La atracción por las coordenadas
La Hispanic Society of America posee la mayor colección estadounidense de cartas náuticas y atlas manuscritos mediterráneos del XVI y XVII, y la cuarta colección del mundo
Detenerse a observar un mapa es casi siempre un ejercicio de evasión que, muy a menudo, incluye un deseo de movimiento. Tal vez esa parte de imaginación, o sueño, o ambición, o incluso huida, sea lo que los convierte en algo más que en una útil representación gráfica para la ubicación. La cartografía acumula coleccionistas por todo el mundo, cada vez más empresas se dedican exclusivamente a embellecer estas cartas, y surgen por doquier amantes creadores que versionan o reinterpretan.
La exposición de la Hispanic Society of America (HSA) trae cinco documentos al Museo del Prado: el atlas mundial de Battista Agnese (Venecia, 1550), el atlas del mar Mediterráneo y del Atlántico oriental, de Joan Martines (Messina, 1582), el mapamundi de Giovanni Vespucci (Sevilla, 1526), el mapa de Tequaltiche (México, 1584), y el plano de Ignacio Castera y Anselmo López de Ciudad de México (México, 1776). El Departamento de Manuscritos y Libros Raros de esta institución americana posee la mayor colección estadounidense de cartas náuticas y atlas manuscritos mediterráneos de los siglos XVI y XVII, y la cuarta colección mundial —por detrás de la Biblioteca Nacional de Francia, en París, la Librería Británica, en Londres, y el Museo Correr de Venecia—.
Fernando Allende es profesor en el departamento de Geografía de la Universidad Autónoma de Madrid desde hace 15 años, y apunta que, históricamente, la cartografía es una herramienta para conocer lo desconocido, iniciada en Grecia. “La idea de la esfericidad de la tierra ha sido atribuida a Tales de Mileto (siglo VII-VI a.d. C.), y quizás el primer mapa”. Para él, que enseña Geografía Física, un mapa no tiene sentido si no es útil. Y así fue como nacieron, ya en la Prehistoria, aquellas iconografías sobre la piedra de las cuevas que marcaban la caza y la recolección. Aunque esa utilidad de la que habla Allende, quede obsoleta según avanza el tiempo.
Hoy nadie utilizaría el Manual de instrucciones náuticas y astronómicas para uso de la Universidad de Mareantes —como es probable que nadie, o casi nadie, abra ya la guía Campsa en una gasolinera en medio de una autovía— pero ese pequeño manuscrito en papel de apenas 17 x 41 centímetros fue en su momento guía para los navegantes, la seguridad de saber cómo y hacia dónde dirigirse. Quizás, parte del atractivo, sea también que transmiten la sensación de seguridad, de no poder perderse.
Para el geógrafo Carlos de la Rocha, de Desperta Ferro Ediciones, hay multitud de aspectos que recuerdan los posibles motivos de la fascinación por los mapas: “Nos proporcionan conocimiento de un territorio, un espacio, un paisaje, nos permiten obtener una gran cantidad de información a golpe de vista (ubicación del agua, del sitio de mayor o menor altitud), nos invitan a descubrir, imaginar, nos permiten establecer distancias, recorridos, nos sirven de orientación”. ¿Quién no lleva un callejero, en papel o en el teléfono móvil, cuando visita una nueva ciudad?
El valor histórico, unido a esas razones, es parte del argumentario de la sección de cartografía que la HSA ha incluido en esta muestra, caracterizado por el tránsito de la península ibérica a América entre el siglo XV y el XVI. Arte y cofre del saber científico y geográfico de aquella época, espejo también del contraste existente entre la mirada al mundo de Europa y la indígena americana. Según de la Rocha, es posible que gran parte del interés tenga que ver con uno de sus propósitos iniciales: conocer y explorar el mundo, porque, además de las narraciones personales que se crean alrededor de los mapas, permiten descubrir caminos que ya eligieron otros.
Detrás de cada mapa creamos una historia que quedará guardada para siempre en nuestro recuerdo
“Por un momento nos convertimos en grandes viajeros, desarrollan nuestro espíritu explorador. ¿Quién en algún momento de su vida no ha soñado dejando caer el dedo sobre algún lugar de un mapa? Detrás de cada mapa creamos una historia que quedará guardada para siempre en nuestro recuerdo”, espeta de la Rocha, y añade que Kant ya avisó de lo excepcional de ambas ciencias, la Geografía y la Historia, “por el simple hecho de explicar los acontecimientos que ocurren durante el tiempo y en el espacio (Geografía)”. Despertando así el deseo de conocimiento, algo que reflejan de forma nítida los ejemplares de la HSA, enfocados a la búsqueda de nuevos lugares, al descubrimiento; algo que, con los siglos, se fue transformando en límites, de imperios, de pueblos, de naciones… Y que todos, con mayor o menor intensidad, hemos estudiado en libros de texto.
