Festival Celsius 232, el único superviviente
El encuentro de ciencia ficción y fantasía ha sido el primero “100% presencial” desde el inicio de la pandemia, y en él han participado autores de Israel, Venezuela o Francia, además de España
Prometía esta, la IX edición del Celsius 232, ser la más polémica de todas. No en vano, Orson Scott Card iba a aterrizar en Avilés esta semana y a descubrir si las amenazas al boicot de su presencia en el legendario festival de ciencia ficción iban en serio. Pero estalló una pandemia global y el dos veces ganador del Hugo y el Nébula se quedó en casa —como buena parte del resto de invitados— y la polémica quedó pospuesta un año, aunque el festival se celebró de todas formas porque “la vida sigue...
Prometía esta, la IX edición del Celsius 232, ser la más polémica de todas. No en vano, Orson Scott Card iba a aterrizar en Avilés esta semana y a descubrir si las amenazas al boicot de su presencia en el legendario festival de ciencia ficción iban en serio. Pero estalló una pandemia global y el dos veces ganador del Hugo y el Nébula se quedó en casa —como buena parte del resto de invitados— y la polémica quedó pospuesta un año, aunque el festival se celebró de todas formas porque “la vida sigue”. El que habla es Diego García, uno de sus organizadores. Viste una camiseta de irónico mensaje, “2020, escrito por Stephen King”. Se diría que tiene su lógica que el único festival literario capaz de sobrevivir a lo que parece el fin del mundo —o el inicio del fin de un tipo de mundo— sea uno de ciencia ficción, ¿o no han estado los lectores de género preparándose durante años para esto? Porque el Celsius 232 fue durante la semana pasada el primer festival “100% presencial” desde el inicio de la pandemia.
Con un circuito unidireccional —el festival se celebró en la calle, pero solo podía caminarse en una dirección entre las casetas —, limitación de aforo —de las 600 butacas del auditorio se ha pasado a 133, y de las más de 100 personas que cabían en la carpa de actividades, a las apenas 25 — y un código QR que te sitúa en cada una de ellas para controlar la trazabilidad —la organización sabe quiénes han estado, con nombres y apellidos, en cada una de las charlas —, el festival se ha blindado para que “la seguridad sea total” en todo momento. Hubo cuatro agentes dando vueltas por la pequeña zona constantemente, e incluso policías de paisano accediendo a las charlas para asegurar que todo el mundo utiliza mascarilla y se cumplen los protocolos. Incluido el de limpiar, tú mismo, los brazos de la butaca en la que vas a sentarte con una toallita desinfectante.
“No queríamos un festival virtual, porque el espíritu del Celsius es presencial. El Celsius es un punto de encuentro, una experiencia. El festival existe gracias a la atmósfera que se crea. No hubiera tenido ningún sentido trasladarlo a la pantalla”, dice García Cruz. Inevitablemente, el programa adelgazó —junto al de Scott Card, polémico por su lucha contra el matrimonio homosexual, había nombres gigantescos del género, como el de la creadora de True Blood, Charlaine Harris, el de Victoria Schwab, Marie Lu, o Claudia Grey, una de las cinco arquitectas del nuevo universo Star Wars —, pero mantuvo el quinto día —este año, a los tradicionales cuatro días se le había sumado uno, el martes — y, en el ecuador del mismo, se diría que poco o nada se echaba de menos. “Hay menos gente, sí, pero las ventas son las mismas”, aseguraba Christian Rodríguez, editor de Insólita.
Rodríguez, responsable del sello que ha publicado a Becky Chambers en España, ha tenido stand propio durante el festival desde que fundó la editorial. Y asegura que este año, por el momento, no es distinto en cuanto a ventas que los anteriores. “El miércoles he vendido lo mismo que el del año pasado”, dice. El libro que más ha vendido es Ciudad de Jade, de Fonda Lee, novela ganadora del World Fantasy Award de 2018, y que Rodríguez define como “un cruce entre El Padrino y Kung-Fu”. De hecho, si pasas el tiempo suficiente en la zona de las casetas, no tardas en ver pasar a alguien que lo lleva encima, y que quizá vaya camino de una charla de Richard Morgan.
