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Pasado y presente de una Florida hecha de fantasía y realidad

Un libro se adentra en las contradicciones del estereotipado estado sureño de la mano de Walker Evans y Anastasia Samoylova, dos autores distanciados en el tiempo que indagan en la idiosincrasia del lugar

Izquierda, 'The Shell House' (1958), témpera sobre tablero de Walker Evans. Derecha, 'Gatorama' (2020). Fotografía de Anastasia Samoylova.
Izquierda, 'The Shell House' (1958), témpera sobre tablero de Walker Evans. Derecha, 'Gatorama' (2020). Fotografía de Anastasia Samoylova.Walker Evans, Anastasia Samoylova

“Los paisajes pueden ser engañosos”, escribe John Berger en Un hombre afortunado (Alfaguara). “A veces dan la impresión de que no fueran el escenario en el que transcurre la vida de sus pobladores, sino un telón detrás del cual tienen lugar sus afanes, sus logros y los accidentes que sufren”. Esto ocurre con Florida, conocido como el estado del sol. Un lugar definido por clichés donde los turistas encuentran la felicidad entre palmeras y blancos arenales mientras los caimanes chapotean en las marismas; arcadia de los inversores inmobiliarios que a veces se torna en infierno, bajo la amenaza cada vez más real del cambio climático; un territorio plagado de contradicciones que escapan a la indulgencia de su belleza y holgura.

Allí llegó Walker Evans (St. Louis, 1903- Connecticut, 1975) por primera vez en 1934, con motivo de un encargo profesional. Y fue precisamente ahí donde fue consciente del camino que iba a tomar su fotografía. Durante las siguientes cuatro décadas, y por distintos motivos, no dejaría de regresar al estado sureño reuniendo una cantidad considerable de fotografías. Obra aún poco conocida, que muestra una cara distinta de la visión estereotipada de esta tierra de exceso y placer. La decadente arquitectura, los carromatos del circo, o los vagones del ferrocarril se convirtieron en sujetos para este pionero de fotografía documental americana, que con el espíritu de un poeta y la precisión de un cartógrafo daría forma a un diccionario visual de una América en proceso de modernización.

Del mismo modo, en 2016, la fotógrafa Anastasía Samoylova (1984, Moscú) se instaló en Miami Beach, dispuesta a atrapar con su cámara la vivificante luz del lugar en hermosas e inquietantes imágenes. Allí remató Landscape Sublime, un collage fotográfico compuesto por imágenes de paisajes encontradas en Internet que alude a la sobresaturación de representaciones idealizadas dentro de la sociedad de consumo. Floodzone (Steidl), fue su siguiente proyecto; el elegante y sutil documento visual que explora los estragos ocasionados por la subida del nivel del mar en distintos lugares del sur de Estados Unidos. En uno de aquellos desplazamientos por la costa oeste de Florida la fotógrafa descubrió The Mangrove Coast. The Story of the West Coast of Florida, un libro escrito por el periodista Karl Bickel e ilustrado por Evans en 1942. Así, de la misma forma que el fotógrafo americano vio en el francés Eugène Atget un espíritu parejo, Samoylova reconoció en Evans una profunda afinidad. Analogía que ha dado forma a Floridas, el segundo libro publicado por la autora con la prestigiosa editorial Steidl. “Un libro sobre dos Floridas muy distintas, pero emparentadas, fotografiadas por dos de sus observadores más agudos y reflexivos”, escribe el escritor y comisario David Campany, en un texto que incluye la publicación. “Dos autores preocupados por las profundas verdades que emergen de superficies complejas y estratificadas. Ambos conscientes de la ecuación cambiante que se establece entre la imagen y la realidad y que acecha a cualquier fotógrafo que desee comprender Florida”.

“El año en que comencé a fotografiar Florida resultó muy intenso”, recuerda Samoylova en conversación telefónica. “Faltaba poco para las elecciones del 2016 y creía necesario expandir mi trabajo más allá de la vertiente medioambiental; mostrar la complejidad de Florida. Algo que de alguna forma suponía representar una versión concentrada de los Estados Unidos, donde se palpan todas sus tensiones. Dentro del terreno político es reconocida como un estado bisagra determinante e imprevisible en los comicios. En ocasiones parece anclada en otro tiempo, a pesar de su imparable desarrollo urbanístico y del influjo que ejerce sobre la numerosa población de inmigrantes. La división y la diversidad se encuentra en su corazón, y por encima de todo ello está su apabullante belleza natural”.

