Hoy volveré a ver ‘Los tramposos’
Conocí a Tony Leblanc en una televisión en blanco y negro, mi padre anunciaba —¡hombre, una película de Tony Leblanc!— creo que era El tigre de Chamberí. Notaba la admiración de mi padre en su voz, y aquello me parecía algo grande, pues solo le había oído ese tono hablando de Tyrone Power y Johnny Weismuller. Ese tipo divertido y caradura, castizo y chuleta, guapete y pícaro, pero sobre todo con buen fondo, me dejó fascinado. La admiración de mi padre se transmitió. Y empecé a admirar a Tony Leblanc, a ver todas sus películas.
Recuerdo haber visto en el Canadá, uno de los cines de mi barrio (quizás fue el Kursal) el Hombre que se quiso matar en un glorioso programa doble (la otra no la recuerdo). Tony en pantalla grande y en color me parecía aún más grandioso.
Hace poco un amigo que compartió conmigo los años de instituto me contó algo que yo no recordaba. En el patio del INB San Isidro en el momento más fructífero de mi carrera de cortometrajista en Super 8 le dije cuál sería mi sueño para realizar un primer largometraje: hacer una especie de James Bond a la española, con Tony Leblanc.
No lo recordaba, pero no me sorprende, me parece muy buena idea.
Muchos años más tarde recibí mi primer premio Goya por un cortometraje. Se lo dediqué a mis héroes, detrás de la cámaram a Berlanga y delante de ella, a Tony Leblanc. Él estaba allí esa noche, recibía un premio de honor a toda su carrera. Su hijo, para agradecer mi detalle, me llevó entre bambalinas a conocerle. Tony estaba muy nervioso pensando en su discurso y creo que ni me miró, solo miraba mi premio Goya y me pidió cogerlo (quería saber si pesaba demasiado y si podría sostenerlo sin problemas). Mientras tanto yo me tiré a la piscina (llevaba ya dos años planeando hacer Torrente) y le pregunté a Tony si querría volver al cine, me dijo que no, que ya no podía apenas andar, yo le dije que sería un papel de inválido en silla de ruedas. Entonces me miró y me dijo que entonces ya veríamos. Y así quedó la cosa. La puerta abierta.
Tres años más tarde, de la mano de Mariano Ozores, nos presentamos en su casa el productor de la película, Andres Vicente Gómez, y yo. Tras cientos de horas de cabezonería por mi parte y reticencias (lógicas) por parte de Tony, le convencí.
Actúa en la película y recibe un goya al mejor actor secundario.
Me adoptan y me convierto en parte de su familia.
Hacemos tres películas más, en las que Tony interpreta a dos tíos de Torrente y a su abuela. Pasamos cientos de horas discutiendo, hablando y riéndonos. Hablamos de cine, de la vida, del arte, del cine, de todo y de nada y otra vez del cine.
Planeamos en casa, mientras nos comemos unos pasteles, una aparición mítica en Torrente 5.
Y ahora me encuentro escribiendo una necrológica.
No me parece un buen final para esta historia. Así que esta noche veré por enésima vez Los Tramposos para seguir admirando a mi amigo.
Santiago Segura dirigió a Tony Leblanc en las cuatro películas de la saga Torrente.
Babelia
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