El negro es mejor que tú
La Serie A debate por primera vez cómo atajar los episodios racistas que se viven en las gradas de los estadios de fútbol italianos cada semana
“El negro es mejor que tú”, cantaba Albert Pla en una rumba que parecía presagiar aquella charla que le soltó Luis Aragonés a Antonio Reyes en 2004. El músico contaba la historia de Joaquín el Necio, un marido celoso convencido de que su mujer le engañaba con un negro exclusivamente por el tamaño de sus atributos. El cornudo decidía cortárselos y, al constatar sus dimensiones reales, se daba cuenta de que no había para tanto. Y que la infidelidad se debía, fundamentalmente, a que el negro no era un idiota como él. Aragon...
“El negro es mejor que tú”, cantaba Albert Pla en una rumba que parecía presagiar aquella charla que le soltó Luis Aragonés a Antonio Reyes en 2004. El músico contaba la historia de Joaquín el Necio, un marido celoso convencido de que su mujer le engañaba con un negro exclusivamente por el tamaño de sus atributos. El cornudo decidía cortárselos y, al constatar sus dimensiones reales, se daba cuenta de que no había para tanto. Y que la infidelidad se debía, fundamentalmente, a que el negro no era un idiota como él. Aragonés hablaba de Henry, que entonces jugaba con Reyes en el Arsenal. “Dígale al negro de mierda que es mejor que él”. Pero “el negro” era una leyenda, un tipo inteligente como pocos en el fútbol y un ejemplo para los chicos que crecieron en la banlieue parisina. Una historia parecida a la de muchos jugadores que cada semana se van al vestuario escuchando insultos en una de las gradas más primitivas de Europa.
La primera vez que fuimos al Olímpico, durante un Roma-Juventus, un niño se pasó el partido imitando el sonido del mono cada vez que la tocaba Alex Sandro, el lateral de la Juve. Su padre le reía las gracias y le azuzaba. Y él, claro, cada vez lo hacía más fuerte. No es culpa del estadio de la Roma ni de sus tifosi. Sucede en casi todos. Hace poco lo sufrió Koulibaly, del Nápoles, en el campo de la Fiorentina. Pero es tan habitual que Vlahovic, el fabuloso delantero centro de la Fiore, también tuvo que aguantar algunas jornadas antes cómo el estadio del Atalanta le gritaba a pulmón “gitano” mientras intentaba responder las preguntas del periodista tras el partido. Las imágenes son tristes. A Vlahovic, que se lo rifa media Europa, se le saltaban las lágrimas. Pero nadie se dio cuenta hasta dos semanas después, cuando se recuperó un vídeo. Nadie reparó mientras sucedía. Quizá porque lo de gritar “gitano” todavía está menos mal visto que lo de negro.
El último informe de la asociación de jugadores señalaba una obviedad: Italia no es racista, pero sí lo son sus estadios. El 66% de los casos se producen desde la grada. El resto, en el campo. Eso que siempre queda en el vestuario. El sur de Italia es la zona del país donde menos sucede y la que más insultos recibe: “Vesubio, límpialos con lava”, cantan siempre los tifosi de la Juventus cuando se enfrentan al Nápoles. Roma, con un 19% de los episodios, es la provincia donde más crecen.
La fiscalía está investigando ahora los gritos a Koulibaly de hace dos semanas. Le llamaron “mono de mierda”. Un negro que, como el de Albert Pla, seguramente también es mejor que ellos en cualquier faceta que se propusiera. Pero da igual. Quedará en nada. Y las cosas no cambiarán hasta que le cierren el campo al equipo que tenga a un solo racista en la grada. Y hasta que el país se dé cuenta de que sus atletas, como Ebrima Darboe, el jugador de la Roma que llegó en patera a Europa, son patrimonio italiano. Sucede que políticos como Matteo Salvini siguen agitando la bandera del odio para recuperar en los sondeos lo que no ganan con propuestas: “Para tomar una pizza en el campo hay que sacar el certificado de vacunación, pero para desembarcar en Italia no hace falta nada”, volvía a rebuznar antes de que un grupo de 5.000 fascistas asaltase la sede del principal sindicato de Italia.
Salvini también se opuso a aprobar el IUS Soli, la ley que permitiría otorgar la nacionalidad a hijos de inmigrantes nacidos en Italia. Jugadores como Balotelli o Moise Kean, de hecho, no no la tuvieron hasta los 18 años, cuando por fin pudieron mostrar su talento con los colores de la Nazionale. Lo que sucede en las gradas de los estadios, al final, es también un reflejo de lo que se escucha durante la semana en la calle (ayer se conoció un artículo donde el candidato de la derecha a la alcaldía de Roma matizaba el Holocausto). La Serie A dice ahora que prepara reglas severísimas para erradicar esta lacra. Esta semana fue la primera vez que se afrontó el tema en su asamblea. Pero no está claro cómo lo harán ni si alguien se dará cuenta de que parte del problema se encuentra en el eco del odio que llega desde fuera del estadio.
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