Enea Bastianini da la sorpresa en el GP de Qatar con una Ducati del 2021
El piloto del equipo que hoy lidera la viuda de Fausto Gresini logra el triunfo en la primera carrera del año por delante de Binder y Pol Espargaró | Márquez terminó quinto y Quartararo, noveno
Había caído la noche en Losail. Los focos iluminaban la pista. Faltaban tres vueltas para el final de la carrera inaugural de la temporada. Y un piloto vestido de azul celeste lideraba al pelotón. En el box de su equipo, Nadia Padovani lloraba sin remedio. Es la jefa. Pero también es la viuda de Fausto Gresini, ex piloto campeón del mundo y uno de los directores de equipo más carismáticos y recordados del paddock. Falleció hace poco más de un año, tras enfermar de covid. Y legó a su esposa la tarea de mantener bien despierto el proyecto de su vida, el equipo Gresini. Ella asumió el encargo con valentía. No sabía nada de motos. Pero atendió a las lecciones de su marido en aquellos últimos días. Y cuando él se fue, supo en quién confiar, a quién preguntar. Suya fue finalmente la decisión de firmar con Ducati y apostar por la moto italiana en lugar de renovar con Honda como equipo satélite. El reto era mayúsculo.
Pero esa Desmosedici, una de 2021, por cierto –solo los pilotos oficiales y Jorge Martín, del Pramac, tienen la moto con todas las novedades de 2022–, fue la que le permitió volar a Enea Bastianini, natural de Rimini, 24 años. Ese chaval que viste de azul celeste y que dio la campanada en el GP de Qatar. Se apuntó el primer triunfo de su carrera. El primero también para ese nuevo Gresini Racing.
Enea es un portento, talento bruto, tan risueño y aparentemente despreocupado como seguro y convencido se muestra sobre el asfalto. Magnífico en las segundas partes de la carrera, fue así, con dos remontadas de escándalo, como consiguió sus primeros podios en MotoGP, el año pasado en Misano, el circuito que tiene a la vuelta de la esquina de su casa. No necesitó esta vez tirar de un pilotaje loco en las últimas vueltas porque a su fabulosa gestión de los neumáticos en los metros finales de la carrera, la primera del año, había sumado ya una excelente salida. Y una persecución sin descanso al piloto que lideró la prueba casi de principio a fin.
Casi. Porque Pol Espargaró lo hizo (casi) todo tan bien y le puso tantas ganas (tras las dudas y las caídas de 2021) que llegó a aquellas últimas tres vueltas sin apenas combustible y con las gomas destrozadas. Y tuvo que contentarse con subir al podio. Había escogido el piloto de Honda los neumáticos más blandos para la carrera –Bastianini, como Binder o Aleix Espargaró, los hombres que más cómodamente completaron los 22 giros de la carrera, habían optado por los medios– y aquello, sumado a las ansias de lograr su primera victoria en la categoría reina, le dejaron seco. De tanto que apretó cuando, alcanzada la mitad de distancia, en torno a la vuelta 12, intentó sacar unos metros a sus rivales. Lo logró. Por un tiempo.
Había firmado Pol una salida perfecta. En la sexta plaza de la parrilla, abrió el gas con ímpetu, buscó el interior y adelantó a cuantos tenía por delante, incluido su compañero de equipo Marc Márquez, que, visto el panorama, se conformó con seguir a rueda del de Granollers. Le siguieron Brad Binder (Red Bull KTM), la gran sorpresa de este domingo, regular hasta el final, segundo en el podio; Joan Mir, que acabó perdiendo posiciones rápidamente hasta terminar sexto; y Bastianini, que labró su victoria a base de vuelta rápida, adelantamientos con descaro y la constancia de un pilotaje que lo sitúa como uno de los actores secundarios más atractivos de este espectáculo.
Cuando despertó la Bestia, como se conoce a Enea, se acabó la fiesta. Pol Espargaró sacaba cada vez más distancia a Binder, segundo. Y el grupo de cuatro se rompía, dejando a la Honda sola en cabeza. Supo Bastianini que era el momento de atacar. Adelantó al sudafricano y también al español. Su Ducati ayudó: marcaba 10 km/h más de velocidad punta. Exprimía toda esa potencia en la recta. Y ahí fue donde se colocó primero. Y dejó a Pol tan tieso que este cometió un error, frenó tarde, tuvo que abrir su trazada y perdió no una sino dos posiciones, en favor también de Binder.
El desgaste de sus neumáticos era similar al que sufrieron los de Márquez, que resistió vuelta tras vuelta en aquel grupo de cabeza hasta que acabó, también, por ceder una plaza ante su perseguidor, Aleix Espargaró, constante y peleón con su nueva Aprilia. Se felicitaba estos días el de Honda por haber completado todo un fin de semana sin dolor en el brazo derecho, tras dos años de martirio. Pero le faltan kilómetros. Y entenderse mejor con esta moto que ya no es tan nerviosa ni exige tanto al tren delantero, lo que la hace más manejable, pero también tan diferente a aquellas máquinas con las que hizo virguerías durante años y ganó seis campeonatos de MotoGP. Dijo que pelearía por el podio. Y lo hizo. Por mucho que terminara en quinta posición.
Del resto de favoritos, sin embargo, poco se supo. Acusó como nadie la menor potencia del motor de la Yamaha el campeón Fabio Quartararo, que acabó noveno. Trataba a duras penas el aspirante Pecco Bagnaia de sacar la cabeza con su Ducati cuando calculó mal una frenada, se cerró la dirección de su moto y acabó llevándose por el suelo al hombre de la pole, Jorge Martín, en la vuelta 11. Figuraban 11º y 12º. Y rindieron menos de lo que se esperaba de ellos los dos pilotos de Suzuki, Joan Mir, sexto, y Alex Rins, séptimo.
Fue la de Qatar la primera de 21 carreras del mundial de motociclismo más largo de la historia. Y la ganó un piloto de segundo año de un equipo privado y con una moto del curso anterior. Le acompañaron en el podio dos corredores que tampoco eran favoritos y que pilotan dos marcas diferentes mientras la Yamaha y el campeón de 2021 jugaban un papel más que discreto. Así arranca un mundial de MotoGP rejuvenecido y sin Valentino Rossi en la parrilla más de 20 años después. Con variedad, sorpresas y el aliciente de ver recuperarse a los mejores en las próximas citas.
Y con Fausto Gresini feliz. Allá donde esté. “Todos hemos llorado hoy. Apostó mucho por mí y hoy nos ha ayudado desde ahí arriba”, concedía Bastianini, todavía emocionado al recordar al hombre que le hizo debutar en el Mundial el año 2014.
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