Muere Barry Harris, figura fundamental del piano de jazz
El músico, de 91 años, fue un gran embajador del ‘bebop’ y destacó por su incansable labor didáctica
Barry Harris, legendario pianista de jazz, uno de los mayores exponentes del bebop desde finales de los cincuenta, y también uno de los más importantes referentes de la enseñanza del piano jazz, falleció a los 91 años el miércoles 8 de diciembre por complicaciones relacionadas con la covid-19, en el centro médico Palisades de Nueva Jersey. Llevaba dos semanas hospitalizado. Su actividad profesional se mantuvo hasta el final, ofreciendo seminarios y clases particulares en Nueva York con gran ...
Barry Harris, legendario pianista de jazz, uno de los mayores exponentes del bebop desde finales de los cincuenta, y también uno de los más importantes referentes de la enseñanza del piano jazz, falleció a los 91 años el miércoles 8 de diciembre por complicaciones relacionadas con la covid-19, en el centro médico Palisades de Nueva Jersey. Llevaba dos semanas hospitalizado. Su actividad profesional se mantuvo hasta el final, ofreciendo seminarios y clases particulares en Nueva York con gran regularidad y, hasta poco antes de la pandemia, viajando para actuar y dar cursos y clases maestras.
Harris era miembro de una gran estirpe musical, uno de los cuatro grandes pianistas surgidos de la rica escena de Detroit entre finales de los cuarenta y principios de los cincuenta —junto a Hank Jones, Tommy Flanagan y Roland Hanna—, y principal valedor durante toda su vida del lenguaje bebop desarrollado por Charlie Parker, Dizzy Gillespie o Bud Bowell. Ajeno a modas, tendencias o demandas del mercado, Harris se mantuvo siempre fiel a ese estilo, convirtiéndose en paladín del mismo a medida que pasaban los años, y mostrando a cada nueva generación de jazzistas la importancia de esa tradición en el desarrollo de la música afroamericana. Su talla como intérprete es tan relevante como su influencia como pedagogo: Harris era, sin duda, uno de los músicos más queridos por la comunidad jazzística, que ha lamentado unánimemente la pérdida del veterano maestro.
Harris era uno de los cuatro grandes pianistas surgidos de la rica escena de Detroit junto a Hank Jones, Tommy Flanagan y Roland Hanna
Nacido en Detroit el 15 de diciembre de 1929, Barry Doyle Harris comenzó a tocar el piano a los cuatro años de mano de su madre, que era pianista en la iglesia, con quien siguió tomando lecciones y tocando hasta acabar el instituto en 1946. Para entonces, la nueva música liderada por Charlie Parker ya le había conquistado, y el saxofonista se convirtió en uno de sus principales referentes, junto a Art Tatum y Bud Powell. Después de ganar un concurso de aficionados, intensificó su actividad musical hasta convertirse en profesional a principios de los cincuenta. En 1954 ya era el pianista de la casa en el club Bluebird de su ciudad natal, puesto que le dio la oportunidad de tocar con grandes músicos locales como Thad Jones y estrellas de paso, como su ídolo Charlie Parker o Miles Davis, a quien acompañó durante tres meses en 1954.
El prestigio de Harris en la escena fue creciendo aunque, salvo una breve gira junto a Max Roach en 1956 sustituyendo a Richie Powell (el hermano menor de Bud, que había fallecido repentinamente junto al trompetista Clifford Brown en accidente de coche), Harris no se movió de Detroit en toda la década (salvo puntuales viajes a Nueva York para grabar en discos de Hank Mobley, Donald Byrd o Benny Golson). Siguió tocando con los grandes músicos que visitaban la ciudad, como Lester Young, Lee Konitz o Ben Webster, entre otros, y dando sus primeros pasos como profesor, asentando una de sus mayores vocaciones. Mientras tanto, en Nueva York se iba corriendo la voz de que había en Detroit un pianista extraordinario, como atestiguaban quienes habían grabado con él, y varios jóvenes músicos venidos de aquella ciudad como Paul Chambers, Pepper Adams o Curtis Fuller. Pero no fue hasta 1960, tras una llamada de Cannonball Adderley para pedirle que sustituyese a Bobby Timmons en su grupo, que la figura del pianista creció hasta convertirse en uno de los grandes nombres de la escena estadounidense.
