Ópera villera para achicar la desigualdad en Buenos Aires
El proyecto ya cuenta con más de 20 docentes y además de producir el primer Festival de Ópera Villera le dan impulso a la carrera artística de jóvenes que acaban de culminar la escuela
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Aylén Flores acomoda el violín, ajusta el arco y el sonido dulce comienza a brotar sin pausa. “La primera vez que escuché a mi profesora tocar me enamoré por completo”, dirá luego, con una sonrisa dibujada en el rostro. A su lado, Santiago Ortega (24) y Geraldine Lara (21) repasan las notas en un pentagrama con sus instrumentos a un costado y discuten una composición, mientras que el joven violonchelista Jonatan Terrazas (20), que acaba de llegar al ensayo, se suma en silencio. La escena transcurre en uno de los barrios más pobres de Buenos Aires, en una zona donde abundan las necesidades. Allí, un centenar de jóvenes, adolescentes, niños y niñas cautivados por la música clásica se preparan para la tercera edición del Festival de Ópera Villera que se realizará a comienzos de noviembre.
“Con la música se achica la desigualdad”, define Mailén Ubiedo Myskow (Buenos Aires, 34), licenciada en Composición de la Universidad Católica Argentina y coordinadora del Centro Artístico Solidario Argentino (CASA), conformado por un grupo de docentes que dicta talleres de todas las disciplinas que componen la ópera (música, dramaturgia, vestuario y caracterización) a unos 180 chicos y chicas de los barrios Fátima y Padre Ricciardelli, dos de los asentamientos más humildes de la Ciudad de Buenos Aires.
La iniciativa surgió en 2010, cuando Ubiedo Myskow finalizaba sus estudios universitarios. En conjunto con un grupo de compañeros comenzó a dictar talleres en barrios vulnerables. “Siempre tuve una vocación social desde la música”, cuenta. “Yo soy una privilegiada, pude estudiar lo que quise, pero hay gente a la que no le tocó esa realidad y sería bueno que pueda acceder”, se esperanza.
Trece años más tarde, el proyecto ya cuenta con más de 20 docentes y además de producir el primer Festival de Ópera Villera le dan impulso a la carrera artística de jóvenes que acaban de culminar la escuela: varios de sus alumnos ingresaron a conservatorios para estudiar música de forma profesional, otras son estudiantes del Instituto Superior de Arte del Teatro Colón –la prestigiosa sala de ópera argentina– y una de ellas, Nashy-Nashai, acaba de ganar el reality show La Firma, de Netflix, un programa de talentos que buscaba a las grandes figuras del género urbano en América Latina.
Música para enfrentar la desigualdad
Para Santiago es imposible olvidar el primer día que tocó la trompeta, con 13 años. El cuerpo le vibraba, recuerda once años más tarde. “Es una experiencia única”, dice en una pausa del ensayo. En su familia nadie se dedicaba a la música y fue él solo quien se acercó a un taller que Orquestas Juveniles que funcionaba en su barrio, intrigado por la magia de los instrumentos. Ortega, que se acaba de sumar este año al taller que coordina Ubiedo Myskow, está entusiasmado con participar del festival que se hará del 4 al 12 de noviembre. “Estoy componiendo, que es algo que nunca hice, es bueno probar cosas nuevas”, reflexiona.
En el ensayo y los talleres participan decenas de niños de 10 a 18 años y jóvenes mayores. Este transcurre en un predio de la fundación La Verónica donde funcionan hogares para mujeres víctimas de situaciones de violencia que habitan las viviendas de lunes a viernes. Los sábados es la sede del proyecto CASA, donde además del taller de composición avanzan las disciplinas de dramaturgia –pieza clave de la ópera-, caracterización y vestuario.
Tatiana Solorzano (21) fue alumna de Mailén en la escuela y gracias a ella conoció el CASA. Aunque de adolescente quería estudiar cardiología, cuando se inscribió a los cursos descubrió que su verdadera pasión era el maquillaje artístico y el vestuario. Ahora es estudiante de la carrera de Caracterización que se dicta en el Teatro Colón y sueña con hacer el vestuario completo para una obra.
Para Ubiedo Myskow, la música es una herramienta para achicar la desigualdad y demostrarles a los jóvenes que puede ser su medio de vida. Por eso, les recalca que el arte puede venderse como un producto. “Pueden trabajar en cine, teatro o televisión, sin importar que hayan nacido en un barrio popular”, reflexiona. “Lo que hacemos excede el arte”, lanza la docente, que aclara: “En estos barrios, lo artístico es una excusa para encontrarse, para acompañar a chicos que tienen realidades económicas muy complicadas, donde la falta de dinero es un denominador común, pero hay también situaciones de violencia, abuso y en muchos casos viven hacinados”.
“Quiero esto para mi vida”
En la salida de la cuarentena por covid –que en los asentamientos informales de Buenos Aires causó estragos por las condiciones de vida– el Festival de Ópera Villera nació con el objetivo de exponer toda la producción artística de los estudiantes. Tras dos ediciones, ahora los jóvenes se preparan para la tercera, que se lleva a cabo en conjunto entre CASA y la compañía Contemporánea Lírica y que incluirá tres micro-óperas de 20 minutos de duración, en las que participarán como invitados tres cantantes líricos.
La producción requiere una arquitectura para nada sencilla: el grupo de teatro crea una dramaturgia para la ópera; mientras que los músicos se encargan de la composición. Los diseñadores, por su parte, están a cargo del vestuario y la escenografía, y las caracterizadoras hacen lo propio con el maquillaje. “Es algo que no existe, no se hacía. Para los chicos es el momento de cierre y para nosotros es fabuloso, vienen todas las familias. Hay luz, sonido... ellos sienten que están en el Teatro Colón. Nos dicen ‘quiero esto para mi vida’”, se emociona la docente.
La coordinadora cree que el próximo gran paso es poder construir una residencia para jóvenes músicos que además contemple un hogar para niños y niñas. “No tenemos el compromiso del Estado que nos gustaría tener, batallamos para conseguir un espacio propio, porque ahora estamos bajo préstamo. Pero el proyecto abarca más, se corre de lo artístico”, reconoce.
A pura orquesta
“Este es mi segundo festival y me estoy ocupando de la composición, que es a lo que me quiero dedicar”, dice Jonatan Terrazas en una pausa del ensayo. Nacido en Bolivia, hace siete años se mudó a Buenos Aires junto a su familia y desde hace tiempo toca el violonchelo, un instrumento que desconocía y lo cautivó por completo. “Es poco común, tiene su complejidad, en especial con la afinación”, explica el joven, que estudia en el conservatorio Astor Piazzolla, igual que Aylén Flores, que conoció el violín hace tres años, cuando la escuchó tocar a Mailén. “Me enamoré y quise aprender, antes nunca había visto ni escuchado un violín”, relata.
En cambio, Geraldine Lara sí conocía el violín porque lo tocaban algunos familiares. “Lo agarré hace diez años y no lo solté más, me motiva la dificultad, querer superarme”, dice la estudiante del conservatorio Manuel de Falla, que además comenzó a dar clases de iniciación musical a niños que se suman al proyecto CASA. Unos minutos después retomarán la composición. Cuando la fría tarde de sábado esté por llegar a su fin, entre sonrisas que no se apagan, el sonido de la música clásica se apoderará de la pequeña sala. Allí, otra vez, volverán a brillar, a pesar de todo.