Escenarios del crimen y víctimas borradas como revulsivo contra la insensibilidad ante la violencia
Del Aspromonte calabrés, cuna de la ‘Ndrangheta, a Ciudad Juárez, México, convertida en la ciudad más violenta del mundo, dos fotolibros y una exposición nos trasladan a territorios devastados por la brutalidad
Marco Fiora tenía solo siete años cuando una mañana de invierno de 1987 fue conducido a la fuerza a un coche, en un suburbio de Turín. De ahí partió hacia las ásperas y escarpadas montañas del Aspromonte, en Calabria. Tuvieron que pasar 519 días de infierno, hasta que el joven fue liberado, no sin que antes sus padres, propietarios de un garaje y una panadería, tuvieran que hacer frente a un rescate millonario. La policía lo encontró en la cabaña de un guarda forestal con la misma camisa que llevaba el día de su se...
Marco Fiora tenía solo siete años cuando una mañana de invierno de 1987 fue conducido a la fuerza a un coche, en un suburbio de Turín. De ahí partió hacia las ásperas y escarpadas montañas del Aspromonte, en Calabria. Tuvieron que pasar 519 días de infierno, hasta que el joven fue liberado, no sin que antes sus padres, propietarios de un garaje y una panadería, tuvieran que hacer frente a un rescate millonario. La policía lo encontró en la cabaña de un guarda forestal con la misma camisa que llevaba el día de su secuestro, rota y sucia. Tan débil que no podía andar. El brazo izquierdo marcado por las cicatrices que le dejaron las cadenas con las que le retuvieron sus raptores. Fue el secuestro infantil más largo y angustioso vivido en Italia. Uno de los muchos perpetrados por la ‘Ndrangheta, la organización criminal más poderosa de Europa. Raptos que forman la base de Guilty Grounds, el último proyecto de Steffi Reimers (Países Bajos, 1995).
De forma intermitente, a lo largo de varios meses, la fotógrafa holandesa se desplazó al macizo montañoso calabrés en busca de aquellos paisajes remotos, testigos silenciosos de las actividades clandestinas de la mafia, donde entre 1972 y 2012 se llevaron a cabo 654 secuestros. El más largo fue de 831 días. Fueron 28 los secuestrados que aparecieron muertos y 50 de los que nunca más se supo. La cifra de raptos ha descendido drásticamente en los últimos años en Italia. Sin embargo, el miedo pervive y se manifiesta de muchas formas; son pocos los que se atreven a romper la omertá, o ley del silencio. Las actividades de la organización criminal siguen activas y mantienen el monopolio de la distribución de droga al por mayor en Europa. El pasado mes de noviembre, 200 acusados fueron condenados a un total de más de 2.200 años de prisión en Italia, por sus vínculos con la ‘Ndrangheta durante uno de los mayores juicios en décadas, relacionados con la mafia.
Entre 1972 y 2012 se llevaron a cabo 654 secuestros en Calabria. El más largo fue de 831 días. Fueron 28 los secuestrados que aparecieron muertos y 50 de los que nunca más se supo
Guilty Grounds ofrece una reflexión crítica sobre el impacto del crimen en la sociedad y en el paisaje, a través de un planteamiento que discurre entre la ficción y la realidad. Puede verse en su formato expositivo en el museo Foam de Ámsterdam. La publicación se divide en tres partes: dos de ellas se construyen partiendo de material histórico, recortes de prensa relacionados con distintos raptos que se presentan junto a los retratos de archivo de víctimas y perpetradores condenados, así como una serie de fotografías, en blanco y negro, sobre las labores de investigación y rescate.
Entre medias, un inquietante recorrido a color por silenciosos parajes, oscuros túneles y desvencijados búnkeres que servirán para recrear la asfixiante atmósfera que rodeó a seis casos en concreto. Lugares tenebrosos donde aún parece resonar el tiroteo que acabo con la vida de Carmine Tripodi, comandante del cuerpo de carabineros en San Luca, quien en su afán de justicia, después de llevar a cabo arriesgadas investigaciones, fue asaltado y tiroteado, mientras conducía de regreso a casa. Mediante el uso de frías luces forenses, la autora consigue revelar evidencias que de otra forma no se podrían percibir a simple vista, adentrando al espectador por caminos de pesadilla y de desasosegante belleza, impregnados por el olor a orégano, aroma que el adolescente Pierangelo Bolis fue capaz de distinguir, encapuchado a lo largo de los veinte días que duró su cautiverio.
