eso te muestra que esa rabia, como una ira internalizada, esa frustración, se expresa en algo constructivo.
P. ¿Cuáles son en Latinoamérica las temáticas que vuelven en los proyectos que presentan las chicas?
R. Lo más potente en este minuto son los temas relacionados con la protección marítima y la escasez hídrica. He visto mucho, pero mucho interés independiente de si la chica está interesada en el activismo climático o no en la incertidumbre que genera la escasez de agua. Por eso mismo, las niñas tienen la necesidad de informar y de ver lo que está haciendo el país, lo que se está haciendo al mundo, lo que está haciendo la COP. Por otro lado, el tema del acceso a la información es algo que se mueve en todas las áreas. Y también la contraparte, que es combatir las fake news o la desinformación que existe hoy sobre todo en redes sociales y que afecta a tantas personas. Y creo que también se ha trabajado mucho fuera del cambio climático la diversificación de la cultura. Hay muchas niñas interesadas en escribir, en leer a mujeres, en conocer a todas las que marcan la historia. Eso se da sobre todo en niñas que salieron de escuelas donde les hablaban de figuras históricas importantes, pero todas eran hombres. Entonces crecieron sin modelos a seguir. De hecho, en Tremendas movemos mucho el concepto de que algunas veces, el mejor role model que puedes tener es tu compañera. Es importante admirarse una a la otra, entendiendo que estamos en una sociedad que no solo nos dejó en un segundo plano de la historia por tanto tiempo, sino que también es súper competitiva.
P. ¿En qué se equivocan los adultos?
R. No sé si es algo que estén haciendo mal, pero sí hay cosas que podrían estar haciendo mejor. En los últimos cuatro años de mi vida he estado tratando de destacar la relevancia del diálogo intergeneracional. Se está haciendo y es súper valioso. Lo que fue hablar con Hillary Clinton, por ejemplo, le abrió muchas puertas a Tremendas y fue una instancia increíble. Pero falta seguimiento de ese tipo de espacios. Se sacan adelante agendas y proyectos, pero después, cuando hay que informar al respecto o hacer un follow up de lo que pasó o de cómo se están llevando a cabo, hay falencias. Falta ver este hacerse responsable de informar a las partes de lo que ocurrió post conferencia, post panel o post foro.
P. Otra área de interés de Tremendas es la equidad de género. El movimiento feminista de Chile en 2018 fue considerado pionero en América Latina. ¿Qué rol puede jugar el país en ese sentido?
R. Algo que me alegra mucho del movimiento feminista que he visto estos últimos años, tanto en las marchas como en otros espacios como el Congreso, es que se están formando espacios seguros. Se está dando este feminismo súper interseccional, un feminismo que no discrimina porque, como dice Roxane Gay, no hay feminista perfecta. La llegada de ese concepto puede pasar desapercibida, pero es muy valiosa. La interseccionalidad tiene que ver con que hay una superposición de desigualdades que tenemos que tener presentes. Puede que una niña de 11 años no viva los mismos problemas o no tenga las mismas herramientas que una persona de 80 años, que una chica que vive en zona rural se enfrente a desafíos distintos a los de una de una zona urbana, o si es afrodescendiente o si es parte de una comunidad indígena. Pero he visto un movimiento que en base a esta diversidad busca enriquecer las conversaciones y tener la mentalidad de que uno siempre está aprendiendo, que las cosas se pueden hacer mejor. Eso permite que se genere una red de apoyo muy movilizadora. La idea de que independientemente de que tengamos puntos de vista o colores políticos distintos, también tenemos el objetivo común de hacer una sociedad en la que todas vivamos seguras y tranquilas es algo que espero que se repita en todo el mundo.
P. Una de las cosas importantes para su generación es no quedarse en el definir líneas de acción, sino pasar a la práctica. ¿Es así?
R. Por un lado, el pasar a la práctica, desarrollar proyectos como Climáticas y Atómicas, que tenemos en Tremendas y que son academias que se enfocan en educar a niñas. Climáticas ya ha alcanzado a 1.400 niñas en América Latina y el Caribe para entregarles educación ambiental. Son niñas de Cuba, de México y la gracia es que el programa tiene un bloque que se enfoca en educar a estas chicas en protección de los océanos, fast fashion, todo lo que es la economía circular, etcétera. Y el segundo bloque es la creación de proyectos de impacto. Se forman equipos con una chica en México, una en Chile y una en Argentina por ejemplo, y juntas sacan adelante una iniciativa. Son proyectos maravillosos.
Hay una necesidad de acción. El mensaje especialmente cuando estamos frente a gente que tiene muchas herramientas para hacer cambios es: “Mira lo que están haciendo niños, niñas, niñes, adolescentes que todavía no salen del colegio porque tú no lo estás haciendo y porque tienen la necesidad de encontrar un espacio para educarse”. Lo tuvimos que crear nosotros, con nuestros propios recursos y tocando puerta tras puerta.
P. Por su activismo has estado en contacto con jóvenes de todo el planeta. ¿Qué los une y qué los distingue?
R. Me pasó en un evento climático que había un chico de Berlín y no quería usar el concepto de “zona de sacrificio”; sentía que iba a confundir a la gente, porque no era algo que ellos conocieran. Para mí fue un gran choque, porque mucha gente está sufriendo a causa de esa realidad. Creo que en el activismo no puedes caer en el ego, tenemos que recordar que uno siempre tiene algo que aprender, viva donde viva, experimente lo que experimente. Por ejemplo, cuando escuché a Vanessa Nakate, una activista de Uganda explicar que la adaptación no basta, que su familia ya no se puede adaptar a la hambruna porque no te puedes adaptar a un sitio que ya colapsó, me hizo reflexionar.
P. ¿Cómo ve el futuro?
R. Espero un futuro en que abramos el espacio a conversaciones mucho más multisectoriales de las que tenemos hoy. No podemos seguir teniendo paneles en que gente del sector privado hable de lo genial que son y después gente de la sociedad civil saque adelante sus proyectos pero solo entre ellos, porque no sirve. No está siendo catalizador. Estoy convencida de que dentro del sector privado y del sector público —como Gobierno o como sociedad civil— hay personas que tienen todas las herramientas a su disposición para sacar en conjunto soluciones integrales y holísticas. Y lo más importante, lo que necesitamos como mundo en este minuto es no tenerle miedo a sentirse incómodo o incómoda. Si algo te está generando incomodidad es porque algo podemos hacer mejor.