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Crónica
Texto informativo con interpretación

Algunas maneras de vivir

La segunda edición del Rock Fest despliega en Can Zam el costumbrismo metálico de 6.000 incondicionales de la música más dura

Un momento de la actuación de Scorpions la noche del jueves en Can Zam.
Un momento de la actuación de Scorpions la noche del jueves en Can Zam.MASSIMILIANO MINOCRI

Un territorio al margen de los demás ecosistemas, un hábitat con sus propias reglas: un festival de rock duro. Ayer noche, el Rock Fest desplegó su república autónoma en Can Zam, en Santa Coloma de Gramanet, y al pie de los bloques coloreados que reptan por la colina en Can Franquesa, los fans del heavy acudieron como procesionarias a los pinos. Si se quería llamar la atención nada como una camiseta blanca o de colores, habida cuenta de que sin luto aparente todos iban de negro, con los nombres de sus grupos favoritos estampados en la camiseta a modo de muestra de fidelidad. Y éste, la fidelidad incluso al tejano largo en días de canícula, es el concepto que aúna a los fans del rock duro, conocidos como los aficionados más conocedores, entregados y consecuentes del planeta música, hasta el extremo que se rumorea que saben la fecha de publicación de los discos de los grupos que siguen antes que sus propios componentes.

Unas seis mil personas se entregaron a las bandas que formaron el cartel de este festival que aún se prolongará hasta mañana sábado. Es la segunda edición del Rock Fest y este año tiene una jornada más de programación, tres. Huele a éxito.

A primera hora de la tarde, cuando los aspersores para refrescarse aún no funcionaban, el calor era propio del Sahel. Con el sol de cara, Rosendo se desgañitaba ante unos buenos miles de espectadores que por sus canciones aguantarían un mar de lava en los pantalones. Cantaba Masculino singular y sin quererlo definía por aproximación la tipología de la asistencia, con mayoría de varones. Ellas, sin colas en los lavabos, disfrutaban de sus acompañantes, atendidas como sultanas. Entre los espectadores más veteranos, frisando las cinco y seis décadas, extranjeros en pareja o en grupos de amigos con pinta de comedido, cosa de la edad, comando cervecero. En el área de comida: chorizo frito, carne, pizza y patatas bravas, nada con zanahorias, y el pago, como en los viejos tiempos, con dinero de verdad, ajeno a la virtualidad.

Comando cervecero en el área de comida: chorizo frito, carne, pizza y patatas bravas, nada con zanahorias; y el pago, como en los viejos tiempos: con dinero de verdad, ajeno a la virtualidad

Sin programas de mano nadie preguntaba quién actuaba, o sea que todos lo sabían. Una moqueta evitaba el polvo frente a los escenarios, dos en paralelo y, ojo al dato, una caseta donde tres grupos (Asphyxion, Sabaton y Nightwish) firmaban a los fans. Lo jamás visto en otros artistas y festivales.

Tras Sabaton (heavy paramilitar de Suecia), Dream Theater (heavy lírico con teclado y gorgorito) y Status Quo (rock trotón recién hallado en Atapuerca), fueron Scorpions, con permiso de Saxon y Wasp, quienes marcaron la pauta ante un personal educado y entusiasta que ya había comprado su camiseta del festival en el puesto con más colas del recinto, barraca de firmas al margen.

Con una producción de escena propia de estadio, la banda alemana abrió con Going Out With A Bang a todo trapo, desplegó en pantallas una bandera española tamaño FAES en Make It Real (por la reacción del respetable puede afirmarse que también hay heavyes soberanistas) y remataron la entrada con The Zoo. Lo más esperado era, sin duda, el momento balada, que en su mayor esplendor se reservaba para el final, con la prevista Still Loving You y su épica del mechero. Como había cantado antes Rosendo, son Maneras de vivir. Que sigan.

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