Ponga un museo en la Luna
Proyectos para exponer en el satélite contrastan con las muestras terrenales de Rothko, Ed Ruscha, Picasso o Tàpies en su centenario
Cuando el arte parecía haberlo dicho todo y en todos los lenguajes posibles, surge una expectativa más.
Ah, claro, la luna.
No, la carrera espacial.
Un nuevo proyecto artístico promete convertir el único satélite natural de la Tierra en la pinacoteca-gliptoteca más grande y global en el espacio. Se llama Códice lunar y su inventor es el físico, poeta y coleccionista canadiense Samuel Peralta. Según anunció recientemente a ...
Cuando el arte parecía haberlo dicho todo y en todos los lenguajes posibles, surge una expectativa más.
Ah, claro, la luna.
No, la carrera espacial.
Un nuevo proyecto artístico promete convertir el único satélite natural de la Tierra en la pinacoteca-gliptoteca más grande y global en el espacio. Se llama Códice lunar y su inventor es el físico, poeta y coleccionista canadiense Samuel Peralta. Según anunció recientemente a The Art Newspaper, a partir de este otoño lanzará al espacio decenas de miles de obras de arte a bordo de tres módulos de aterrizaje de la NASA. Gran parte del material ya ha sido almacenado siguiendo un procedimiento extremadamente ligero y duradero, que consiste en la inscripción de imágenes microscópicas en nanofichas y tarjetas de memoria digitales capaces de resistir las temperaturas extremas y la radiación electromagnética.
Jeff Koons —quién si no— también tendrá su propia misión lunar a bordo de un cohete de Space X, del magnate Elon Musk, que a finales de este año transportará su último trabajo, titulado Moon Phases, 125 miniaturas únicas que el artista estadounidense de 68 años rentabilizará a través de su galería Pace Verso en formato NFT (piezas virtuales) y en el metaverso. El autor de Balloon Dog (Orange) (58 millones de dólares) opina que los característicos promontorios de la orografía lunar son el repositorio perfecto para sus objetos de lujo, mejor aún que los puertos francos suizos, donde los multimillonarios guardan las obras de arte en celdas blindadas a prueba de ladrones (y de aranceles).
No hay victoria de los sentidos sin memoria, no hay originalidad sin desesperación. Porque ni Peralta ni Koons van a ser los primeros que abandonarán sus obras en las tierras de promisión de nuestro satélite. Mucho antes, en 1969, en el horizonte lunar ya se ocultaba el misterioso Museo de la luna y, dos años después, el monumento conmemorativo Fallen Astronaut, una esculturita de aluminio de apenas 10 centímetros que recordaba a los astronautas y cosmonautas caídos (elevados), idea del artista belga Paul Van Hoeydonck, y que fue colocada a ras del suelo por la tripulación del Apollo 15. Del primero se conoce que es un diminuto museo del tamaño de una huella dactilar, adherido subrepticiamente en una de las patas del módulo Intrepid, con los dibujos en blanco y negro de seis artistas norteamericanos, todo un manifiesto de parte del canon patriarcal de la segunda mitad del siglo XX. En la placa se puede ver claramente el dibujo de un pene, de Andy Warhol (que, dicen, en su día fue “censurado” con el sencillo gesto de poner la punta de un dedo sobre él); al lado, una simple línea, de Robert Rauschenberg, y el cuadrado negro con finas líneas blancas que se cruzan, de David Novros; debajo, un patrón de plantilla, parecido a un circuito de carreras, de John Chamberlain; el dibujo del ratón Mickey, de Claes Oldenburg, y otro generado por ordenador de Forrest Myers.
Jeff Koons también tendrá su propia misión lunar a bordo de un cohete de Space X, del magnate Elon Musk
Por aquellos años setenta, la generación de los expresionistas estaba fuera de órbita, casi todos habían muerto, ya por propia mano o por accidentes violentos. A Mark Rothko no le dio tiempo a plasmar un trozo de cielo en aquella oblea lunar, murió un par de meses después, miserablemente, y con su legado malbaratado por los administradores del pintor y la galería Marlborough. Todos fueron llevados a juicio por los dos hijos del pintor, de 8 y 20 años, un largo y complicado caso judicial conocido como el “Watergate del arte”. Desde entonces se han sucedido decenas de retrospectivas de su obra y también reproducido, de manera más sofisticada, las malas prácticas de los mercaderes del arte, que situaron su nivel ético al nivel del de los especuladores de Bolsa. La última señal de inmortalidad del artista y de la conexión de su pintura con la patria celestial tiene su faro en la Fundación Louis Vuitton de París (18 de octubre), que inaugurará una amplia muestra bajo el comisariado de Christopher Rothko y Suzanne Pagé.
