Bulimia conmemorativa tras la depresión de 1898
Javier Moreno Luzón analiza en ‘Centenariomanía’ la proliferación de actos y celebraciones para recuperar la maltrecha autoestima nacional a comienzos del siglo XX
El desastre de 1898, con la pérdida en cadena de las últimas colonias de ultramar (Cuba, Puerto Rico, Filipinas) a manos de Estados Unidos, marcó uno de los momentos más depresivos de la reciente historia española, que coincidió con el despertar de nacionalismos competitivos en Cataluña y el País Vasco. El convulso siglo XIX se había estrenado con una epopeya popular contra la invasión napoleónica, expresada en gestas locales que Pérez Galdós inmortalizó en su saga de los Episodios nacionales, y se cerró con la derrota colonial del 98, no sin pasar antes por tres guerras carlistas, pronunciamientos militares de diverso signo político, el derrocamiento de una reina, la efímera introducción de una dinastía italiana, la implantación de una breve república, la reposición de la monarquía borbónica por un golpe militar y los magnicidios de Prim y Cánovas del Castillo, amén de un carrusel de Constituciones.
Recuperar la maltrecha autoestima nacional sería, a comienzos del siglo XX, el propósito de una insólita floración de iniciativas que el historiador Javier Moreno Luzón califica de auténtica bulimia conmemorativa y que agrupa con voluntad miniaturista en un libro titulado Centenariomanía. A la dificultad de encontrar mitos capaces de concitar una fe en un destino compartido se sumó la indigencia del erario público. De ahí que el ardor celebratorio dependiera a menudo de colectas populares, espontáneas o fijadas por decreto, como el que obligó en enero de 1928 a los empleados públicos a ceder el 1% de su salario para terminar el monumento a Cervantes y el Quijote que se erigió en la madrileña plaza de España.
El historiador ha centrado su atención en tres sucesos sobre los que pivotaron las celebraciones: la guerra de la Independencia, el descubrimiento de América con las derivadas de la llegada de Balboa al Pacífico o las misiones californianas de fray Junípero Serra, y la exaltación del Quijote y Cervantes. Señala que en general fueron más generosos los gobiernos liberales que los conservadores, desde el no de Maura en 1907 cuando se le requirió para que el Gobierno costeara el inminente centenario de la guerra de la Independencia, que numerosas ciudades habían incorporado a su memoria como una gesta de liberación nacional. El autor reprocha a los gobernantes de la época su ceguera ante las exigencias de la nueva política de masas, mientras políticos de toda Europa erigían monumentos patrios y alimentaban sus mitos nacionales en una orgía de festejos.
La guerra de la Independencia, tantas veces reinventada a lo largo del siglo XIX, adquirió en opinión de Moreno Luzón “un indiscutible valor como mito fundacional de la nación española en la época contemporánea”. No obstante, la interpretación de aquel levantamiento no era unívoca: para los liberales se trataba de una epopeya popular que luego de expulsar al invasor había consagrado en la Constitución de 1812 el principio de soberanía nacional; los conservadores católicos entendían por contra que el pueblo español había luchado para oponerse a las novedades revolucionarias que venían de Francia y sellar el pacto de la fe católica y la patria.
Los conservadores católicos entendían que el pueblo español había luchado en la guerra de la Independencia para oponerse a las novedades revolucionarias que venían de Francia y sellar el pacto de la fe católica y la patria
El centenario del 2 de mayo en Madrid despertó más apoyo popular que gubernamental, aunque el respaldo de Alfonso XIII dobló en última instancia la mano de un reticente Maura. Pero es en Zaragoza donde confluyen todos los ardores conmemorativos, que en este caso sí cuentan con el apoyo financiero del Gobierno. Liberales y católicos tratan de apoderarse del mensaje político, pero es la Iglesia la que impregna con su sello todos los ceremoniales, puesto que cuenta en su haber con el capital simbólico de la Virgen del Pilar, que según el mito católico se había aparecido en carne mortal al apóstol Santiago, presunto evangelizador de la península Ibérica y abanderado de la Reconquista. Por lo demás, su fiesta coincide con la llegada de Colón a América, lo que hace del Pilar un mito ultramarino. Como premio de consolación, el alcalde republicano de Zaragoza consiguió patrocinar una exposición hispano-francesa enfocada a un futuro de cooperación con el enemigo de ayer para superar las miserias del presente.
El desastre del 98 sacó a España definitivamente del hemisferio americano, pero abrió la puerta a una cooperación entre pares con las antiguas colonias. En 1910, con ocasión del primer centenario de los pronunciamientos independentistas en ultramar, se activa una política de cooperación que tendría primero una acogida calurosa en Argentina, a la que acompañaron luego México y Chile, hasta convertirse en corriente colectiva con diversos grados de fervor. Un siglo después aquella virtual unanimidad se ha roto y distintos países exigen a España un reconocimiento de los horrores cometidos con los pueblos originarios de aquellas tierras.
En la fiebre hispanoamericanista del momento encajó perfectamente la exaltación de Cervantes como genio de la lengua común, que en cierta forma sustituyó a la religión como núcleo de la españolidad. El ciclo cervantino se inició en 1905 con el tercer centenario de la publicación del Quijote y tuvo su pico en 1916, en el tercer centenario de la muerte de su autor, en competencia con los fastos organizados por el Reino Unido en honor de Shakespeare, fallecido el mismo año.
De aquella fiebre conmemorativa de hace un siglo han perdurado algunas secuelas con vocación de permanencia. Moreno Luzón considera que las dos epopeyas más invocadas por nuestra memoria colectiva son el descubrimiento de América y la guerra de la Independencia, pero en su opinión es Cervantes quien concita una unanimidad más perdurable.
Centenariomanía
Autor: Javier Moreno Luzón.
Editorial: Marcial Pons, 2021.
Formato: tapa blanda (328 páginas, 23,75 euros).
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