Carmelo Soria, el español que se opuso a Franco y en Chile lo asesinó la dictadura de Pinochet

El libro ‘Carmelo, matar dos veces a un mismo hombre’ reconstruye la historia del funcionario de la CEPAL en Santiago -donde conoció a Neruda– y relata el complejo proceso para que sus homicidas fueran condenados 47 años después del crimen

Carmelo Soria Espinoza, funcionario de la ONU asesinado en Chile en 1976.cortesía

Una de las últimas frases que pronunció Carmelo Soria a sus secuestradores, un grupo de agentes de la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA), la policía secreta del dictador Augusto Pinochet (1973-1990), mientras era torturado, fue “pobre Chile”. Según el proceso judicial, tenía sus ojos vendados y estaba amarrado a una silla en una casa en Lo Curro, un sector acomodado de Santiago, la capital de Chile, en un cuartel hasta donde lo llevó la brigada Mulchén. Su cadáver fracturado apareció dentro de su...

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Una de las últimas frases que pronunció Carmelo Soria a sus secuestradores, un grupo de agentes de la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA), la policía secreta del dictador Augusto Pinochet (1973-1990), mientras era torturado, fue “pobre Chile”. Según el proceso judicial, tenía sus ojos vendados y estaba amarrado a una silla en una casa en Lo Curro, un sector acomodado de Santiago, la capital de Chile, en un cuartel hasta donde lo llevó la brigada Mulchén. Su cadáver fracturado apareció dentro de su auto, con las llaves puestas, los vidrios quebrados y una botella de pisco, en un riachuelo en el sector norte de la ciudad. Era el 16 de julio de 1976 –casi tres años después del golpe de Estado– y llevaba dos días desaparecido.

La escena fue pensada para que pareciera un accidente. Pero, 47 años después, la Corte Suprema chilena -tras un dramático devenir judicial por más de cuatro décadas en que el caso fue cerrado varias veces e, incluso, dos de sus homicidas fueron amnistiados-, condenó el 22 de agosto a seis exagentes de la DINA y a dos exmilitares por homicidio. Carmelo Soria, ciudadano español y chileno, militante del Partido Comunista, que trabajaba en la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), tenía 54 años y tres hijos -Laura, Carmen y Luis- cuando fue asesinado. Su esposa, la médica chilena Laura González-Vera nunca creyó en la versión policial.

Carmelo Soria Espinoza nació en Madrid en 1921. Llegó a Santiago el año nuevo de 1947, cuenta el libro Carmelo, matar dos veces a un mismo hombre (Ceibo), de los periodistas chilenos Andrés López Awad y Camilo Pérez Alveal, lanzado en abril pasado. En 1939 había arribado a Chile su hermano mayor Arturo, uno de los más de 2.000 refugiados españoles que viajaron al país sudamericano por gestión del entonces cónsul delegado para la inmigración en París, el poeta chileno Pablo Neruda (1904-1973).

Ambos hermanos habían sido opositores a la dictadura de Francisco Franco (1939 y 1975) y, en España, en su juventud, habían sido parte de la Federación Universitaria Escolar (FUE).

En Santiago, Arturo Soria fundó la editorial Cruz del Sur (1941-1963), donde su hermano menor tuvo su primer trabajo. Entonces Chile vivía “una fiebre literaria”. Y, detalla el libro, “la reputada editorial de su hermano fue un puente para que Carmelo se conectara con la intelectualidad de izquierda. Se volvieron habituales las tertulias nocturnas en el hogar de Pablo Neruda y su segunda esposa Delia del Carril”.

Laura González-Vera sostiene una foto de Carmelo Soria.Dusko Despotovic (Getty Images)

El 4 de septiembre de 1970, el día en que fue electo presidente de Chile el socialista Salvador Allende (1970-1973), Carmelo Soria y Laura González-Vera participaron activamente. Soria, cuenta el libro de López y Pérez, trasladó por Santiago en su Volkswagen blanco a obreros y campesinos hacia los centros de votación, mientras su esposa fue apoderada de una mesa de sufragio en un colegio de Las Condes, un sector acomodado de Santiago donde también vivía la familia Soria.

