El mexicano Roberto Osuna: de campesino a las Grandes Ligas
El pitcher, de 20 años y nacido en Sinaloa, se ha convertido en el relevista estrella de los Blue Jays de Toronto
El béisbol devora estadísticas, maldiciones, leyendas e historias. Y la del mexicano Roberto Osuna (Sinaloa, 1995) encaja a la perfección en el imaginario del deporte que, en palabras del narrador Pedro El Mago Septién, es “tan simple como una pelota y un bat pero tan complejo como la América que simboliza”. El pitcher de los Bluejays de Toronto, que este viernes han arrancado la serie por el Campeonato de la Liga Americana, tiene 20 años, mide 1,88 metros y pasó de recoger tomates en los campos de Sinaloa a convertirse en el salvador del equipo canadiense que está en la antesala de la Serie Mundial.
Osuna, un gigante moreno con sonrisa de niño, creció en el noroeste de México y es sobrino e hijo de pitchers. Su tío, Antonio, incluso llegó a Grandes Ligas. Su padre, también llamado Roberto, jugó durante 18 años en la Liga Mexicana. Pero el sueldo de un deporte que es popular solo en algunas zonas de México, un país donde todo lo opaca el omnipresente fútbol, apenas alcanzaba para sacar a su familia adelante. Y tras retirarse, los ahorros se esfumaron. “Mi papá era el único que trabajaba, pero no ganaba lo suficiente para mantenernos”, explicó el pitcher a Associated Press. “Sacábamos tomate, patatas, pepinillos, y todo eso. Regresábamos a las cinco de la tarde, así por siete meses y medio. Era muy difícil, porque tenía 12 años. Lo recuerdo bien claro”.
Una vez que llegaba a casa, pese a que había pasado 12 horas bajo el sol, jugaba a la pelota con su padre, que le tuteló como lanzador, la misma posición que habían jugado él y su tío. “Yo fui pitcher desde los 12 años. Yo siempre quise ser pitcher”.
Para cuando tenía 16 años, Osuna ya había jugado en giras en Japón y en Italia, y en 2011 debutó con los Diablos Rojos de la Liga Mexicana. Pronto se convirtió en uno de los más talentosos de su generación y no pasó mucho tiempo antes de que las Grandes Ligas tocaran a su puerta. Los Bluejays de Toronto le ofrecieron participar en una pretemporada. Consiguió, con facilidad, sacar del juego a los tres bateadores que enfrentó. Y entonces recibió una llamada. El jovencito pensó que era para despedirlo. Pero no. Le dijeron que se quedaría en el equipo.
“Habló a casa muy emocionado y mi esposa lloró mucho de la emoción, porque va a poder cumplir su sueño”, relató su padre a Excélsior en abril pasado. Han pasado seis meses y hoy, el chico sinaloense de 20 años que recogía tomates, se ha convertido en el lanzador relevista estrella de su equipo. El trabajo de un pitcher consiste en contener a los bateadores con la fuerza y temple del futbolista que controla el juego. Y en el béisbol, deporte repleto de estrategias, la más mínima estadística tiene un significado. El lanzador que entra a sellar el juego. Justo la noche del jueves pasado lo consiguió y, de paso, rompió otro récord. Es el primer mexicano en aniquilar a los tres bateadores que enfrentó en la parte baja de la octava entrada y metió a su equipo a la antesala de Grandes Ligas.
La noche de este viernes, Osuna volvió con su equipo a pisar el diamante que decide al deporte que apasiona a Norteamérica y buena parte del Caribe. Ha cumplido otro sueño. Pero él siempre ha repetido que no ha olvidado el consejo de su padre y mentor. Sí, el béisbol, el deporte de Babe Ruth, de Lou Gehrig, de Joe DiMaggio y de Fernando Valenzuela, se alimenta de maldiciones, historias y leyendas. Pero, al final del día, “es solo un partido”.
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