“¿Dónde andará la medalla?”
Las vivencias de Carla Marangoni, plata en Ármsterdam 1928, con solo 12 años
El primer viaje al extranjero de la señora Carla fue en 1928. Tenía 12 años. Se subió al tren en la estación de Milán y bajó en Ámsterdam. Con 11 compañeras más; con su profesor de gimnasia del colegio, Gino Grevi, y con la mujer del guardián del gimnasio donde se entrenaba a diario. “Éramos unas niñas y ella, nuestra mamá durante las competiciones”, dice. La señora Carla es Carla Marangoni, que en 1928 participó en los Juegos de Ámsterdam, los primeros en los que las mujeres competían en atletismo y gimnasia. En la gimnasia, precisamente, compitió ella y volvió con una medalla de plata. Es la única medallista de aquellos Juegos que sigue viva. Soltera de 96 años, chisposa, moderna —envía sms con el móvil—, y algo gruñona cuando se le pregunta por teléfono qué recuerdos tiene de esos Juegos Olímpicos. “¡No quiero hablar más de eso, han pasado siglos!”, suelta. Pero al final se deja llevar.
La gimnasia femenina no tenía nada que ver con la que conocemos hoy. Hasta Helsinki 1952 las chicas solo competían en ejercicios combinados por equipos. Tampoco los Juegos eran los mismos en esa época. No había Villa Olímpica —se inventó en Los Ángeles 1932—, no había colchonetas que ablandaran los golpes cuando se caían de los aparatos. “Tenías que intentar no caerte si no querías pegarte un tortazo en el suelo”, dice riéndose a carcajadas. Sus compañeras y ella encontraron alojamiento en un buque italiano, el Salunto. “Debajo de la cubierta estaban los boxeadores y los ciclistas. En el puente nosotras. Dormíamos en pequeños camarotes con dos literas cada una. Eso era lo más bonito”. ¿Y el estadio olímpico? ¿Y el pabellón de la gimnasia cómo era? “¡No me acuerdo, ha pasado tanto tiempo! Sí recuerdo los campos de tulipanes rojos y amarillos que nos encontramos un día yendo a Rótterdam. Todo estaba lleno de tulipanes, yo me quedé boquiabierta. Es lo que más recuerdo de aquellos Juegos”, cuenta.
Perdió la medalla en una mudanza. Y las fotos de la época. Y el diploma que había mandado a enmarcar
Perdió la medalla en una mudanza. Y las fotos de la época. Y el diploma que había mandado a enmarcar. “Vete tú a saber dónde andarán…”, dice. Tampoco parece guardar un recuerdo especial de los Juegos Olímpicos. Ni le hace sentir especial eso de que es la única medallista que puede contar cosas de aquella experiencia. Las holandesas fueron las que les arrebataron el oro. Eran diez —ahora los equipos en la gimnasia son de cinco—. Solo una, Elka de Levi, sobrevivió a la Segunda Guerra Mundial. Las demás, murieron en los campos de concentración de Sobibor y Auschwitz. “Eran unas mujeronas de 19 años. Nosotras teníamos entre 12 y 14. A nuestro lado parecían unos cañones de lo fuertes que eran”, concede la señora Carla. Fuerte sigue siendo ella también a sus 96 años. Cuando no descansa en su casa en la playa, se sube a su bici estática. “Quince minutos diarios”, apunta.
Lejos quedan aquellas noches en las que su padre la acompañaba al gimnasio. “Por la mañana tocaba cole, por la tarde hacer las tareas del cole y por la noche, a eso de las 8, mi papá me llevaba al entrenamiento. Salíamos de ese gimnasio tan frío a las 11. Y fuera hacía igual de frío que dentro, volvíamos a casa helados. Era una vida de perros. Pero me apasionaba", rememora. No hay tiempo para seguir con la máquina del tiempo… “Bueno, oiga, que ya llevamos hablando demasiado tiempo y yo tengo cosas que hacer”.
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