El pensamiento de Concepción Arenal emerge dos siglos después
La Biblioteca Nacional revisa la obra de la pionera del trabajo social y el feminismo en España
¿Qué sabemos de Concepción Arenal? “Básicamente, que en 1842 se puso pantalones para ir a la universidad porque las mujeres entonces no tenían ese derecho. Pero basta ya de esa anécdota. Es hora de adentrarse y conocer de verdad su obra y demostrar la profundidad de su legado”, responde Anna Caballé, comisaria junto a Cristina Peñamarín de la exposición organizada por la Biblioteca Nacional y Acción Cultural Española para conmemorar el bicentenario del nacimiento de la pensadora, inaugurada anoche por la vicepresidenta Carmen Calvo y el ministro de Cultura, José Manuel Rodríguez Uribes.
La exposición, titulada Concepción Arenal. La pasión humanista (1820-1893), ofrece por primera vez una visión global de la obra de Arenal y la entrelaza con su vida personal. Reúne más de 150 piezas originales, que incluyen retratos, correspondencia, primeras ediciones y manuscritos (algunos inéditos), que dan cuenta de un legado clave para entender la historia del siglo XIX español pero apenas reconocido, según recordó ayer Caballé: “Su nombre no figura en los libros de texto y la mayoría de las veces no se menciona cuando se habla del krausismo [modelo filosófico de raíz liberal que pretende la transformación social], pese a que fue una de sus figuras de referencia en España”.
La historia de que Concepción Arenal se vistió de hombre para ir a la universidad ni siquiera es del todo cierta, según matizó Caballé. “Es verdad que las mujeres no podían asistir a las clases en esa época y que fue un atrevimiento por su parte, pero no solo lo hizo por ese motivo, sino porque a ella el miriñaque y los adornos femeninos le resultaban incómodos. En eso también fue una precursora: prefería ir cómoda y no quería que cuando hablara se fijaran en ella como mujer, sino que se prestara atención a lo que decía. Por eso le gustaba ir siempre tan sobria”, explicó la comisaria.
La propia Arenal explicó irónicamente en un poema fechado 1843 esa querencia por la vestimenta masculina: “Si me ves que traigo / de seda o cotón / femenil vestido / (que es buena irrisión) / [...] mereces cien palos / si crees que soy yo. / Mas si me contemplas / con mi pantalón, / mi frac o chaqueta / polaina y calzón, / armada la diestra / de fuerte bastón; / este mozo imberbe, / todo corazón, / aunque no lo creas, / soy la misma, yo”.
La exposición se divide en dos grandes apartados: uno dedicado a su obra y otro a su biografía. El primero recorre los grandes temas que ocuparon su pensamiento, entre ellos la reforma de las prisiones, la educación, los derechos de la mujer y la esclavitud. Preocupaciones e ideas que no solo desarrolló en sus escritos, sino que llevó a la práctica con una constante participación en asociaciones benéficas y sociales, llevándola a ser precursora del feminismo y pionera del trabajo social en España. Fue visitadora de prisiones, inspectora de casas de corrección de mujeres, creadora y directora de la revista La Voz de la Caridad, secretaria de la Cruz Roja, integrante de la Comisión Nacional encargada de la reforma penitenciaria de la Primera República y promotora de la educación de la mujer, entre otras muchas actividades.
Toda esta actividad se asienta en un pensamiento profundamente liberal, quizá anclado en el recuerdo de su padre, Ángel del Arenal, un militar castigado en varias ocasiones por su ideología, contraria al régimen absolutista de Fernando VII, que falleció cuando ella tenía nueve años tras enfermar por sus estancias en prisión. “Su punto de partida era que la sociedad se puede mejorar. Es decir, que no hay que conformarse con cómo son las cosas, sino analizarlas y ver cómo se pueden mejorar. De ahí su colaboración en tantas sociedades benéficas, su trabajo para cambiar las condiciones de vida de las prisiones, su participación en la lucha para abolir la esclavitud. Llegó a ser fundadora de una sociedad dedicada a la construcción de casas baratas para obreros”, destacó ayer Peñamarín. “Su obra, igual que la de Galdós, contribuyó al cambio que se produce en el siglo XIX en la mirada hacia los pobres y los delincuentes, que empiezan a verse por fin como personajes valiosos”, añadió la comisaria. Su lema era: “Odia el delito y compadece al delincuente”.
En 1869, Arenal escribió un ensayo que se considera capital en el arranque del feminismo español, La mujer del porvenir, en el que reivindica el derecho de las mujeres a ejercer todo tipo de oficios y rechaza su inferioridad frente a los hombres, una circunstancia que achaca a su falta de instrucción, no a sus capacidades. Plantea el destino de las mujeres como fruto de un inmenso error, pues no podía justificarse que “siendo más compasivas, más religiosas y menos apegadas al sexo que los varones se le prohibiera el ejercicio del sacerdocio”. En su época, afirmaciones como esta levantaron ataques más iracundos que los que recibió por vestirse de hombre para ir a la universidad.
Quince años después escribió un segundo ensayo, La mujer de su casa, en el que analiza el tipo de mujer dominante en su época, el ama de casa, centrada en su familia y el cuidado del hogar. Arenal consideraba erróneo este ideal y afirmaba que mientras las mujeres no tuvieran acceso a la formación, la sociedad no podría avanzar.
Sobre el sufragismo, movimiento en pleno ascenso en su tiempo, la pensadora gallega cambió de opinión a lo largo de su vida. Según se muestra en la exposición, aunque en principio dudaba de que fuera conveniente la participación de la mujer en la política, la lectura de History of Woman Suffrage, de Elizabeth Cady Stanton, la convenció de la legitimidad de la causa.
El segundo gran bloque de la exposición repasa los hechos más relevantes de la vida personal de Concepción Arenal y los pone en relación tanto con su pensamiento como con el contexto histórico. Nacida en Ferrol en 1820, tras la muerte de su padre se trasladó con su madre y su hermana pequeña a Armaño, pueblo cántabro en el que vivía su abuela paterna, donde recibió una férrea educación religiosa. En su juventud se trasladó a Madrid, donde estudió y se casó, pero tras la muerte de su marido (solo nueve años después de la boda) se mudó de nuevo en varias ocasiones y vivió en varias ciudades de Asturias y Galicia hasta su muerte en Vigo en 1893.
La exposición traza un paralelismo entre su vida y los acontecimientos históricos y muestra fotografías y retratos inéditos de su familia, entre ellos el de su esposo, el abogado Fernando García Carrasco. “Que hasta ahora no hayamos podido ver el rostro de su marido da muestra de lo desconocida que ha sido hasta ahora su figura y confirma la necesidad de una exposición como esta. El contraste con aniversarios como el de Galdós o Delibes, de los que se dispone de abundante material, es enorme”, subrayó Caballé, que el año pasado ganó el Premio Nacional de Historia por su biografía Concepción Arenal: La caminante y su sombra.
La comisaria destacó también la pertinencia de este repaso a la vida y la obra de Arenal en un año tan difícil como este. “Este es un año arenaliano como pocos. Su pensamiento ético estaba cruzado por su concepción del dolor y la dificultad como motor de progreso. El ser moral, según ella, se constituye gracias a la dificultad, pues la felicidad es complaciente y no lleva a hacerse preguntas ni a buscar formas de mejorar. En este año tan complicado que estamos viviendo, posiblemente esto sea mejor comprendido que en su época. Ella misma lo decía: ‘Soy una voz que clama en el desierto”.
Babelia
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