El milagro del profesor Vázquez
Apartado de la rueda del fútbol en los últimos años, el técnico gallego reaparece con fuerza en el Deportivo para ganar cinco partidos consecutivos y exhibir sus dotes como docente, táctico y motivador
Cuando explica su relación con el fútbol, su manera de sentirlo y explicarlo, Fernando Vázquez Pena (Castrofeito, A Coruña; 65 años) alude a su formación como profesor. Lo era hace 25 años, cuando enseñaba inglés en el instituto de Arzúa, una localidad próxima a Santiago. Entonces solicitó una excedencia que fue más allá de un paréntesis porque su vida se escribió en otro idioma después de recibir la llamada de José María Caneda para dirigir al Compostela en su estreno en Primera División. El primer partido lo ganó en Balaídos, en el segundo su equipo le metió cuatro al Deportivo. Hasta 2007 en ninguna campaña le faltó trabajo. Desde entonces apenas pudo completar una temporada y tres mitades. Cuando recibió la llamada del Deportivo en 2013, o cuando le volvieron a reclamar el pasado mes de diciembre, estaba en su casa: libros, bicicleta, fútbol televisado y un perfil muy bajo porque Vázquez no se muestra en los diferentes escaparates de la pelota cuando está en paro. Volvió a A Coruña y heredó un equipo roto que enfilaba la Segunda División B después de haber estado 19 jornadas sin ganar, su peor racha histórica. Hoy está fuera del descenso (15º con 30 puntos) tras ganar en seis jornadas consecutivas, cinco bajo su dirección. Ningún equipo en la historia en Segunda División ha presentado tal transformación en los resultados.
Vázquez no es un mago, dice él mismo. Sólo un técnico con vocación docente. “En mi manera de trabajar es importante la capacidad de comunicar. En realidad un entrenador da clase a los jugadores, es un enseñante”, explica. “Tiene un aura capaz de conseguir que cambies de mentalidad”, cuenta Dani Giménez, uno de los capitanes del Deportivo. “Nos ha dado tranquilidad. Ahora se ve los jugadores que realmente somos”, apunta el zaguero Michele Somma. “Para mí, con 18 años, es un privilegio aprender de alguien como él”, asegura el delantero Víctor Mollejo, cedido por el Atlético. Hace dos jornadas, antes de jugar en Albacete, el técnico le pidió que jugase de lateral izquierdo. Quienes vivieron las horas previas en el cuartel general del equipo deslizan cómo se acercó Vázquez al chico. “Vas a ser un gran futbolista”, le dijo. Luego le argumentó los motivos por los que podía rendir en una posición en la que nunca se había alineado. Mollejo se tiró a la piscina sin mirar si había agua. El técnico se acordó de él tras el partido: “Estuvo extraordinario, en el primer tiempo fue el mejor del equipo, con un despliegue físico impresionante y una garra tremenda”. Este sábado contra Las Palmas (2-1) volvió a repetir en esa posición y su nuevo mentor ya apunta que puede hacer carrera en esa ubicación. "Yo se lo vendo si él lo compra", dice el entrenador que dio vuelo a tipos como Joaquín y Diego Tristán.
“Es un motivador natural, muy transparente. Y sabe llegar al futbolista”, describe Juan Domínguez, un centrocampista al que Vázquez dirigió en el Deportivo y al que después reclutó para el Mallorca, su penúltima experiencia como entrenador en la campaña 2016-17. Domínguez, que ahora es un pilar en el Sturm Graz, austriaco, abandera al jugador coruñés clásico, cabeza y porte erguido, fino con balón. Vázquez, contra todas las convenciones, le alineó en bastantes ocasiones como mediocentro por delante de la zaga. “Es que no limita al futbolista, jamás reniega del balón por más que algunos le señalen como defensivo”, explica. “Te ayuda a nivel táctico y entiende que cada jugador es distinto. Y te quita presiones o culpas. Te libera. Por eso yo estaba seguro de que iba a resetear al Dépor”, explica Domínguez.
Vázquez construye los equipos desde atrás y no rechaza variar de dibujo durante los partidos. Lo hizo en la última jornada contra Las Palmas: osciló entre la zaga de cuatro y la de tres centrales y dos laterales largos con un repliegue intensivo cuando no tenía la pelota. Pero también ha llamado al talento para integrar en el mismo once a piezas como Nolaskoain, Shibasaki, Aketxe y el repescado Emre Çolak, que se fajan sin balón y brillan con él. “Trabaja los automatismos defensivos y para lo que se acostumbra en España el trabajo físico es bastante tiempo sin balón”, detalla Juan Domínguez, que creía que no iba a ver pretemporadas más duras que las de Vázquez y su preparador físico, Manolo Pombo, hasta que llegó a Austria.
El Deportivo ha llenado el depósito de gasolina súper. Y ha aprendido a sufrir y a salir victorioso de envites en los que antes le golpeaban. Sus balsámicos y consecutivos 18 puntos (Tenerife, Numancia, Racing, Cádiz, Albacete y Las Palmas) llegaron con triunfos por la mínima y tras conceder apenas tres goles. El día de su regreso a la Ciudad Deportiva de Abegondo, Vázquez escribió en la pizarra los números que iban a salvar al equipo de las brasas de la Segunda B. Quería 12 victorias en 21 jornadas. Le quedan siete. Y fijó en 15 los goles a encajar y en 30 los que se debían marcar en esa mitad de campeonato. “Te lo dice y le crees”, concuerdan varios de sus jugadores. “Soy un pesado, les hablo mucho”, asume el técnico. “Muchas veces hablamos de lo mental en el fútbol y parece una excusa, pero es lo que te hace sacar lo mejor. Ahora somos otros. Y sabemos que no nos podemos relajar porque estamos lejos de ser un equipo dominante”, concluye Dani Giménez.
El reactivo llega también a la grada. Vázquez recibió una amonestación el sábado por lanzarse a ella para celebrar el gol del triunfo. El estadio estaba casi lleno, el Deportivo festejó su sexto triunfo consecutivo y una multitud esperó durante más de una hora a que saliese el entrenador para despedirle entre vítores. Si el domingo vuelve a vencer en Alcorcón, igualará una racha que data de 1997, la de Carlos Alberto Silva, el último técnico del equipo coruñés que encadenó media docena de victorias en su estreno.
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