Esa chica, siempre ella
Pese a su eliminación, Natalia solo necesita un año sin problemas para hacernos soñar como en 2009
Nací el día en el que José Manuel Abascal lograba el bronce olímpico en Los Ángeles, vi atletismo por vez primera cuando Fermín Cacho alcanzó el Olimpo y tomé contacto con el atletismo federado cuando una espigada chica, con una preciosa y larga trenza rubia y de apenas 18 años, llenaba de ilusión y esperanza al sector femenino de esta prueba. Era capricho del destino que mi futuro pasase por las tres vueltas y tres cuartos, que eligiese esta prueba del mediofondo con overbooking español por tradición. El mismo sino que decidió que narrase los toros desde la barrera hoy, pero que también dispuso arrebatarle la final de Göteborg a Natalia Rodríguez, mi protagonista en estas líneas.
Porque no son pocos los años que hace que conocí a una de las mejores mediofondistas de nuestro país, si bien es verdad que hasta que no comencé a viajar con la selección absoluta no puedo llamarle una relación de amistad. Con cinco años de diferencia, poco había coincido con ella. Yo la conocía, como era lógico ella a mí no. La recuerdo con la vigía perenne de su entrenador, Miguel Escalona. Mientras le observaba con admiración cuando debuté en mi primer campeonato de España absoluto, su aura de soledad en el calentamiento la dotaba de más carisma para mí. Porque Natalia Rodríguez es de esas atletas que casi no ves en el calentamiento, de las que no oyes, porque ella solo está escuchando su concentración y su objetivo. Un cúmulo de emociones contenidas que explotan cuando termina la carrera, cuando su rostro se relaja, cuando su voz por fin se expresa.
Me arrebató un sitio que ha sido suyo con todas las letras y ahora yo le pido que siga luchando porque aún queda por llegar su mejor versión
Me llenaba el corazón, allá por 2008, leer una entrevista suya en la que me nombraba como una de las atletas que podíamos brotar de abajo, pero más orgullo sentí cuando empecé a sentirme su escudera en esta prueba. Poco a poco nuestros caminos se han ido acercando, nuestra relación estrechando y nuestro respeto mutuo igualándose.
Es duro afrontar cada competición con una rival de semejante pedigrí, pero sin duda es lo más enriquecedor que a mi carrera deportiva le ha podido ocurrir. Para estar peleando por ser la mejor en este país, tienes que batirte con ella, con la chica del cambio de look, la de los tatuajes en el brazo, la de blanca y sincera sonrisa. Con la amiga que compartí infinidad de confesiones en aquella habitación que tantas emociones recogió, con la que derramé lágrimas en la fatídica zona de calentamiento en la que prometí correr por ambas, la misma que me esperó para felicitarme horas en el comedor. La que me arrebató un sitio que ha sido suyo con todas las letras y a la que ahora yo le pido que siga luchando porque aún queda por llegar su mejor versión.
La mujer tímida con la ilusión de una muchacha, que se levantó de muchos golpes duros y siguió luchando con todo el alma. Aquella a la que desde estas líneas le mando toda la suerte que muchas veces no ha tenido para la próxima temporada, porque solo necesita eso: un año sin problemas para hacernos soñar como en 2009. Este no era el final que yo había esperado, pero sé que queda mucha Natalia que nos dé las alegrías a la que estamos acostumbrados y con la que deseo seguir mil y una batallas librando.
Isabel Macías es subcampeona europea de 1.500 en pista cubierta y estuvo en los Juegos Olímpicos de Londres.
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