Anna Atkins: la primera fotógrafa
Autora del primer ilustrado con fotografías, su figura permaneció oscurecida por la historia. Una exposición recoge por primera vez su obra al completo
En 1840, la artista y botánica Anna Atkins (Tonbridge, Kent, Inglaterra 1799-1871) comenzó a experimentar con los nuevos procesos fotográficos que estaban siendo desarrollados en los albores del creativo ambiente científico de la Inglaterra victoriana. Tres años más tarde inició la publicación de Photographs of British Algae, un monográfico sobre las algas del Reino Unido, para cuya elaboración utilizó la cianotipia como técnica fotográfica. Publicado en fascículos durante diez años, hoy en día es reconocido como el primer libro impreso e ilustrado con fotografías. Sin embargo, tuvo que pasar más de un siglo para que su obra obtuviese el merecido reconocimiento.
La exposición Blue Prints: The Pioneering Photographs of Anna Atkins se exhibe en la New York Public Library. Se trata de la mayor exhibición dedicada a esta pionera de la fotografía, de quien se ha dicho que pudiera ser la primera mujer fotógrafa. Lo fuese o no, ciertamente sí fue la primera mujer en ejercer una práctica continuada y significativa del medio. Su obra no solo evidencia su pasión por la naturaleza, la ciencia y el dibujo, sino que va mucho más allá de la mera ilustración científica, en lo que se refiere a su cuidada estética y habilidad técnica. La disposición de las algas, los helechos y las plantas en flor sobre el característico fondo azul Prusia de los cianotipos resulta tan etérea como minuciosa en sus detalles; el arte se funde con el rigor cienctífico. La muestra centra fundamentalmente su interés en la publicación de Photographs of British Algae y en los experimentos de la fotógrafa autodidacta en colaboración con su amiga Anne Dixon (prima segunda de la escritora Jane Austen), entre los cuales destaca Cyanotypes of British and Foreign Ferns. Reúne también su correspondencia, sus acuarelas y otro tipo de material de archivo.
Hasta los años ochenta la obra de Atkins era solo conocida por un reducido número de personas: historiadores, académicos, coleccionistas y marchantes. Fue el historiador Larry J. Schaaf (comisario de la exposición en colaboración con Josh Chuang) quien partiendo de escasos datos sobre su vida publicó Sun Gardens, el primer monográfico dedicado a la figura de esta visionaria, estableciendo su legado como pionera en la historia de la fotografía y de la ilustración de libros. Hasta entonces, The Pencil of Nature, la obra de Henry Fox Talbot (cuya primera parte fue publicada meses después de que apareciese Photographs of British Algae), figuraba como el primer libro ilustrado con fotografías. “Fueron colegas, nunca competidores. Atkins regaló a Talbot una serie parcial de British Algae, y Talbot correspondió enviándole una de las partes de Pencil”, lee uno de los textos que acompaña a las obras. “Las dos publicaciones históricas eran de hecho muy distintas en su alcance, propósito y realización”. Pencil había sido ideado con un fin comercial, como un prospecto o anuncio de su invento: el calotipo. Debido a problemas de producción, tuvo que abandonar el proyecto después de los seis primeros fascículos. Por el contrario, el propósito de Atkins era hacer algo útil para la ciencia, consciente de que algunas de las plantas eran “tan diminutas que resulta muy difícil hacer dibujos precisos de ellas”, tal y como escribía en su correspondencia.
Huérfana de madre, fue su padre, John George Children, director del departamento de Historia Natural del Museo Británico, quien le inculcó el amor por la ciencia. Cuando en 1823 este se dispuso a traducir la obra del francés Jean-Baptiste Lamarck, Histoire Naturelle des Animaux sans Vertebris, alentó a su hija a realizar ilustraciones de las distintas especies de moluscos. En los más de 250 dibujos, de los cuales muchos fueron publicados como grabados en el Quarterly Journal of Science, Literature and Art, quedó evidenciada su destreza artística, así como su minuciosidad y perfección para reproducir los distintos pequeños matices necesarios para ajustarse a los rigores de la ciencia. Pintaba acuarelas y practicaba la litografía. La botánica se convirtió en su pasión. Era una de las pocas áreas de la ciencia que admitía las colaboraciones del sexo femenino en la Inglaterra victoriana, así Atkins llegó a ser miembro de la Sociedad Botánica de Londres.
A la muerte de su padre en 1952, Atkins recopilaría su obra científica, así como su poesía, en un libro, Memoir of J.C Children, Esq. el cual, a pesar de que la artista evitó cualquier mención de sí misma, supone una reveladora la fuente de información acerca de su vida y personalidad, dada la escasez de otro tipo de documentación.
Dentro de su círculo de amistades se encontraba John F.W. Herschel, quien inventó la cianotipia en 1942 —además de acuñar los términos “fotografía”, “positivo” y “negativo”—. Fue él quien introdujo a la artista en su uso. Atkins colocaba las muestras de la planta directamente sobre un papel sensibilizado por sales de hierro y las presionaba con un cristal. Expuestas a la luz durante unos quince minutos, y luego lavadas con agua, las partes no cubiertas del papel se tornan azules. Cada imagen llevaba incorporado el nombre de la muestra, grabando el nombre primero en un papel transparente que servía como un negativo a ser impreso. La edición completa de British Algae alcanzaba aproximadamente cuatrocientas imágenes. Concebido en fascículos, la autora los distribuía personalmente o través de sus sirvientes, a amigos, o conocidos, librerías e instituciones, con recomendaciones para su encuadernación. No recibía ningún tipo de pago por ello. Se conservan veinticinco copias.
La publicación iba firmada simplemente con sus iniciales, A. A., lo que hizo que un académico del siglo XIX las interpretara como “Anonymous Amateur”. Este dato confirma su desinterés en alcanzar un reconocimiento profesional lo que contribuyó al oscurecimiento de su figura. En algunos relatos de los comienzos de la fotografía se encuentran vagas referencias a las actividades de “una dama”, y en ocasiones su obra fue atribuida a Herschel. Muchos años después, Man Ray o Moholy-Nagy encontraron en la obra de la artista una verdadera fuente de inspiración. Hoy Anna Atkins ocupa su lugar merecido en la historia por sus fotografías realizadas sin cámara y sigue inspirando a las nuevas generaciones.
Blue Prints: The Pioneering Photographs of Anna Atkins. New York Public Library, Nueva York. Hasta el 17 de febrero.
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