Otra vez México
¿Por qué no romper la costumbre de que un año sea peninsular el premiado y otro año un americano? ¿No hablaba la Constitución gaditana de los españoles de ambos hemisferios?
Otra vez un mexicano obtiene el Premio Cervantes, y van seis los galardonados con él. Aquellas palabras que Octavio Paz resucitó del olvido y que, en boca del malhadado emperador Agustín de Iturbide, afirmaban que México era la rama que se desprendía del tronco español, se ven nuevamente confirmadas por el reconocimiento que obtienen las letras mexicanas desde la patria de Cervantes. El propio Paz, Carlos Fuentes, Sergio Pitol, José Emilio Pacheco, Elena Poniatowska y ahora Fernando del Paso han puesto en evidencia que la fertilidad literaria que habita en tierras mexicanas desprende un talento tan enérgico y seductor que nos debe hacer pensar a quienes habitamos la frontera norte y europea de Iberoamérica, que hay que aceptar que es allí donde reside, sin lugar a dudas, el solar más esplendoroso de la cultura en español entrado el siglo XXI.
Fernando del Paso confirma lo dicho. Su estilo elegante y tenso, que arrastra la complejidad del tiempo interiorizado por los protagonistas de sus novelas, saca a la luz que la rama americana se confunde abruptamente con el tronco de una europeidad que despliega toda su tragedia y todos sus sueños en un equilibrio alucinado. Como el del monólogo de esa Carlota, emperatriz de México que, en Noticias del Imperio, proyecta las sombras triestinas de una locura que evoca estilísticamente a Joyce pero bajo el palio turbio de una historia en la que se abrazan Faulkner y Rulfo a través del malhadado imperio de Maximiliano, el más romántico y liberal de los hermanos de Francisco José. Por otra parte, la melena plateada de Fernando del Paso lo hace rugir como un viejo león que también es poeta. Excesivo, vivaz, impetuoso y con una extravagante compasión de dandy mexicano, Fernando del Paso nos arrastra por la pendiente de esa especie de agujero de Alicia en el país de las maravillas que es su obra y, desprovisto de contemplaciones, nos pone en evidencia que las palabras juegan, saltan, ríen y nos enloquecen como sucede en Palinuro de México. Así es Del Paso: un genio chispeante y aristocrático que no oculta sus filias y fobias, que vive a contrapelo estético y que es capaz de blandir frente a la desesperación del tiempo la locura mágica del sinsentido de las cosas que merecen la pena ser vividas con pasión y desmesura.
Termino. Otra vez México, sí, pero por qué no otra vez Colombia, Argentina, Chile o Cuba y tener que esperar hasta al año 2017 para ver de nuevo a un iberoamericano… ¿Por qué no romper la costumbre de que un año sea peninsular el premiado y otro año un americano? ¿Por qué no reconocer que la patria literaria de Cervantes elige a sus premios sin distinguir entre unos y otros? ¿Por qué no reconocer que somos la patria literaria de la cultura en español y rompemos la norma y aceptamos que se reconozca el talento cervantino allí donde habite y merezca ser premiado? ¿No hablaba la Constitución gaditana de los españoles de ambos hemisferios? Pues aceptémoslo y soñemos literariamente con ello y pongamos sobre la mesa una reflexión en la que estoy seguro de que nos encontraremos todos los que creemos que en Alcalá se celebra el español, la lengua de todos los que sentimos a Cervantes como lo que es: nuestra más profunda y sincera Patria. Nuestro único y verdadero tronco.
José María Lassalle es Secretario de Estado de Cultura
Babelia
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