El motín que puso en peligro la vuelta al mundo
Hace 500 años, Magallanes se enfrentó a la revuelta de los mandos españoles en la nao ‘Trinidad’, un asunto que resolvió con la dura disciplina que había usado en otras ocasiones
El mes de febrero es otro de los momentos con identidad propia en la celebración de los 500 años de la vuelta al mundo, porque, después de haber recorrido más de la mitad de la esfera terrestre, la nao Victoria soltaba amarras de la lejana y aromática isla de Timor para enfrentarse a la inmensidad de dos océanos antes de conseguir llegar a casa. Eran “47 europeos y 13 indígenas”, según ...
El mes de febrero es otro de los momentos con identidad propia en la celebración de los 500 años de la vuelta al mundo, porque, después de haber recorrido más de la mitad de la esfera terrestre, la nao Victoria soltaba amarras de la lejana y aromática isla de Timor para enfrentarse a la inmensidad de dos océanos antes de conseguir llegar a casa. Eran “47 europeos y 13 indígenas”, según el registro del cronista Antonio Pigafetta, e iniciaban la singladura del Índico con el propósito de alejarse lo más posible de las rutas frecuentadas por portugueses para ir y volver de la India. Tan atento a todo, aunque también muy selectivo con la información que ofrece, no dice nada de la sigilosa deserción, seis días antes, del hombre de armas Bartolomé de Saldaña y del grumete Martín de Ayamonte. Este será el autor de la primera deposición registrada por escrito sobre la vuelta al mundo. Aquellos hombres habían decidido no seguir de viaje y quedarse con un mercader de la filipina Luzón que estaba en Timor para cargar sándalo. Acabarían apresados por los portugueses y llevados a Malaca, donde Martín prestó declaración y es la última pista que se tiene de ellos.
El hallazgo de este documento en el archivo de la Torre do Tombo de Lisboa por parte de la historiografía española dedicada a las celebraciones de la primera circunnavegación creó gran revuelo en 2019 y se anunció con pompa y circunstancia en diversos medios. Pero la presunta primicia apenas informaba de la triste desconexión entre las historiografías peninsulares. Evidentemente, Portugal, un país que ha mantenido relaciones coloniales con Timor desde 1514 hasta 1975, ha prestado atención a la isla y a su historia y se ha acercado al Auto das perguntas de Martín de Ayamonte, del que, desde 1932 se dispone de accesibles ediciones (las de 1987 y 2007, por ejemplo).
La declaración del grumete se envió a la India el 28 de agosto de 1522 y un año después llegó a Lisboa. Al leerla, y aun siendo breve, el viaje de la vuelta al mundo crece en matices. Los interrogadores querían nombres de portugueses embarcados en la Armada, y el grumete Martín dice que “serían unos 30″, de los que recuerda el nombre de ocho, ya casi todos muertos por entonces, salvo el piloto Estêvão Gomes (el gran enemigo de Magallanes) y el sobresaliente Martim de Magalhães (que decía ser pariente del capitán y que morirá en la Victoria tres meses antes de llegar a Sevilla). Lo de los portugueses embarcados había sido un problema para la Casa de Contratación durante los preparativos del viaje, porque no se querían tantos a bordo, ya tenían bastante con aquel insolente, arrogante e intolerante Magallanes. Martín de Ayamonte había contado bien, unos 30, pero es lícito sospechar que, para evitarse rechazos, algunos se hubieran españolizado el nombre, y no es difícil detectarlos siguiendo el registro de embarcados. En realidad, era mala cosa ser portugués, porque en 1519, antes de zarpar de Sevilla, fueron los únicos que no recibieron la paga anticipada, como sí ocurrió con el resto de la tripulación.
