Un héroe de la Resistencia y una maleta olvidada: se aclara el misterio de los manuscritos perdidos de Céline

Yvon Morandat, quien fue secretario de Estado con De Gaulle, guardó los valiosos documentos durante décadas, según las últimas revelaciones. La versión suscita interrogantes entre expertos

Louis-Ferdinand Céline (1894-1961), con su perro en la ciudad francesa de Meudon, alrededor de 1955, donde se instaló tras regresar a su país desde Alemania.Lipnitzki (Roger Viollet via Getty Images)

Es uno de los mayores misterios de las letras francesas, un enigma que apasiona a especialistas y profanos. Es la historia de los papeles perdidos de Louis Ferdinand Céline (1894-1961), uno de los mayores escritores del siglo XX, autor de obras maestras como Viaje al fin de la noche, y seguramente también de los más abyectos: autor de rabiosos panfletos antisemitas, y filonazi.

Las 5.324 hojas desaparecidas al final de la Segunda...

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Es uno de los mayores misterios de las letras francesas, un enigma que apasiona a especialistas y profanos. Es la historia de los papeles perdidos de Louis Ferdinand Céline (1894-1961), uno de los mayores escritores del siglo XX, autor de obras maestras como Viaje al fin de la noche, y seguramente también de los más abyectos: autor de rabiosos panfletos antisemitas, y filonazi.

Las 5.324 hojas desaparecidas al final de la Segunda Guerra Mundial reaparecieron hace un año, después de que el veterano periodista Jean-Pierre Thibaudat diera a conocer su existencia y los entregara, tras un breve contencioso judicial, a la policía, que los devolvió a los albaceas de Céline.

¿Dónde estaban los papeles? ¿Y qué había en ellos? La primera parte del misterio se resolvió entonces. La editorial Gallimard ha publicado ya la novela inédita Guerra, sacada de las hojas perdidas, y este otoño publicará otra, Londres. El éxito de Guerra ha sido tal que incluso ha habido una campaña, entre bambalinas, para que este año le den a Céline el Goncourt, post mortem.

La segunda parte del misterio seguía abierta. ¿Quién se hizo con los textos tras la guerra? ¿Quién se los dio a Thibaudat para que los custodiase? Thibaudat se limitaba a explicar que, cuatro décadas atrás, había recibido el tesoro de alguien, y que los había guardado, pero se negaba a desvelar su identidad. “Confidencialidad de las fuentes”, alegaba.

Presuntamente la fuente era un descendiente de la persona que en el verano de 1944 dio con los papeles. Ante el avance imparable de los aliados hacia París, Céline y su esposa, Lucette Almansor (1912-2019), abandonaron a toda prisa y junto al gato Bébert su apartamento en la calle de Girardon del barrio parisiense de Montmarte. Dirección: la Alemania nazi. Dejaron atrás buena parte de sus pertenencias, incluidos los manuscritos de varias novelas.

Louis Ferdinand Céline luciendo sus dos condecoraciones militares en 1915.Colección François Gibault

A principios de este mes de agosto, en su blog en el diario Mediapart, Thibaudat reveló la identidad del hombre que “salvó” (o “robó”, según Céline y sus albaceas) las hojas más preciadas de la literatura francesa contemporánea. Se trata de Yvon Morandat (1913-1972), héroe de la resistencia contra los nazis, miembro de la exclusiva orden de los Compagnons de la Libération, dirigente del ala izquierda del gaullismo y brevemente secretario de Estado en 1968 durante el final de la presidencia de Charles de Gaulle.

“Pienso que, para todos y para mí el primero, había que acabar con la historia, ir hasta el final, y que todo fuese revelado”, explica al teléfono Thibaudat. “Fui a ver a Caroline, la hija de Morandat, y ella me dijo: ‘De acuerdo, adelante, es hora de contarlo”.

Fue la misma Caroline Morandat quien, por medio de un amigo común, había entregado los papeles a Thibaudat en los años ochenta. Los había descubierto dentro una maleta olvidada en el sótano de la casa familiar en Neuilly-sur-Seine, municipio vecino de París. Pensaba que el periodista, que en aquellos años ejercía de crítico teatral en el diario Libération, era la persona adecuada para preservar los documentos. Sobre todo, quería evitar que cayesen en manos de la viuda de Céline. Pensaba que la viuda habría podido eliminar los fragmentos antisemitas para blanquear la memoria de su marido, o que le habrían servido para acusar de ladrón a Morandat, un hombre situado en las antípodas ideológicas del novelista.

