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Investigadores de Castellón identifican los genes que predisponen a sufrir cáncer de piel

El trabajo del grupo Melanogén de la UJI avanza en la aplicación del diagnóstico genético para detectar el riesgo de desarrollar la enfermedad y orientar las decisiones de tratamiento

Bárbara Hernando y Conrado Martínez, responsables de la investigación desarrollada en la Universitat Jaume I.
Bárbara Hernando y Conrado Martínez, responsables de la investigación desarrollada en la Universitat Jaume I. Àlex Pérez

MC1R, IRF4, HERC2 y SLC45A2. Son los cuatro genes responsables de la sensibilidad solar y vulnerabilidad ante el cáncer de piel en la población española que investigadores de la Facultad de Ciencias de la Salud de la Universitat Jaume I de Castelló (UJI) acaban de identificar. Un avance en la aplicación del diagnóstico genético para detectar el riesgo de una persona de desarrollar cáncer de piel y orientar las decisiones de tratamiento –más preciso e individualizado- para una enfermedad que ha duplicado su incidencia en las últimas tres décadas. La Academia Española de Dermatología y Venereología cifra en un estudio reciente en 4.000 los casos de melanoma (el cáncer con peor pronóstico) al año en España, y en más de 74.000 los de cáncer cutáneo no melanoma. La prevención y la detección precoz, además de una vigilancia especial de la población con más susceptibilidad a desarrollar un cáncer cutáneo, son claves en la curación de la enfermedad, explican los directores de este trabajo de la UJI, Conrado Martínez-Cadenas y Bárbara Hernando.

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El grupo de investigación Genética del Cáncer de Piel y de la Pigmentación Humana (Melanogén) de la universidad castellonense ha analizado la respuesta cutánea al sol y la capacidad de broncearse, y ha detectado variantes genéticas diferentes de las poblaciones del norte de Europa. Sus conclusiones se han publicado en la revista Photodermatology, Photoimmunology & Photomedicine. El trabajo estudia mediante técnicas genéticas los genes relacionados con la respuesta cutánea a la exposición solar en España. El objetivo: conocer en profundidad los determinantes genéticos que pueden favorecer una mala respuesta de la piel a la radiación ultravioleta y de este modo conocer la vulnerabilidad de las personas con un determinado genotipo pigmentario ante un cáncer cutáneo.

La pigmentación cutánea y la respuesta de la piel a la radiación solar son “extremadamente relevantes” para determinar la susceptibilidad ante el cáncer de piel. Hasta la fecha, la mayoría de los estudios se han llevado a cabo en grupos del norte de Europa. Ahora, el trabajo del grupo Melanogén de la UJI “profundiza en las características de la población de origen mediterráneo, personas caracterizadas por una piel más oscura en una zona con una radiación más intensa”, explica Conrado Martínez-Cadenas.

Por ejemplo, debido a la mayor intensidad de la radiación ultravioleta en el área mediterránea, principalmente en verano, “el gen SLC45A2 es muy frecuente en la población española. Entre el 12% y el 15% de ésta tiene la variante que da color oscuro a la piel, pero en el norte de Europa sólo está presente en un 6% de sus habitantes. Ello amplía las diferencias y marca la existencia de un gradiente de color de piel desde el sur al norte de Europa”, explica Bárbara Hernando. Por su parte, más del 96% de la población africana, que soporta un exceso de radiación solar, lleva esta variante genética en su genoma, “lo que les confiere una protección ante los efectos negativos de los rayos ultravioletas y el cáncer de piel”, añade la investigadora.

El estudio de la UJI ha analizado ocho variantes genéticas relacionadas con la pigmentación y la sensibilidad solar en muestras de saliva de 456 voluntarios españoles. 184 de ellos presentaban una gran vulnerabilidad a sufrir quemaduras solares, hecho indicativo de daño celular cutáneo, apuntan los investigadores.

“Sabemos que existe una predisposición genética a sufrir quemaduras solares. La respuesta cutánea al sol y la capacidad de broncearse está principalmente relacionada con un tipo de variantes genéticas en el gen MC1R, las variantes R. Estas hacen que el gen no funcione bien y se sintetice feomelanina, en vez de eumelanina, lo que hace que la gente tenga la piel más clara, el cabello rubio o pelirrojo y pecas”, apunta Conrado Martínez-Cadenas. “Las mismas variantes que hacen que aparezcan las pecas son las que hacen que la respuesta al sol no sea buena y que haya más predisposición a tener cáncer de piel, tanto los que no son peligrosos, como el basocelular y el espinocelular, como el cáncer de piel más peligroso, el melanoma”.

Sin embargo, este estudio indica que la combinación sinérgica de diversas variantes que determinan la sensibilidad solar “resulta en un riesgo extra o un fenotipo más agrandado”, afirma el profesor de genética. “Tener variantes protectoras en nuestro genoma puede atenuar el efecto negativo de las variantes R del gen MC1R”, concluye Bárbara Hernando.

La investigación de Melanogén se marca como reto futuro el estudio de la existencia de un riesgo añadido a desarrollar cáncer de piel según el genotipo pigmentario y las características fenotípicas de las personas. Ello permitiría avanzar en la aplicación del diagnóstico genético como herramienta para detectar el riesgo de una persona de desarrollar una enfermedad, orientar las decisiones del tratamiento y evaluar la progresión o recurrencia del cáncer. También ayudaría a los especialistas en la elección de un tratamiento personalizado y preciso según el riesgo individual de cada paciente.

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el cáncer cutáneo es el tipo de cáncer más frecuente en el mundo y la incidencia de melanoma se está incrementando más rápidamente que cualquier otro cáncer. El aumento de la esperanza de vida y la excesiva exposición al sol por la búsqueda de un bronceado contribuyen a ese aumento. El melanoma cutáneo representa el 10% de las neoplasias cutáneas, pero es el responsable de más del 90% de las muertes por cáncer de piel.

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