Después, el grumete relata uno de los hechos más dramáticos del viaje, de entre los muchos que se vivieron: el motín de los mandos españoles en la bahía de San Julián a primeros de abril de 1520. De sus palabras se desprende que no estuvo solo Magallanes mientras ejercía de severo capitán mayor, porque “los marineros estaban bien con Fernão de Magalhães” y, posteriormente, otros documentos reforzarán esta defensa del capitán mayor, aunque también los habrá que dirán lo contrario. No les debía de importar demasiado esta información a los portugueses de Malaca que escuchaban el relato de Martín, pero a nosotros sí.
Conspiración a bordo
La desconfianza, la hostilidad y el resentimiento de los mandos españoles ya habían zarpado con las naves en 1519, y fue creciendo gracias a la destemplanza del carácter de Magallanes, su autoritaria soberbia y al obstinado secreto sobre rumbos y destino. Y a ello cabe sumar la inexperiencia de la mayoría de embarcados, a excepción de algunos portugueses, en travesías tan largas, en aguas y climas tan cambiantes, ante dificultades de navegación tan extremas. Para muchos de los embarcados, en julio de 1520 y a 50º S en la remota Patagonia argentina, el esfuerzo físico y psíquico estaba siendo ya desmedido, y allí iban a pasar cinco meses, hasta el 24 de agosto de 1520, con una temperatura media de 2ºC, vientos duros y no más de siete horas de luz al día. Fueron muchos los que contaron lo sucedido y no hay espacio aquí para el pormenor, pero todos coinciden en lo general. Los mandos españoles querían regresar: aquella expedición había fracasado, no existía ningún paso oceánico, era una locura seguir con aquel frío y aquel mal tiempo, era un lugar remoto y vacío. Y además, había muchos portugueses, ya lo dijo Juan Sebastián Elcano al llegar a España, lo cual da pistas sobre lo inseguros que se sentían los capitanes españoles.
El malestar creció cuando Magallanes decidió, tajante, que invernarían allí y que seguirían cuando llegase el verano: los juiciosos veían que aquel frío lo hacía imposible, y los malpensados creían que el portugués los quería matar y volverse a Portugal. Era 1 de abril de 1520, y los que dirigían el motín eran Juan de Cartagena, veedor general y capitán de la San Antonio, y Gaspar de Quesada, capitán de la Concepción, secundados por Luís de Mendoza, capitán de la Victoria, y unos 30 hombres más, entre los que estaba el maestre Juan Sebastián Elcano. Fue el alguacil mayor Gonzalo Gómez de Espinosa, fiel a Magallanes, el que lo alertó de la conspiración, y este supo reaccionar. No coinciden los diferentes testimonios en lo referente a las penas impuestas, pero parece que Luís de Mendoza murió apuñalado y después fue descuartizado; Gaspar de Quesada murió a manos de su criado Luís de Molino, a quien Magallanes le dio a elegir entre ser decapitado junto a su señor o salvar la vida al ser él quien le cortara la cabeza, y el criado optó por la segunda alternativa, pasando a descuartizarlo después. También parece que hubo otros ajusticiamientos y torturas, pero al cabecilla Juan de Cartagena decidió Magallanes abandonarlo en la bahía de San Julián: era difícil justificar la muerte de alguien tan bien protegido en España. Condenó a muerte a algunos otros, entre los que estaba Elcano, pero finalmente decidió no hacerlo, se quedaba sin hombres para seguir el viaje.
¿Fue brutal Magallanes? Pues según cómo se mire o fuera costumbre. Podría decirse que había resuelto el problema a la portuguesa, es decir, aplicando la dura disciplina que se solía administrar en los largos y desesperantes viajes a la India, en los que fallaba la templanza de cualquier superhombre y en los que solo una mano de hierro conseguía llevar las naves a destino.
Termina el grumete Martín su declaración diciendo que cuando la Victoria zarpó de Timor “daban a la bomba [de achique] 12 veces de día y 12 de noche” y añade que “el maestre y el piloto, que eran griegos, querían ir por Malaca, y el capitán, que era vizcaíno, no quiso”. Con dos océanos por cruzar, se auguraba un viaje física y anímicamente arduo aquel febrero de 1522 en el que la Victoria se disponía a completar la vuelta al mundo.