“Los mapas van unidos también a nuestra identidad política y social, se convierten en instrumentos imprescindibles para la conquista y para delimitar fronteras sociales, políticas y de influencia económica”. Para de la Rocha, la sociedad actual, nacida de la revolución tecnológica, va a dar relevancia a dos aspectos más: la toma de decisiones y la memoria. “En un mundo bombardeado con miles de datos e información que se maneja con big data es prácticamente imposible tomar decisiones sin una visión de conjunto, sin una representación que de una mirada nos revele la esencia del problema a tratar o la decisión a tomar”. Para los grandes poderes, entre ellos los gigantes empresariales, la información es esencial: el qué, el quién, y también, el dónde. De la Rocha sentencia: “Los mapas son poder, de muchas tipologías, pero poder sobre todo para la toma de decisiones de cualquier índole, ya sea estratégica, económica, cultural, política, social…”
Mapas, planos, atlas, cartas náuticas, callejeros… documentos al servicio de exploradores y descubridores, de colonialistas y aventureros, primero. De todos, al final. Y siempre bajo la misma esencia, esa hambre de conocimiento que arrastra y define al ser humano.
Breve historia de la cartografía
Fernando Allende hace un repaso por la evolución de la ciencia cartográfica hasta la llegada del sistema de medida universal para la elaboración de mapas en 1940, de la mano del servicio topográfico del ejército de Estados, el llamado sistema UTM (Universal Transverse Mercator).
La cuna, en Grecia
La cartografía se inició en Grecia. Se atribuye a Tales de Mileto (siglo VII-VI a. d. C.) la idea de la esfericidad de la tierra. Quizás el primer mapa.
El plano gigante
Gracias al empleo sistemático de instrumentos matemáticos, como la dioptra, se desarrolló sobremanera la cartografía urbana, cuyo mejor exponente es sin duda el Forma Urbis Romae; un grandioso plano de población de 13 x 18 metros, grabado sobre 151 placas de mármol, ultimado entre los años 203 y 208.
La transición
La obra que más influencia ejerció en la cartografía islámica y renacentista europea fue la Geografía de Ptolomeo (100 - 170 d. C.)
El retroceso
El retroceso cultural que se produjo en Europa durante la Edad Media supuso que la Tierra volviese a considerarse un disco flotando en el océano. Por ejemplo, en la Cartografía Mapa medieval de “T en O” que aparece en la obra Etimologías de Isidoro de Sevilla (560-636).
Los portulanos
Los mapas eclesiásticos medievales no tenían ninguna utilidad en la navegación. A partir de la introducción de la brújula en el Mediterráneo (siglo XIII) aparecen las cartas portulanas, “portulanos” elaborados, en principio, por navegantes genoveses. Por ejemplo, la carta portulana elaborada por Angelino Dulcert en Mallorca en 1339. Es el primer portulano conocido elaborado en la isla. Como en otros portulanos catalanes, la cadena montañosa Atlas se representa con forma de pata de gallo, los Alpes en forma de T y los montes de Bohême en forma de herradura. Se conoce habitualmente como Atlas Catalán.
El primer atlas
Los cartógrafos fundamentales del siglo XVI ya no son navegantes sino que han recibido formación matemática. La proyección con más influencia en el desarrollo posterior de la cartografía fue la propuesta por Mercatoren en 1569, que había trabajado con el astrónomo y cartógrafo G. Frisius. Ortelius publica en 1570 una colección de mapas (Theatrum Orbis Terrarum) que se considera el primer atlas, es decir, la primera publicación que reúne una colección de mapas de tamaño manejable. Entre ellos figura el mapamundi denominado Typus Orbis Terrarum.
La triangulación
En la cartografía durante el siglo XVII se produjo un gran desarrollo científico y técnico (por ejemplo, el proceso de triangulación desarrollado por G. Frisiusy T. Brahe): hacia 1615 en Inglaterra e Italia se realizaron las primeras medidas por triangulación, en 1669, Jean Dominique Cassini y Jean Picard completaron el mapa topográfico de Francia.
Universal Transverse Mercator
En la década de 1940 el servicio topográfico del ejército de Estados Unidos diseñó el llamado sistema UTM (Universal Transverse Mercator) para elaborar mapas. La esfera se divide en 60 zonas de 6º de amplitud longitudinal entre las latitudes 84º N y 80º S. En cada una de esas zonas se realiza un proyección TM de forma que el factor de escala a lo largo del meridiano central de cada zona es 0,9996.