Tiempo de sainetes
¿Qué significa aldeano radical? ¿Quizá pueblerino inculto y propenso a la violencia callejera?
A veces, algunas veces, las ocurrencias y espectáculos se acumulan y uno cree -o cree tener- el deber cívico de intentar que las cosas se llamen en algunos casos por su nombre y, en otros que no aumenten la ceremonia de la confusión. Y hablo de casos en plural porque hay dos sobre los que no quisiera dejar pasar la oportunidad de decir la mía por si sirve de algo.
El primero de ellos lo protagoniza nuestra prolífica alcaldesa Rita Barberá, a la que le ha entrado por lo que se deduce de sus propias declaraciones, el terror in tremens al nunca suficientemente denostado tripartito, espantajo eficaz donde los haya para infundir miedo al personal. Primero se destapó con aquello de que le daba terror que accedieran al poder gentes cuyo único objetivo era su conquista y que no tenían "modelo " alguno de ciudad. Vayamos por partes.
Yo conozco gente de los tres vértices del malevo triángulo y le puedo tranquilizar. No son bárbaros (los de verdad los tenemos entre nosotros como apuntó Kavafis) ni tratan de destruir nuestra católica, apostólica y cínica civilización. Son gentes que, simplemente creen que tenemos ya una dosis excesiva de un gobierno retrógrado que desde 1991 no ceja el empeño de cambiarnos la condición de ciudadanos por la de súbditos. Los votos -y ello no admite peros- les han otorgado el derecho y el deber de decidir pero voto y razón son dos categorías de diferente orden y el buen gobierno (o gobernanza como ahora gustan en decir) exige oír y escuchar a la oposición, fomentar la participación y llegar a los máximos consensos posibles cosa que se practica con asombrosa escasez. Además de rechazar la política del miedo, creo que la alcaldesa merece que se le recuerde no solo que es alcaldesa porque en 1991 los votos de Unión Valenciana así lo establecieron (cosa lógica en política mientras no se prohíban los gobiernos de coalición), sino que además su partido es no ya un tripartito sino una cuatro o pentapartido porque todos, desde la extrema derecha hasta el centro derecha caben bajo el generoso paraguas popular.
Por último, hablar de la falta de modelo de ciudad de los bárbaros del tripartito produce hilaridad. ¿Qué modelo de ciudad tiene usted señora alcaldesa? ¿El de los grandes eventos y la "nueva Valencia2 de glamour? ¿El de la Marina encargada al ínclito José María Lozano? Aunque el paso de los años requiere y exige su revisión, aquí el único modelo de ciudad que puede llamarse de esta forma es el que se alumbró en tiempos de Ricard Pérez Casado y que se plasmó en el PGOU de 1988 (que usted no quiere revisar en serio) y quizá sobre todo en un libro del propio Ayuntamiento titulado La Valencia de los 90, publicado en 1987, cuya lectura le recomiendo por si todavía no ha tenido tiempo.
Por tanto, menos lobos, menos terror in tremens y un poco más de linda claridad que dirían los argentinos.
No contenta con sembrar el terror al ataque de Atila, la alcaldesa, pocos días después, da una vuelta de tuerca al mismo tema y se lanza de lleno a la innovación lingüística. Los del tripartito no son ya bárbaros peligrosos a los que lo único que les preocupa es la conquista del poder municipal sino "aldeanos radicales". Es realmente sorprendente el giro semántico. ¿Qué significa aldeano radical? ¿Quizá pueblerino inculto y propenso a la violencia callejera? ¿O gente tan limitada intelectualmente que no entiende que los presupuestos del 2014 son, obviamente, los que nos sacarán de la crisis en la que nos sumió el pérfido Zapatero?
Perdóneles, señora alcaldesa, porque les han contaminado los enemigos de España y muchos creen que en realidad la crisis ésta es la consecuencia de una crisis financiero-inmobiliaria agravada por una política económica austericida que sigue la línea de mando Merkel-Bundesbank-Comisión Europea. Vamos gente no tan brillante pero tan conservadora como usted. Creo que hay algunos instigadores ( o autores intelectuales ) de tanta confusión a los que habría que poner en cintura y que responden a los nombres de Paul Krugman, Josep Fontana o Antón Costas, por si quiere usted tomar medidas.
El segundo sainete que me ha despertado el instinto cívico es el impagable espectáculo del déficit de financiación. Y utilizo el término espectáculo como mejor aproximación fenomenológica. Que el IVIE haya demostrado -con Francisco Pérez a la cabeza- que llevamos unas dos décadas padeciendo un sistema de financiación que nos penaliza en términos de financiación per cápita es algo que no pongo en duda por la conocida solvencia de la citada institución. Aunque discrepo de una matización que si no recuerdo mal se hizo en la primera presentación del estudio. Se decía entonces que lo importante eran los déficit del sistema puesto que los llamados eventos "sólo" eran responsables del 17% del déficit acumulado. Al margen de que no se explicitaban con claridad la lista de "eventos " incluidos (no sé, por ejemplo si Ciegsa o RTVV estaban incluidos) el 17% de una cifra multimillonaria es mucho dinero, tiene un coste de oportunidad muy elevado y hay una responsabilidad política y ciudadana a la que hacer frente, al margen de cuestiones penales. Tanto despilfarro no puede despacharse con un "sólo".
Pero, además, se da la circunstancia de que, como llevamos 20 años "agraviados", no se puede pasar por alto que nadie en Madrid (Aznar, Zapatero y Rajoy) ni aquí (y el PP lleva mandando desde 1995) han dado nunca un puñetazo en la mesa. ¿Dónde estaban los nunca protestaron y ahora representan la pantomima del agravio? Me recuerda mucho lo del Arco Mediterráneo que primero era cosa de rojos y catalanistas (cuando la euro-región de Maragall) y ahora suscita adhesiones inquebrantables. Pues eso. Mucho oportunismo, mucho paripé y un intento descarado abocado al fracaso de que nos "una " la financiación (el "orgullo valenciano" dicen) cuando los promotores de tan depurada estrategia se han pasado media vida y parte de la otra desuniendo y destruyendo cualquier sentimiento sensato de autoestima que no fuera puro folclore. Ver la foto de la plana mayor del PP y de gran número de empresarios (sumisos al poder y aduladores avezados hasta hace bien poco) escuchando con cara de atención las explicaciones -en formato plasma- de un Francisco Perez que "sugería" la necesaria unión en torno al tema, ha sido para mí una imagen hard, un espectáculo un tanto triste, una tragicomedia, un sainete ácido.
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