La compleja travesía kosovar
El rival de la selección presume de que en sus calles los niños aún juegan al fútbol
Mientras los jugadores de Kosovo acceden al autobús que les llevará de ruta turística por Sevilla, el seleccionador, el suizo Bernand Challandes, que ha decretado la mañana libre para sus muchachos, pasea en pantalón corto por el luminoso hall del hotel de concentración. Después de la comida, y antes de acudir al estadio de La Cartuja para la rueda de prensa y el entrenamiento oficial previo al duelo con España, Challandes ingiere un digestivo con miembros de la delegación kosovar.
La tranquilidad y la rutina que viv...
Mientras los jugadores de Kosovo acceden al autobús que les llevará de ruta turística por Sevilla, el seleccionador, el suizo Bernand Challandes, que ha decretado la mañana libre para sus muchachos, pasea en pantalón corto por el luminoso hall del hotel de concentración. Después de la comida, y antes de acudir al estadio de La Cartuja para la rueda de prensa y el entrenamiento oficial previo al duelo con España, Challandes ingiere un digestivo con miembros de la delegación kosovar.
La tranquilidad y la rutina que vive Kosovo en Sevilla nada tienen que ver con la angustia y la tensión que vivieron sus dirigentes cuando en septiembre de 2016 se disponían a disputar su primer partido oficial ante Finlandia. Por entonces, recién admitida como federación de pleno derecho por la FIFA y la UEFA, y a solo unas horas del partido, no contaban con los jugadores suficientes para afrontar esa primera cita oficial correspondiente a la clasificación para el Mundial de Rusia 2018. La FIFA, mediante una excepción, autorizó a que jugadores que habían sido internacionales con otros países pudieran jugar con Kosovo. “Al principio fue complicado convencer a futbolistas que estaban convocados con otras selecciones y ya habían jugado para ellas. Faltaba poco para el partido y no sabíamos si tendríamos jugadores para empezar”, recuerda Bajram Shala, delegado de la expedición kosovar.
El conflicto bélico entre Serbia y Kosovo a finales de los años noventa marcó a la mayoría de los internacionales kosovares. La forzosa emigración de sus familiares provocó que la mayoría nacieran en los diversos países de Europa que les acogieron. Algunos como Vedat Muriqi, delantero del Lazio, fueron testigos directos de los horrores de la guerra. “Era un niño y cuando le pedía comida a mi madre todo lo que teníamos era solo una cebolla y un poco de pan. Lo comíamos tres veces al día. A veces nuestras familias tomaban té y nos daban el azúcar. Fue así durante casi dos años. Tuvimos que emigrar”, recordaba Muriqi, la gran estrella de la selección junto a los extremos Rashica (Werder Bremen) y Zeneli (Stade Reims).
Antes y durante el conflicto con Serbia, el fútbol fue un símbolo de resistencia. Las autoridades serbias hacían todo lo posible por evitar que los kosovares lo practicaran. Un partido en la calle o en un estadio clandestino era una manera de rebelarse y reforzar el sentimiento nacional.
La doble nacionalidad, sobre todo albanesa y suiza, abunda entre los internacionales kosovares. “Aunque hayan nacido fuera tienen mucho arraigo con nuestro país. Sus padres le han transmitido los sentimientos y han mantenido nuestras tradiciones y nuestra cultura en sus casas”, añade Shala.
Una liga con 10 equipos
Desde que fue admitida como miembro de la FIFA, los dirigentes de Kosovo piensan que una vez que vayan surgiendo jóvenes talentos y la selección vaya ganando experiencia en las competiciones internacionales, el futuro puede deparar una evolución sólida. “En Kosovo hay mucha pasión por el fútbol, solo hay que ver cómo se llena el estadio cuando jugamos. Somos de los pocos países en Europa en los que los niños juegan en la calle durante todo el día”, reflexiona Shala, el delegado.
La Superliga de Kosovo solo cuenta con 10 equipos y el desarrollo de las estructuras sigue vigente. Shala abunda: “Es difícil desarrollar un campeonato y el fútbol cuando durante 30 años solo puedes jugar partidos dentro de tu país. Al principio no era tan importante desarrollar jugadores como poder establecer un campeonato interno que funcionara con regularidad. Pero desde 2016, cuando fuimos reconocidos por FIFA y UEFA, estamos creciendo mucho y esperamos poder hacerlo más”.
La selección kosovar, bajo la dirección de Challandes trata de jugar un fútbol alegre, con el balón como herramienta de un estilo atrevido que esta noche tratará de complicar la vida al grupo de Luis Enrique. “Nos gusta jugar al fútbol, tener la pelota, pero contra España no será fácil. Debemos buscar otras cosas. Nuestra filosofía es atacar, pero creo que nos va a tocar defender mucho ante los españoles”.
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