Una “cultura compartida”: los delfines que cooperan con pescadores artesanales para obtener un botín mayor
Los cetáceos de Laguna, en Brasil, colaboran con los humanos empujando los bancos de pescado hacia la playa en la que echan las redes, uno de los últimos casos de coordinación entre personas y vida salvaje
En la costa del municipio de Laguna, al suroeste de Brasil, hace al menos cien años que se da una curiosa colaboración: depredadores de dos especies distintas que cooperan y se sincronizan. El objetivo de esta estrategia es obtener juntos, humanos y delfines mulares, un botín mayor del que conseguirían cada uno por su cuenta. Y lo logran, según un estudio que ha analizado esta conducta. En el lago interno que se forma junto a la costa brasileña del Atlántico, los pescadores artesanales de la región saben que en el momento en el que los delfines salvajes se sumergen en el agua tras emitir sus característicos chasquidos, deben lanzar sus redes en un intervalo de no más de 20 segundos. Este “pastoreo” acuático cumple un objetivo clásico de la estrategia militar: al dividirse el banco de peces para intentar escapar de la amenaza, caen en las garras del otro, y viceversa.
“El banco de peces, moviéndose coordinado y en grupo, es infranqueable”, detalla el autor principal de una nueva investigación, Mauricio Cantor, de la Universidad de Oregón (Estados Unidos). Con la práctica, ese “coaprendizaje”, como lo denomina el biólogo, ha permitido comprender a delfines y humanos que si los cetáceos ahuyentan hacia la playa a los peces y justo los pescadores lanzan su red, prácticamente al unísono, la pesca será mayor para ambos depredadores. Es un equilibrio entre los pescadores locales de subsistencia y una manada de entre 50-60 delfines que se ha mantenido constante durante al menos más de 100 años desde que se tiene registro. El trabajo para documentarlo ha llevado casi dos décadas, y se ofrecen los detalles del fenómeno este lunes en la revista PNAS.
Los científicos han observado que “los delfines se zambullen durante más tiempo y modifican su comportamiento” cuando buscan alimento junto a los pescadores. Y, sobre todo, los cetáceos que cooperan con los humanos aumentan un 13% su probabilidad de sobrevivir, “una muestra de beneficio a largo plazo”, porque reducen el riesgo de morir accidentalmente en las redes de los grandes buques al salir a alta mar a alimentarse. “Los pescadores ancianos les ponen nombres, pueden reconocerlos, y a los colaboradores los consideran los delfines buenos”, bromea el investigador.
Cantor destaca las dinámicas de sincronización entre ambas especies al cazar. En términos evolutivos, estas prácticas cooperativas son “un fenómeno raro”, explica el también ecólogo. Se conoce otro caso de colaboración de humanos con pájaros para conseguir miel en África, que va a ser su próxima área de trabajo. Al tratarse de un fenómeno tan escaso, los autores dedican el último apartado de su publicación a presentar posibles escenarios de conservación donde la práctica de pesca tradicional pueda continuar, con una población de delfines estable y en equilibrio con su entorno.
Los delfines se zambullen durante más tiempo y modifican su comportamiento; los que cooperan sobreviven más, una muestra de beneficio a largo plazoMauricio Cantor, investigador de la Universidad de Oregón
Esta colaboración entre especies ha llevado al equipo del investigador a desarrollar todo un sistema multiplataforma para registrar lo que ocurre en la playa del lago. El estudio mide el fenómeno por tierra, mar y aire: imágenes aéreas con dron, científicos sobre el terreno tomando datos, audífonos subacuáticos para detectar los chasquidos de ecolocalización de los delfines y el ruido de las redes sumergiéndose. El objetivo: registrar hasta el detalle cómo han aprendido ambas especies a convivir e interactuar por un mismo premio sin destruirse.
La transmisión cultural entre los delfines, reflexiona Adrián González, responsable de cuidadores de mamíferos marinos del Oceanogràfic de Valencia y que no ha participado en esta investigación, es lo que diferencia al estudio de otros, debido a lo bien documentado que está. “Hay aprendizaje de padres a hijos, lo que quiere decir que la cultura aporta beneficios a los delfines a largo plazo”, detalla el especialista, e insiste: “El trabajo destaca que sobreviven los ejemplares que más consumen, en este caso pescado, y menor desgaste energético les supone”. Respecto al conservacionismo de la zona, el investigador González sugiere que probablemente la población local de Laguna tenga mucho que ver en la coordinación pacífica entre dos especies depredadoras, ya que Brasil no se trata de un país muy ballenero, facilitando esto una colaboración más fluida con los delfines.
José Zamorano-Abramson, del grupo de psicobiología evolutiva de la Universidad Complutense de Madrid, considera que la “estrategia de cooperación sincronizada” es el “gran aporte del trabajo”, ya que “muestra sincronía entre diferentes especies con el fin de alcanzar un objetivo externo”. El profesor, que no ha participado en este estudio, relata que desde los tiempos del naturalista Plinio el Viejo, hace más de 2.000 años en la costa mediterránea, se dan relatos de pescadores que cuentan con la ayuda de los cetáceos para capturar peces. El investigador señala cómo, hoy en día, en Australia e India también ocurren encuentros entre personas y delfines nariz de botella similares a los de Brasil “Pero también ocurría con orcas, como en Chile, donde eran de gran ayuda para capturar ballenas”, narra el psicólogo, que lo define como caza cooperativa.
El profesor Zamorano-Abramson califica el nuevo estudio como uno de los “pocos ejemplos” donde se mide el “aprendizaje social a través del tiempo entre especies, una cultura compartida”. Es por este motivo que el investigador resalta la importancia de mantener viva esta práctica en beneficio de todos, en concordancia con los autores.
El investigador principal admite un “sentimiento agridulce” en su experiencia de estudiar los últimos coletazos de una cooperación probablemente condenada a extinguirse debido a la amenaza de la pesca intensiva, que captura a los delfines que salen de la laguna hacia alta mar en el Atlántico. Por eso Cantor resalta que el estudio del área requiere “salvaguardar uno de los últimos casos de cooperación entre el hombre y la vida salvaje”.
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