Concienzudamente secuenciado, el libro nos adentra en paisajes ricos en texturas en ocasiones surcados por figuras, que no consiguen romper con el silencio que se apodera de la imagen. A veces surge la acción, extrañamente atenuada por la definición de los elementos formales. Así, las fotografías de Samoylova se intercalan con aquellas de Evans y en ocasiones resulta difícil identificar a su autor. Ambos autores comparten una mirada analítica y directa aderezada por aquello a lo que Campany se refiere como “una profunda ética de contención. Las fotografías son tan reflexivas y acríticas como descriptivas”. Lo suficientemente ambiguas como para ser leídas relacionadas entre sí.

“Evans iba muy por delante de su tiempo”, destaca la fotógrafa. “Ya en 1934, apuntaba a aquellos artefactos que dan pistas sobre las capas más profundas de la sociedad. Habla de la atmósfera urbana, algo con lo que yo me identifico mucho, en su curiosidad por cómo la gente se relaja, por la publicidad, por el prototipo de América. Aún siendo americano, siempre se consideró de alguna forma un outsider. Lo mismo me ocurre a mí. Existe una especie de desapego que ofrece una mirada más fresca del lugar”.

'Rusted Car. Normandy Shores' (2020).
'Rusted Car. Normandy Shores' (2020).Anastasia Samoylova / Cortesía Sabrina Amrani

Samoylova llegó a la fotografía tras estudiar arquitectura y diseño en Moscú. Documentando edificios “se percató de que la capacidad de la fotografía para registrar el espacio es inseparable de su tendencia a reinventarlo”, destaca Campany. Y, al igual que Evans, quien hizo de la arquitectura uno de sus primeros temas, vio en ella una forma de escarbar en la sociedad. Así, en sus coloridas imágenes, resuenan los sueños perdidos de América, la disonancia entre la fantasía y la realidad. El color es una decisión consciente que utiliza Samoylova para atraer la atención del espectador así como para dar significado a la imagen. Una herramienta de la que a veces prescinde con el fin de no distraer. El libro incluye tanto obra en blanco y negro y en color así como las polaroids realizadas por Evans en los setenta, y algunas de sus pinturas. “La fotografía en color es vulgar”, diría este monstruo sagrado de la fotografía documental sin temor a contradecirse, ya que su obra a color conforma una cuarta parte de su archivo.

La galeria Sabrina Amrani ofrece estos días la oportunidad de disfrutar de la obra de Samoylova en Madrid y presenta parte de la serie Floridas. El viaje emprendido a pie y por carretera por la artista rusa, a lo largo de cuatro años, iluminando rincones perdidos. Parajes de una Florida tan extraña como familiar. “Son muchos los que hoy distinguen a Evans como un precursor del posmodernismo, debido a su conciencia del mundo fotografiado. Algo que yo también tengo muy presente al fotografiar; soy consciente de las imágenes que ya existen en nuestro mundo, de cómo este ya ha sido fotografiado. Y Florida es obviamente uno de los más fotografiados debido a su reclamo turístico”, explica la autora. Así, los clichés del paraíso tropical quedan subvertidos y el tiempo se detiene en la obra de Samoylova para fundirse con la de Evans. Ambos autores “nos invitan a aceptar el aspecto del lugar”, apunta Campany, “sabiendo que su obviedad es el camino hacía una comprensión más profunda”.

Charla de Anastasia Samoylova y presentación de Floridas en el Speaker’s corner de Arts Libris / ARCO. Jueves 24 de febrero a las 16.00.

Floridas. Anastasia Samoylova. Exposición en la galería Sabrina Amrani. Madrid, Hasta el 19 de marzo.

Floridas. Anastasia Samoylova. Walker Evans. Steidl. 192 páginas. 58 euros.

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