Para 1971, cuando Allende ya llevaba un año liderando la Unidad Popular, Soria se convirtió en jefe de publicaciones en el Instituto de Capacitación e Investigación de la Reforma Agraria (ICIRA). Luego fue coordinador de la sección editorial de Quimantú, una emblemática editorial chilena que funcionó entre 1971 a 1973, y cuya característica fue la democratización de los libros a través de la producción y distribución a bajo costo.

“Esto va a ser peor que lo de Franco”

Fue en mayo de 1973 que Soria entró como jefe de la sección Editorial y de Publicaciones del Centro Latinoamericano de Demografía (CELADE), de Naciones Unidas. Cuatro meses después vino el golpe de Estado del 11 de septiembre, del que Chile se apronta a conmemorar 50 años. Ese día Soria le comentó a su hija Carmen, entonces de 13 años: “Hay que cuidarse, porque esto va a ser peor que lo de Franco”. Por experiencia, profundiza el libro de los periodistas chilenos, la relación entre Carmelo Soria y Laura González-Vera “debió adaptarse también a la nueva realidad. Avisar todos los días a qué hora llegaban y dónde estaban”.

Su trabajo como funcionario internacional le sirvió “de paraguas para establecer un vínculo y red de solidaridad en torno a la razzia desatada por la dictadura contra sus adversarios”. Incluso, se relata en el libro, tras el golpe le ofrecieron salir de Chile y establecerse en Roma junto a su familia, pero no quiso. “Argumentó que ya se había exiliado y no iba a hacer lo mismo”. “En ese tenso período se peleó con amigos que partieron al exilio, a quienes consideró como traidores. ‘Los ricos siempre se pueden ir, siempre tienen una manera de salvarse, y los otros no. Yo no me voy’”. Su esposa estuvo de acuerdo.

“Carmelo Soria era una persona muy seria, obstinada y de convicciones muy fuertes. Era muy respetado en el trabajo, muy directo para decir las cosas. Esa obstinación que mostraba hacia afuera se contraponía con la calidez que tenía con su familia. Era cercano, cariñoso, le gustaba tomar el pelo a sus hijos”, dice López, coautor de libro.

Durante los primeros años del régimen autoritario, la casa de la familia Soria González-Vera sirvió de refugio para ocultar a varios opositores que eran buscados, entre ellos, la diputada comunista Mireya Baltra. En paralelo a su cargo en CELADE, Soria colaboró clandestinamente en la impresión del diario del Partido Comunista El Siglo, que había sido clausurado, junto a excompañeros de Quimantú. “Desde muy joven estuvo ligado al tema editorial. Y eso, en su rol más político, lo fue llevando a la propaganda clandestina y esa tarea que cumplió en España contra Franco, la continuó en Chile con la dictadura de Pinochet”, relata López.

También, cuenta Carmelo, matar dos veces a un mismo hombre, durante la dictadura Soria salió de Chile en varias ocasiones. “La primera escala siempre era Argentina, y desde ahí emprendía viaje a otros destinos, sin dejar rastro. A través de la valija diplomática burló los controles de aduanas y pudo ingresar dinero para actividades de la resistencia”. El 11 de abril de 1976, tres meses antes de su asesinato, viajó a España, donde se reencontró con antiguos amigos del Partido Comunista. ”Durante el mes que permaneció estudió nuevos métodos para hacer propaganda clandestina”, se cuenta en el libro. Fue la primera vez que sintió que lo seguían.

Portada del libro 'Carmelo: matar dos veces a un mismo hombre'.ceibo ediciones

A partir de mayo de 1976, la DINA concentró su persecución en militantes de Partido Comunista chileno, entre ellos, dice López, el Frente de propaganda. El 14 de julio, los agentes de Pinochet secuestraron a Carmelo Soria. “La DINA le tenía el ojo encima, pues como tenía inmunidad diplomática, creía que ingresaba armas a Chile, cuestión que no es cierta. En cambio, sí prestaba apoyo a personas que eran perseguidas por la dictadura, gracias a sus redes, y que necesitaban asilo en embajadas”.

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