‘Entre’, de Christine Brooke-Rose: dinamita para expresar la conciencia humana
A través de una traductora de avión en avión, esta brillante novela ya apuntaba en los sesenta el desarraigo, la despersonalización, el final de la intimidad
He aquí literatura en estado puro, sin reglas ni concesiones al lector ni al mismo autor, excepto la voluntad de descubrir la jungla de la lengua, de reírse de la estructura y de la semántica para decir lo incomunicable. La filóloga, ensayista y narradora Christine Brooke-Rose (Ginebra, 1923-Cabrières-d’Avignon, 2012) fue mucho más allá que Joyce, Perec o Virginia Woolf. Hizo realidad el...
He aquí literatura en estado puro, sin reglas ni concesiones al lector ni al mismo autor, excepto la voluntad de descubrir la jungla de la lengua, de reírse de la estructura y de la semántica para decir lo incomunicable. La filóloga, ensayista y narradora Christine Brooke-Rose (Ginebra, 1923-Cabrières-d’Avignon, 2012) fue mucho más allá que Joyce, Perec o Virginia Woolf. Hizo realidad el aserto de Barthes de que cuando la voz pierde sus orígenes la escritura empieza. Formada en Bruselas en un entorno en el que se mezclaban el inglés con el francés y el alemán, estudió en Oxford, colaboró descifrando los mensajes encriptados del III Reich y adoptó el inglés para escribir obras llenas de humor y cargas de profundidad. Nadie transitó por la senda deconstructiva y lúdica que ella abrió. En español se pueden leer Y demás y Entre. Si la primera ya apuntaba a un lector abierto a voces sin origen que dialogan columpiándose en la cuerda floja del contenido y la forma, Entre (escrito circa 1966) es aún más exigente.
Nos encontramos con numerosos párrafos en alemán, en francés, en italiano e incluso en catalán (“La Nit, llarga la Nit. ¡Di-guem no!”). Un gran acierto no haber traducido en esta versión otra lengua diferente al inglés, pues estamos ante una traductora simultánea, que respira entre congresos, conferencias y simposios, y que ahora viaja en un avión con destino a Estambul, Bucarest, Roma o Venecia. Se suceden minuciosas descripciones del vuelo, la temperatura, el catering. Ella traduce del inglés al alemán, o al revés, mientras en cabinas cercanas otros peroran en italiano, francés, polaco. “Hay que entender inmediatamente porque la cosa entendida se escapa con la necesidad de entender”: esta frase que, como otras muchas (“weiter, weiter gehen, immer geradeaus”, indicaciones para encontrar el lavabo), salpica la novela —llena de discursos de políticos, acupuntores, arqueólogos—, esa frase apunta a la ausencia final de significado de todo discurso, de cualquier experiencia humana.
De una manera brillante (ciertos críticos tildaron su escritura de “brillantemente ilegible”) y musical, con esas frases foráneas que vuelven una vez y otra como un “tema” melódico que agrada el oído del lector curioso y sus “ojos peludos”, la novela avanza “en sentido contrario a las agujas del reloj” para revelar esa “danza circular de la simulación mentiras vitales misterios perdidos y otras excitaciones hasta el verdadero final de la imaginación”. Brooke-Rose nunca pontifica ni satiriza, sólo está apuntando en passant a algo que en los sesenta empezaba a emerger y ahora es ubicuo: el desarraigo, la despersonalización, el final de la intimidad.
Saborear esta obra requiere un esfuerzo, pero tiene recompensa. Es llegar a un planeta de atmósfera irrespirable, pero bello
Hay escenas en que un tal Siegfried intenta seducir a la traductora, la cual tiene un proceso con el Vaticano para obtener la anulación de su matrimonio, y entonces leemos: “Entre amar y no amar el cuerpo flota”. Todo aquí sucede en el lapso invisible entre diálogos, aviones, lenguas, menús, recuerdos nazis, pasiones (“ouvre les jambes Véronique”). Y resulta profético, pues ahora vivimos entre las pantallas y la nada. Si en Entre (1968) evitó el verbo to be en todas sus formas, en la novela Next (1998), en torno a los desposeídos de Londres, Brooke-Rose prescinde del to have. Sin embargo, pese a tales constreñimientos, aquí “las lenguas confraternizan en un frenesí de sensualidad par avión” y la semántica poco tiene que ver con la literatura. Hay que hacer un esfuerzo, desde luego, para saborear esta obra tan original, pero tiene recompensa. Viene a ser como llegar a un planeta de atmósfera casi irrespirable, pero tan bello, tan deliciosamente imperfecto. No en vano, la autora, que anestesió sus agudos dolores escribiendo hasta que la ceguera y la parálisis lo impidieron (su última obra fue Life, End of), escogió su epitafio en el huerto de Montaigne: “Quisiera que la muerte me encontrase retirada en el campo, cultivando coles, sin ningún temor, ni siquiera acerca de mi imperfecto jardín”.
Entre
Traducción de J. Casri
Piel de Zapa, 2024
214 páginas. 22 euros
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