Para conocer el origen de la maleta del sótano hay que remontarse a junio de 1944. Yvon y su futura esposa, Claire, ambos resistentes, participan en la liberación de París. Ambos son los encargados de tomar posesión del palacio de Matignon, sede de la presidencia del Gobierno. Para hacerse una idea de la leyenda de los personajes: la escena aparece en la película ¿Arde París?, de René Clément, y Jean-Paul Belmondo interpreta a Yvon Morandat.

Poco después, Yvon y Claire se instalan en el apartamento que Céline y su esposa habían abandonado en Montmartre y que la Resistencia había confiscado. Vivieron allí dos años. Los muebles de Céline los aparcaron en un guardamuebles. No está claro si la maleta con los papeles también fue al guardamuebles.

Céline, que tras el periplo alemán acabó encarcelado en Dinamarca y no regresó a Francia hasta 1951, nunca dejó de quejarse por el destino del apartamento y de sus pertenencias. “¡Mi ocupante de la calle Girardon ha tirado a la basura la suite manuscrita de Guignol’s [Guignol’s Band, una de sus obras] y además tres otras novelas en curso! Es un tal Morandat amigo de De Gaulle”, denunció en una carta al periodista colaboracionista Henri Poulain, citada por Thibaudat en el blog. Morandat le indicó a Céline que podía recuperar las posesiones, pero Céline se negó a pagar el guardamuebles. “No quería oír hablar de ello”, escribe el biógrafo Frédéric Vitoux. “Para él, el asunto era simple: le habían saqueado, robado”. Vitoux da a entender que, entre estos bienes, no estaban los manuscritos.

Pero si, efectivamente, Morandat ofreció a Céline recuperar sus posesiones y si estas incluían los textos, y si Céline lo rechazó todo, la interpretación del episodio cambia: el autor de Viaje al fin de la noche ya no es una víctima tal como se presentó tras la guerra. Como sostiene el periodista Thibaudat, Morandat no fue de ningún modo un “ladrón” sino el “salvador” de las obras olvidadas de Céline.

Morandat, en todo caso, acabó guardando los manuscritos, y cayeron en el olvido hasta que su hija los descubrió y los dio a Thibaudat. Durante años, Thibaudat se dedicó a leerlos, ordenarlos y transcribirlos, una experiencia inolvidable. “Cuando uno es el primer lector”, explica, “acaba teniendo una especie de intimidad con Céline. A veces sentía la respiración de su escritura. Trabaja mucho los textos: tacha, reescribe, vuelve a tachar, reescribe, tacha toda la página y vuelve a empezar...”. Se sintió “aliviado” al quitarse de encima los manuscritos hace dos años, pues temía que ardiesen en un incendio. “Tenía pesadillas”, recuerda. La revelación del nombre de Morandat le ha permite poner punto final a la historia.

“Me ha sorprendido, pero pienso que, en efecto, es la pista correcta”, reaccionó, en una entrevista con la revista de extrema derecha Élements pour la civilisation européenne, uno de los dos albaceas de Céline, François Gibault. Él creía que la persona que se quedó con los papeles era otra: Oscar Rosembly, un corso al que Céline atribuía orígenes judíos y que, tras la liberación de París, fue encarcelado por saquear apartamentos de colaboracionistas.

Otros célinianos son escépticos con la pista de Morandat. Es el caso del novelista y ensayista Pierre Assouline, autor de libros sobre la ocupación nazi y los colaboracionistas, y a quien la versión de Thibaudat le parece “inverosímil”. Le cuesta imaginar que Morandat, un hombre cultivado, guardase durante años los textos sin preocuparse de su valor literario, y le cuesta creer que Céline no quisiera recuperarlos. “Pienso que Thibaudat sigue escondiendo la fuente para proteger a alguien”, dice Assouline. “No lo sé, es extraño, porque todos han muerto”.

Nadie descarta que algunos manuscritos fueran a manos del primer sospechoso, Rosembly. Significaría que una parte del tesoro aún está por descubrir. Este misterio nunca termina del todo.

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