El cambio climático trastoca la hibernación: las hembras de ardillas árticas la acortan, pero los machos, no
Los inviernos más cálidos de las últimas décadas están alterando una estrategia de supervivencia invernal moldeada por millones de años de evolución
Cuando llega el frío, y en Alaska llega pronto, los suslik árticos hurgan más hondo en el suelo hasta llegar a la capa helada de la tierra, el permafrost. Allí, estas ardillas de tierra pasan el invierno aletargadas. Su estrategia de hibernación es de las más extremas que se conocen: reducen su actividad metabólica hasta el 1% y rebajan su temperatura hasta llegar casi a la congelación. En primavera, cuando la nieve empieza a retirarse, salen del letargo y vuelven a convertirse en la clave de bóveda del ecosistema ártico terrestre: principal herbívoro, el suslik da de comer a zorros, linces, l...
Cuando llega el frío, y en Alaska llega pronto, los suslik árticos hurgan más hondo en el suelo hasta llegar a la capa helada de la tierra, el permafrost. Allí, estas ardillas de tierra pasan el invierno aletargadas. Su estrategia de hibernación es de las más extremas que se conocen: reducen su actividad metabólica hasta el 1% y rebajan su temperatura hasta llegar casi a la congelación. En primavera, cuando la nieve empieza a retirarse, salen del letargo y vuelven a convertirse en la clave de bóveda del ecosistema ártico terrestre: principal herbívoro, el suslik da de comer a zorros, linces, lobos, osos y águilas en regiones donde no abunda la comida. Durante casi tres décadas, un grupo de científicos ha estudiado dos poblaciones de estos roedores. Los resultados de su trabajo, publicados en Science, muestran que han bastado 25 años para que el cambio climático haya trastocado una de las más sofisticadas estrategias de supervivencia moldeadas por millones de años de evolución: las hembras suslik han adelantado el fin de la hibernación, pero no los machos. Está por ver las consecuencias de tal desajuste.
Por diferentes razones, como la amplificación térmica provocada por el deshielo o la mayor insolación, el calentamiento global es más acusado en las zonas árticas. Por eso, los científicos usan el Ártico y las especies que viven en él como centinelas del cambio climático. Uno de esos vigilantes es el suslik ártico (Urocitellus parryii), un pequeño animal de 40 centímetros que no supera los 800 gramos que abunda en toda la franja ártica, desde Alaska hasta Siberia, pasando por el norte de Canadá. Durante casi 30 años, investigadores estadounidenses han seguido en Alaska el ciclo vital de 199 de estos animalitos a los que colocaron sensores, relacionando su conducta con el cambio climático local.
“Nuestros datos muestran que la capa activa, la capa de suelo sobre el permafrost, se congela cada vez más tarde en otoño, no se enfría tanto en pleno invierno y se descongela un poco antes en primavera”, dice la científica del Servicio Forestal de Estados Unidos y principal autora del estudio, Helen Chmura. La temperatura media anual en la región de estudio ha subido, en especial en invierno, desde que iniciaron el estudio en 1993. Y la congelación del suelo, que midieron a un metro de profundidad, se ha ido retrasando a un ritmo de cuatro días por década. Mientras, la temperatura mínima del suelo, que podía bajar de los -30º, ha subido casi 5º. Además, añade Chmura, “estos cambios, que equivalen a una reducción de aproximadamente 10 días del tiempo que el suelo se congela, se han producido en solo 25 años, lo que es un ritmo muy rápido”.
¿Cómo han reaccionado los animales que hibernan a tanto cambio ambiental? Los sensores colocados a los suslik muestran que no han retrasado el inicio del letargo, pero sí han adelantado su despertar en diez días, el mismo lapso en el que se ha reducido la congelación de la capa superficial del suelo. Estos roedores son de los pocos hibernadores que usan el letargo termogénico. Las especies de zonas templadas, como los osos, son capaces de rebajar su temperatura corporal para igualarla a la ambiental de su madriguera. Pero en las del suslik, el frío puede ser de muchos grados bajo cero, lo que congelaría sus tejidos. Para sobrevivir, este animal es capaz de reactivar su metabolismo lo necesario para generar calor y evitar congelarse, haciéndolo todas las veces que haga falta. Según este estudio, ahora activan este mecanismo de supervivencia 37 días menos que hace 25 años.