La fotógrafa ha optado por prescindir de la figura humana para centrarse en el territorio como testigo mudo de una serie de ofensas
Reimers alude a la capacidad del paisaje para retener la memoria. El rastro que dejaron atrás los transeúntes, hace que, treinta o cuarenta años más tarde, uno pueda aún volver a revivir su presencia. De ahí que la fotógrafa haya optado por prescindir de la figura humana para centrarse en el territorio como testigo mudo de una serie de ofensas. Un paisaje, en cierto modo, culpable, por ofrecer cobijo a los criminales dentro de su desabrida geografía. Aun así, no es la intención de la autora encontrar la verdad de lo que ocurrió en aquellos inhóspitos escenarios, sino despertar en el lector distintas sensaciones para que él mismo pueda imaginar lo que allí ocurrió —o no ocurrió—, al tiempo que mantiene viva la memoria de unos hechos que no deben ser olvidados, negados, ni silenciados. En definitiva, un relato valiente que discurre ágilmente por caminos de belleza arisca, de historia y de moralidad.
El libro se presenta dentro de una caja que lleva la estampa de una virgen: La Madona di Polsi, conocida también como la Virgen de la Montaña. Cada 2 de septiembre, los dirigentes de ‘Ndrangheta acuden a su santuario para celebrar una reunión donde se acuerdan jerarquías, se sellan alianzas y se declaran guerras. Una perversa devoción que tiene como fin proteger y unificar el núcleo familiar y también recomponerlo a través de terribles venganzas.
En Ciudad Juárez se registraron 3.951 asesinatos en 2010; a razón de más de diez por día, en una urbe de 1,3 millones de habitantes dominada por los carteles del narcotráfico
En 2010, Ciudad Juárez, México, se convirtió en la ciudad más violenta del mundo, cuando se registraron 3.951 asesinatos en solo ese año; a razón de más de diez por día en una urbe de 1,3 millones de habitantes dominada por los carteles del narcotráfico. Homicidios de los que de forma habitual se hacía eco la prensa nacional, en especial los periódicos de nota roja que exhiben la muerte de forma sensacionalista, entreteniendo tanto como aterrorizando a la población a través del morbo. A este periodo de extrema violencia, que se extendió por todo el país, y se prolongó hasta 2016, alude El retrato de tu ausencia, el último fotolibro publicado por Alejandro Luperca Morales. Un proyecto que se fue fraguando en aquellos días, mientras el autor residía en la ciudad mexicana, donde era frecuente presenciar escenas de violencia en plena calle y a la luz del día.
Inspirado por el ensayo Jean Baudrillard La transparencia del mal, y desconcertado por el amarillismo grotesco de la prensa criminal, que acostumbra a presentar los sucesos más brutales junto a contenidos sexuales, el autor comenzó a recopilar recortes del sensacionalista diario vespertino P.M. Más de 500 fotografías que mostraban los cuerpos de las víctimas de aquellos asesinatos. Imágenes que el fotógrafo irá seleccionando, escaneando, ampliando y recortando para más tarde hacer desaparecer los cadáveres de forma manual haciendo uso de una goma de borrar, con el fin de ofrecer una reflexión crítica.
El autor se hace eco del vocabulario del horror, o ‘narcoñol’, término acuñado por la antropóloga Rossana Reguillo para referirse a la jerga que se ha adoptado para hablar del crimen organizado
Una forma de oponerse a la indiferencia ante el mal y su banalización mediante la normalización de ese tipo de contenidos que se consumen de forma episódica y amnésica. “Esta mañana hallan a uno tieso”, “De nada le sirvió correr”, “Le sacan los sesos”, o “Liquidan a hermanos” son algunos de los titulares que acompañaron a las imágenes dentro del diario y que el autor utiliza como títulos de las nuevas versiones, haciéndose eco del vocabulario del horror, o narcoñol, término acuñado por la antropóloga Rossana Reguillo para referirse a la jerga que se ha adoptado para hablar del crimen organizado.
La publicación se abre con un índice de las imágenes ordenadas por títulos y prescinde de todo texto con el fin de que el lector se detenga en ese espacio despejado —donde a su vez se transparenta el texto impreso en el reverso del periódico que invita a distintas lecturas—. Una pausa que el fotógrafo ofrece al espectador con el fin de que cuestione por qué ese tipo de imágenes han dejado de sorprenderlo y tenga en cuenta el grado de extrañeza de aquello que vivimos en nuestra sociedad. Un espacio en blanco que pretende devolver la dignidad al protagonista de la foto, independientemente del juicio moral que merezca, al tiempo que recuerda del poder de nuestra imaginación a la hora alimentar las maquinaciones del mal.
Es solamente en la última página donde nos encontraremos con la imagen de un cadáver, la misma que compone la portada lenticular del libro y juega con el efecto desorientador de las imágenes. El fotógrafo irá un paso más allá guardando los restos del borrado como si fuesen cenizas, concediendo a esa muerte un carácter más íntimo y una oportunidad de duelo. Unos restos que presenta en forma de urna en el formato expositivo del proyecto.
‘Guilty Grounds. Steffi Reimers’. Exposición en el Foam Museum. Ámsterdam. Hasta el 3 de marzo.
‘Guilty Grounds. Steffi Reimers’. Autopublicado. 18 páginas, 59 euros.
‘El retrato de tu ausencia’. Alejandro ‘Luperca’ Morales. Kult Books / Los Sumergidos. 112 páginas. 39 euros.
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