La temporada artística de este otoño se equilibra en el filo de la celebración de los titanes de la pintura. A la de Rothko se sumará la controvertida retrospectiva de Philip Guston en la Tate Modern de Londres (5 de octubre), inaugurada el año pasado en el Museum of Fine Arts de Boston. Matisse, Derain y los orígenes del fauvismo abrirá la temporada del Metropolitan neoyorquino (13 de octubre). Prosigue el año del héroe cultural del siglo XX, Pablo Ruiz Picasso: Picasso escultor. Materia y cuerpo en el Guggenheim Bilbao (29 de septiembre); Picasso, lo sagrado y lo profano, en el Museo Thyssen (4 de octubre); Miró-Picasso, en la Fundación Miró de Barcelona (20 de octubre); Picasso and the Spanish Classics, en la Hispanic Society Museum & Library de Nueva York (2 de noviembre), y Picasso 1906. La gran transformación, en el Reina Sofía (15 de noviembre), esta última comisariada por Eugenio Carmona.
Más muestras conmemorativas, la de los 100 años del nacimiento de Antoni Tàpies: Tàpies. La huella japonesa, en la Fundación Tàpies (13 de diciembre), Tàpies. La práctica del arte, en el Bozar Art Center de Bruselas (15 de septiembre) y en el Reina Sofía (febrero de 2024), esta última supone el “retorno” de Manuel Borja-Villel al MNCARS. La del italiano Medardo Rosso, un outsider de la escultura moderna, es la muestra estrella de la Fundación Mapfre, organizada por Gloria Moure (22 de septiembre) en sus sedes de Madrid y Barcelona (que también presentará a uno de los padres de la fotografía en color, William Eggleston (28 de septiembre) en el KBr.
La obra de uno de los grandes renovadores del arte del tapiz en España, Josep Grau-Garriga, será objeto de revisión en el Macba (28 de noviembre); y en La Virreina, las poco conocidas instalaciones que la cineasta Chantal Akerman realizó en colaboración con la editora de cine Claire Atherton. En el Museo del Prado, El espejo perdido. Judíos y conversos en la España medieval, comisariada por Joan Molina Figueras (10 de octubre), responderá visualmente a cuestiones como cuál fue el papel de las imágenes en el conflicto entre cristianos, judíos y conversos, que concluyó con la instauración de la Inquisición y su expulsión masiva en 1492.
El MoMA abre temporada con Ed Ruscha, conocido por sus fotos de letreros y anuncios de carretera
El MoMA de Nueva York inaugura la temporada con una retrospectiva de Ed Ruscha (10 de septiembre), conocido por su Twentysix Gasoline Stations (1962), considerado el primer libro de artista, y por sus fotografías de letreros y anuncios de carretera. En su sede de Queens se reúnen cuatro décadas del arte participativo y de las llamadas arquitecturas sociales del tailandés Rirkrit Tiravanija (PS1, 12 de octubre), y en el Whitney, la obra en papel de la californiana Ruth Asawa (1926-2013).
A estas monográficas se suman otras colectivas menos venerables y masculinas, pero estimuladas por los acontecimientos y problemáticas actuales, como las de los finalistas del Turner Prize en Towner Eastbourne (RU, 28 de septiembre) y del Prix Marcel Duchamp (4 de octubre) en el Centre Pompidou de París. Y para no dejar de dar más vueltas y revueltas a la Tierra —sin necesidad de viajar a la Luna— se anuncian las bienales de São Paulo (6 de septiembre), Kiev (18 de octubre), Shanghái (9 de noviembre), Taipéi (10 de noviembre) y Cuenca (Ecuador, 8 de diciembre).
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