Harris se instaló por fin en la Gran Manzana y, aunque no permaneció mucho tiempo con Adderley, le dio tiempo a grabar en su fantástico álbum Them Dirty Blues, inaugurando una fructífera relación con el sello Riverside, con el que el pianista publicó como líder un puñado de álbumes extraordinarios a lo largo de la década, entre los que figuran algunos de los mejores de su carrera: At The Jazz Workshop, Preminado, Chasin’ The Bird o Magnificent! Su actividad como acompañante no se quedó atrás: tras un tiempo en el grupo de su viejo amigo de Detroit Yusef Lateef, Harris fue a menudo el pianista de Lee Morgan (junto a él grabó el legendario álbum The Sidewinder, entre otros), Dexter Gordon, Hank Mobley, Charles McPherson y muy especialmente del gran Coleman Hawkins, con quien tocó desde 1965 hasta su muerte en 1969.
A medida que pasaban los años y las nuevas direcciones en el jazz dejaban atrás la ortodoxia del bebop, Harris fue cada vez más importante como representante de esa tradición, y siendo considerado el más fiel heredero de Bud Powell, tanto como intérprete como en su faceta de profesor, que mantuvo muy activa en todo momento. En los años 70, un contrato con el sello Xanadu produjo otro racimo de álbumes sobresalientes como líder y acompañando a Al Cohn, Sonny Criss o Jimmy Heath, pero para entonces Harris y su música empezaron a quedar enterrados en los círculos especializados: el pianista pasó a ser, sobre todo, un músico de músicos, y el bebop ya era pura tradición, que poco tenía que ver con el jazz de moda. Para redondear este momento crepuscular, en esta época Harris se había mudado a casa de la baronesa Nica de Koenigswarter (conocida mecenas del jazz desde la era del bebop) en donde también vivía su gran amigo Thelonious Monk, otro de sus grandes referentes, a quien acompañó estrechamente en esos últimos años de su vida en que ya estaba retirado y enfermo.
Su actividad pedagógica incansable lo convirtió en un referente ineludible. El pasado 20 de noviembre dio su última clase vía Zoom
En 1982, solo unos meses después de la muerte de Monk, Harris y el contrabajista Larry Ridley se asociaron con los promotores Frank Fuentes y Jim Harrison para fundar en Nueva York el Jazz Cultural Theatre, un club de jazz que albergaba actuaciones y jam sessions los fines de semana y las clases del pianista el resto de días. En el primer aniversario del local Harris declaró que siempre había sido un profesor antes que nada, y que su objetivo era “traspasar la tradición” a las nuevas generaciones, algo que continuó haciendo incansablemente después de que en 1987 la subida del alquiler del local obligase a cerrar el JCT.
Desde entonces y hasta el pasado 20 de noviembre, fecha en que dio su última clase vía Zoom, su actividad pedagógica lo convirtió en un referente ineludible, marcando a varias generaciones de nuevos músicos al mismo tiempo que seguía actuando y, ya muy esporádicamente, grabando álbumes. Una apoplejía en 1993 le quitó algo de destreza, pero no impidió que continuase su labor como principal embajador de esa tradición del jazz. Como pianista Harris fue siempre un músico creativo y elegante, con un enorme dominio de la armonía, una mano izquierda ingeniosa y un fraseo vibrante.
A pesar de no poseer la intensidad de sus maestros Powell y Monk, siempre ha brindado interpretaciones brillantes y pocos como él han sintetizado el lenguaje del bop en el piano. Después de Roy Haynes, Lou Donaldson, Sheila Jordan y Benny Golson, que aún están entre nosotros, era el más veterano de la gloriosa generación del bebop, y su muerte deja un vacío irreparable en el mundo del jazz.