Por todos mis compañeros
El autor mantiene que el sistema hegemónico enseña que las amistades nunca completarán a una persona tanto como lo hará su pareja
Hace poco descubrí lo sagitario que puedo llegar a ser. Admito que siempre le daba la espalda a estas cosas, salvando algunas visitas puntuales al horóscopo del teletexto cuando era pequeño, hasta que, hace poco, una amiga me introdujo al horóscopo negro. Me sentí especialmente identificado con uno de sus posts en Instagram, en el que ponía algo así como ‘Sagitario – De muchos amigos, pero de poca gente de confianza’.
Algo que he aprendido a valorar y a apreciar a lo largo de mis veintes, a parte de los Hacendados del Mercadona, son las amistades, o lo que entendemos por amistad. Es gracioso y triste en partes iguales pensar que empecé a forjar mis primeras amistades ‘genuinas’ no hace mucho. Sería injusto decir que todas mis amistades anteriores se configuraron ‘por defecto’, por no quedarme solo en el patio de recreos, aunque no fuera del todo incorrecto. Pero más que por cualquier otra cosa, subestimaba todas aquellas relaciones afectivas que no fueran consideradas ‘amorosas’. Siento que en mi caso, tenía que ver con mi forma hegemónica de percibir las relaciones, que se entendía anteponiendo las relaciones amorosas sobre las amistades. Sentía que entre la amistad y el amor había una línea que las separaba, que existía una jerarquía de afectos, como ocurre en el juego de Los Sims y la barra de relaciones, que según el porcentaje de la barra, existían más de cinco tipos de relaciones afectivas de las cuales solamente una de ellas era sexo-afectiva – Si la barra está roja, es una relación de enemistad, de 0 – 39%, conocidos, 40 – 59% amigos, de 60%+ Buenos amigos y de 80% Mejores amigos.
La relación sexo-afectiva se coloca en otro lugar, requiriendo otro tipo de aparatos de medición, posicionándolo sobre el resto de las relaciones. Lo gracioso es que el juego es una representación calcada de nuestra realidad. La barra de los sims nos sugiere una jerarquía de relaciones, que da igual lo llena que esté tu barra, la relación amorosa siempre será la hegemónica. Cuando la brecha, entre la amistad y el amor es cuestionada o se traspasa, nos enseñan, bajo la mirada y la medida de una relación ‘monógama’ cisheteronormativa, a reaccionar con celos. La verdad es que reducir todo un espectro de posibilidades en las relaciones de afecto a dos supuestos opuestos como es el amor y la amistad limita la posibilidad de desarrollar las complejidades de las relaciones entre sujetos. Porque jerarquiza el amor sobre la amistad, la amistad siendo aquellas relaciones de paso o de transición hasta encontrar a tu ‘media naranja’, idealizado como aquel sujeto utópico que satisface todas tus necesidades tanto sexuales como afectivas.
El sistema hegemónico te enseña que tus amistades nunca te completarán tanto como lo hará tu pareja, que cuando no estás en una relación amorosa entienden que estás solo, noción del cual menosprecia todo tipo de relaciones afectivas.
Admitir que existe una escala de grises de afectos es enriquecer nuestras relaciones. Que los afectos no funcionan bajo una lógica binaria, entre la amistad y el amor, sino alberga una gran complejidad. Porque los afectos se reflejan tanto en los cuidados, en los espacios de resistencia y en el activismo, como en el escondite, mientras aprovechas a correr a tocar la pared y gritar ‘por ti, y por todos tus compañeros’.
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