El biólogo de la Universidad Estatal de Colorado (Estados Unidos) Cory Williams lleva dos décadas estudiando a los suslik, desde que trabajaba en la Universidad de Alaska Fairbanks. Autor sénior de este estudio, cuenta en un correo que la clave no es tanto la temperatura: “Si bien este cambio es provocado por el calentamiento climático, no creemos que la temperatura sea la única señal, o incluso la señal más importante, utilizada por estos animales. Como parte de nuestro estudio a largo plazo, descubrimos que, cuando se acerca el final de la hibernación, las hembras van muestreando las condiciones en la superficie. Si hay una gran capa de nieve, volverán a entrar en hibernación, alargándola”. Solo salen de ella cuando hay una superficie suficiente libre de nieve para poder alimentarse. Y el reverdecimiento en estas latitudes se produce cada vez antes.
“Los machos terminan la hibernación más de un mes antes que las hembras. Lo hacen porque les lleva varias semanas pasar la pubertad cada primavera”Cory Williams, biólogo de la Universidad Estatal de Colorado, Estados Unidos
Lo más llamativo de este trabajo es que, aunque machos y hembras inician la hibernación a la vez, solo las hembras la han acortado en esa decena de días. Williams aclara que ambos géneros no despiertan a la vez. “Los machos terminan la hibernación más de un mes antes que las hembras. Permanecen bajo tierra después de terminar la hibernación aproximadamente otro mes y se alimentan de sus reservas de comida; lo hacen porque les lleva varias semanas pasar la pubertad cada primavera y alcanzar la madurez sexual. Al terminar la hibernación un mes antes que las hembras, pueden asegurarse de que son fisiológicamente capaces de aparearse tan pronto como emergen ella”, explica.
Esta diferencia de inicio explica que, por ahora, el adelanto del fin de la hibernación de las hembras no sea dramático. De hecho, los investigadores creen que está siendo positivo, ya que tienen que recurrir menos al letargo termogénico, una estrategia muy costosa. Pero si el fenómeno sigue, podría producirse un desajuste entre machos y hembras. Williams cree que, de seguir la tendencia, “tendremos una fuerte selección para la terminación temprana de la hibernación por parte de los machos” y confía en la plasticidad de estos animales para responder al reto climático.
La mayoría de los animales que hibernan lo hacen en latitudes donde puede hacer mucho frío, pero no tanto como el que soportan los suslik. En las regiones templadas no hay permafrost, así que no necesitan de un mecanismo tan extremo como el letargo termogénico. Sin embargo, el cambio climático también les está afectando. Una revisión publicada el año pasado, con trabajos sobre una treintena de especies que hibernan, mostró que el impacto del calentamiento está siendo desigual. Salvo en el caso de los murciélagos, para los que no se han detectado cambios en sus patrones de hibernación, la mayoría de los roedores están acortándola. Mientras, algunas especies de úrsidos, como el oso negro americano o el oso pardo europeo, lo que están haciendo es retrasando el inicio de su letargo otoñal.
Thomas Ruf, investigador del Instituto de Investigación en la Ecología de la Vida Salvaje de la Universidad de Medicina Veterinaria de Viena, cree que el cambio climático tendrá un impacto ambivalente, con ganadores y perdedores: “Las diferentes especies se verán afectadas de manera diferente, dependiendo de su sensibilidad a la temperatura. Creo que los osos serán los menos afectados, porque son excepcionales a la hora de mantener una temperatura corporal superior a 30° y no tienen despertares periódicos”.
Los osos han acortado su letargo
Sin embargo, los osos también están acortando su hibernación. El estudio de 70 años de datos recogidos en 12 parques nacionales y naturales de la Unión Soviética y después Rusia publicado en 2018 muestra cómo los cambios en las condiciones ambientales están afectando de forma generalizada al osos pardo. “Están retrasando su entrada en la osera y adelantando su salida. Así que pasan menos tiempo hibernando”, dice la bióloga sevillana María del Mar Delgado, primera autora de este estudio.
Delgado trabaja en el Instituto Mixto de Investigación en Biodiversidad del CSIC la Universidad de Oviedo, y el Principado de Asturias. Uno de sus campos de estudio son los 370 osos pardos de la cordillera cantábrica. Aquí no hace el frío de Rusia, así que “los osos no hibernan, pero sí pasan meses en un estado de letargo”, recuerda la investigadora. “En especial, las hembras, que siguen entrando en las oseras donde terminan su gestación, paren y crían hasta que salen en primavera”, añade. Aunque no hibernen, sus problemas son los mismos. “Al adelantar el momento en el que salen, sufren mayor estrés energético, las hembras han tenido menos tiempo para criar a los oseznos y que haga más calor, no les garantiza que haya alimento”, añade. El desajuste hace que tanto en Rusia como en España, termina Delgado, “tengan que recurrir a la agricultura y la ganadería, aumentando los conflictos con los humanos”.
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