El autor de Altered Carbon —la serie de novelas que inspiraron la serie de Netflix — es quizá el nombre más llamativo del cartel. Y también el que más se repite. Hasta en cuatro charlas participa. Una dedicada a su trabajo en el mundo de los videojuegos, otra a su condición de guionista de La Viuda Negra —y responsable de la resurrección del personaje —, una tercera a, obviamente, Altered Carbon, y una última dedicada a la ciencia ficción europea, con otros nombres clave que pudieron viajar para la ocasión, como el de Liz Williams, Catherine DuFour, y el habitual Ian MacDonald. Habla un perfecto español —está casado con una madrileña —, y, a una distancia adecuada, se quita la mascarilla para hablar ante unas 50 personas, los interesados en su affaire con el personaje de Marvel que acabó interpretando en el cine Scarlett Johansson. En un momento dado dice que, como él no había leído muchos cómics, le sorprendió que los personajes femeninos “solo fuesen concebidos como compañeras de los tíos” y que, cuando tuvo la oportunidad, “le di la vuelta a eso”.
A mesas tituladas ¿Es caro ser cosplayer? y Pelucas: tipos, usos y trucos, que sustituyen a talleres imposibles – “no ha habido manera de poder organizarlos, en especial los infantiles, no podía garantizarse la seguridad”, dice García Cruz – acompañan otras de lo mejor de la literatura infantil nacional, algo habitual en un festival que, pese a ser de género, “es a la vez el que más cabida da a la literatura infantil y juvenil” del país. La que habla es Ana Campoy, autora de Familia a la fuga. Si la programación infantil este año parece más potente que otros no es porque lo sea, porque, como dice Sara Cano, otra de las autoras invitadas (responsable de Jurásico Total y Presidenta por Sorpresa), “es tan potente como siempre”, sino que lo que ocurre es que, ante la inevitable pérdida de músculo del género, brilla mucho más. Como brillan nuevas iniciativas como charlas sobre música y espiritismo, o historias secretas de la magia, que pueblan un programa que este año abraza más que nunca a lo más literario.
El año en el que el Kelvin a Mejor Novela se lo ha llevado Mariana Enríquez por Nuestra parte de noche es también el año en el que más autores que no suelen relacionarse con el género pisarán el festival. Por ejemplo, el viernes lo hizo Celso Castro —que este año ha publicado Las brujas — y el sábado, Martín Caparrós, que ha escrito una novela futurista sobre una nueva forma de vida que ha acabado con la muerte: Sinfín. “Es algo que haremos cada vez más, porque el género está hoy presente en todas partes, y queremos que el festival se abra a todo aquel que lo practique de la forma que sea”, dice Jorge Iván Argiz, el segundo de los tres responsables. La tercera es Cristina Macía, tan pendiente de que se cumplan todas las normas que ya hasta los policías bromean con ella. “Acaban de decirme que me faltaba un gaitero en la entrada y otro a la salida y por un momento he pensado que no bromeaban”, dice.
Al margen de la paranoia, lo cierto es que el gel hidroalcohólico está por todas partes —y no solo está, sino que hay voluntarios, “hasta una veintena”, especifica García Cruz, rociándoselo a los participantes, es decir, a todo aquel que intenta entrar en los recintos o siquiera pasear entre las casetas — y que nadie se quita la mascarilla. Eso sí, hay menos niños, y cualquier tipo de multitud ante el stand de firmas, se disuelve al instante. ¿Lo mejor? Que la programación del año próximo ya está prácticamente cerrada. “Como pasa siempre, cuando un autor no puede venir un año, se le invita el siguiente, y a día de hoy tenemos tantos autores confirmados para el próximo que podríamos hacer dos festivales en 2021”, dice García Cruz. ¿No reculan pues con Orson Scott Card? “No”, dice, porque “un principio es válido igual para 2020 que para 2021”, y “queremos que el Celsius siga siendo un lugar sin vetos”.