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La despedida gloriosa de Dan Carter

En un equipo con 14 jugadores que revalidan título, el apertura, lesionado en 2011, brilla con luz propia

Dan Carter marca una transformación durante la final.
Dan Carter marca una transformación durante la final. Dan Mullan (Getty Images)

En la semana de la tensión extrema, Nueva Zelanda esgrimía la sonrisa de la consciencia. Su técnico Steve Hansen valoraba la experiencia y el buen ambiente como un factor diferencial en cualquier ámbito de la vida. Así lo entendían sus jugadores, elevados sobre un currículum en el que casi todos sus epígrafes, cada uno con sus circunstancias, tenían el denominador común de la victoria. A ese listado de herramientas para reparar cualquier escape se unía la cuenta pendiente de su apertura Dan Carter, ese deseo por abrazar la gloria que le había sido esquiva cuando sus 13 compañeros de la actual plantilla levantaron la Webb Ellis Cup en su jardín, Eden Park. El palmarés le recuerda como campeón, pero no estuvo en el césped para recoger esa instantánea vital.

“Me habría encantado jugar la final de hace cuatro años y he tenido que trabajar muy duro en los últimos cuatro años para estar aquí. Ser parte de un equipo tan especial es un sueño hecho realidad”, explicaba feliz tras el triunfo, un logro que quiso poner en valor. “Es un gran reto conseguir dos mundiales seguidos, algo que nadie había hecho antes, así que poder decir que lo hemos conseguido es un sentimiento increíble”.

Con 2015 como reto, el apertura pasaría peores penurias en los dos últimos años, con partes médicos ante los que por momentos pareció no caber retorno. Siguió, y sin cambiar su estilo. Hansen alagaba en la previa a Carter por mejorar la camiseta que antes habían vestido históricos como Grant Fox. “Incluso placa, algo que creo que Fox hizo solo una vez”, reía. En la final en la que anotó 19 puntos (cuatro golpes de castigo, dos transformaciones y un drop), nadie en Nueva Zelanda hizo más placajes que Carter. Sumó 12, uno más que el omnipresente tercera australiano David Pocock. Solamente el exigido australiano Dean Mumm (15) llevó a más rivales al raso. También superó a Fox, que había anotado 17 en la final que ganó ante Francia en 1987.

Dan Carter marca un drop decisivo, 24-17 contra Australia.
Dan Carter marca un drop decisivo, 24-17 contra Australia.Laurence Griffiths (Getty Images)

Tras un parcial de 14-0 que devolvió a los Wallabies a solo cuatro puntos de desventaja, Carter se hizo con el timón. Australia regresaría a su campo y, de nuevo en repliegue, ejecutaría un drop inmaculado. Con la vista nublada por la defensa, enganchó un proyectil meritoriamente centrado desde la distancia para encajar entre los palos de Twickenham el primer drop en una final desde la gloriosa patada de Jonny Wilkinson en 2003, también ante Australia. “Nos habían puesto mucha presión. Esos puntos nos dieron espacio para respirar y confianza para los últimos minutos”, ha explicado el apertura. Ese momento, y la melé posterior que perdieron los australianos y acabaría condenando con otros tres puntos, decantaron definitivamente la balanza anímica.

Su compañero Keven Mealamu aseguraba durante la semana que la clave del punto de forma de Carter era que estaba disfrutando. Así lo exterioriza este hombre con la ilusión de un niño, con hobbies como jugar a disfrazarse de superhéroe. La inocencia la deja en el vestuario para ser un ejecutor sin piedad en el césped. Tras el triunfo, Hansen volvió a deshacerse en halagos hacia él. “Richie [McCaw] es el mejor All Black de la historia y Dan es un digno segundo. Uno es mejor que otro porque no es normal que haya jugado tantos partidos poniendo su cuerpo siempre en riesgo”. Bien sabe de Carter, que añade a su envidiable colección de medallas el orgullo de haber derrotado a tantas enfermerías.

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