El mapa y el territorio
Los datos de empleo más recientes han estado avalando la tesis oficial, aunque siempre deben estar sometidos a la legítima sospecha de que detrás de ellos puede haber un uso de bases de comparación convenientemente elegidas
“No señor, no mienta”. Con esas palabras el presidente Gabriel Boric retrucó al diputado UDI Sergio Bobadilla, quien le espetó durante su Cuenta Pública al país que el medio millón de empleos que el mandatario dijo se han creado en su gobierno correspondían a “empleos públicos”. Tras la interrupción el presidente Boric prosiguió enumerando cifras que a juicio del Gobierno confirman un mucho mejor momento en la economía, pese a los pesimistas pronósticos de muchos analistas. “Dejemos que los datos sean los que hablen”, dijo el mandatario.
Y los datos más recientes han estado avalando la tesis oficial, aunque siempre deben estar sometidos a la legítima sospecha de que detrás de ellos puede haber un cherry picking (parafraseando al propio presidente) o el uso de bases de comparación convenientemente elegidas y que parecen confirmar una aceleración o mejores performances relativas, en circunstancias que desde otras bases de comparación, lo que podrían estar constatando es que ha habido sólo una recuperación de niveles del pasado o, lo que es peor, que aún se está lejos de lograr cifras positivas, como ha sostenido con mucho énfasis el economista David Bravo respecto del mercado laboral chileno.
El ejercicio de mirar desde todos los ángulos posibles las cifras es justo y necesario, para evitar mal entendidos o dimes y diretes como el que alentó el diputado Bobadilla. Y en el caso del mercado laboral lo es, muy especialmente, porque lo que allí ocurre está a muy poca distancia de lo que son las vivencias diarias de las personas. En el mercado del trabajo, más que, por ejemplo, en el mercado de capitales, las personas sufren en carne propia el buen o mal estado de cosas en la economía de un país. Aquí los datos deberían atemperar las frases exitistas, porque al final de cuentas la audiencia final son las personas de carne y hueso que alimentan las estadísticas que se esgrimen.
Algunas cifras del estado de cosas de este mercado que ha dado David Bravo apuntan a instalar que el país no vive sólo un mal momento, sino que derechamente Chile está en presencia de una emergencia laboral no declarada. Ha dicho, por ejemplo, que la tasa de ocupación actual es similar a la que existía en el país hace 10 años y que en esta dimensión Chile, junto a Panamá y Belice, mantiene un rezago sustantivo que inscribe al país en la lista de casos excepcionales (es decir, con uno de los peores desempeños en el mundo según dijo) que aún no logran recuperar los niveles prepandemia.
Otros datos que han salido a la luz en estos días se refieren a los niveles de informalidad existentes en el mercado laboral chileno. En efecto, los últimos datos de la Encuesta Nacional de Empleo delo Instituto Nacional de Estadísticas hablan de un aumento de 3,7% en la tasa de ocupación, con 337.567 puestos de trabajo creados en 12 meses, de los cuales 171.000 fueron empleos informales, con lo cual el stock de ocupaciones informales se empina en Chile a cerca de 2,6 millones de personas o, lo que es lo mismo, que el país registra una tasa de informalidad del 28%, cifra que esconde precarias condiciones de trabajo sobre todo para mujeres, jóvenes y adultos mayores.
Esta última condición, la de la informalidad, es también susceptible de miradas diversas, ya que habrá quienes sostengan que la informalidad laboral es un problema estructural que atraviesa a toda América Latina, donde los datos de 2022 mostraban un promedio de ocupación informal de 48,7%. Sin embargo, ese ejercicio de poner en perspectiva el dato nacional (bienvenido sea) no debería atenuar la urgencia con que debe ser abordado este y tantos otros problemas del mercado laboral que dejan una estela de efectos y pasivos de profundas implicancias en materia de recaudación fiscal, obligaciones previsionales, por no mencionar los desastrosos efectos que involucra en términos de calidad de vida y satisfacción personal.
Hace pocos días en una actividad organizada por la Sociedad de Fomento Fabril (Sofofa), el ministro de Hacienda Mario Marcel hizo un llamado a sumar fuerzas para que la frase Chile está de vuelta, sea más que una cuña periodística o un registro en las pantallas de los inversionistas, y pase a ser una fuerza vigorosa que se exprese en los niveles de dinamismo de la economía. El llamado ministerial no puede ser más pertinente, especialmente para esos millones de personas cuyas existencias se debaten en vivencias más significativas que lo que están diciendo los datos. Porque, tomando prestado el título de un libro de Houellebecq, una cosa es el mapa y otra muy distinta, el territorio.
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