El sueño veloz de Tony Parker
De ver a Michael Jordan colgado en su cuarto de Normandía a 20 años de carrera profesional en los que ganó cuatro títulos de la NBA y un campeonato de Europa con la selección francesa
En muchas de las carreras de éxito en el deporte hay una imagen que se repite con cierta frecuencia. La de la persona joven que tiene en su cuarto el póster del deportista al que admira. Lo mira soñando con emular sus gestas. Y después, un día, como si de un truco de teletransportación en el tiempo se tratara, aquellos sueños se convierten en realidad y, al mismo tiempo, en los anhelos de los que vienen detrás. Y es entonces cuando cualquiera de ellos podría recitar aquel haiku de Ron Padgett que decía: “Eso sí que ha sido rápido. Me refiero a la vida”.
Algo así pensó el jugador francés de baloncesto Tony Parker cuando decidió poner fin a su carrera deportiva. De ver a Michael Jordan colgado en su cuarto de Normandía a 20 años de carrera profesional en los que ganó cuatro títulos de la NBA y un campeonato de Europa con la selección francesa. Dos décadas en las que se convirtió en una rara avis —un base europeo en un equipo estadounidense—, fue elegido mejor jugador de las finales de 2014 y disputó seis veces el All-Star. En junio de 2019 anunció su retirada y ahora cuenta en Más allá de todos mis sueños (Ediciones JC) dos décadas que parecen un suspiro. Lo hace en colaboración con el periodista francés David Loriot, que escribe sobre baloncesto en L’Équipe.
Al final, la transición de mirar un póster a ser el protagonista de ese póster se produce de una manera mucho más natural de lo que se pudiera imaginar. A Parker le sucedió cuando, en un vuelo de vuelta de Orlando, el entrenador Gregg Popovich lo llamó a la parte delantera del avión para anunciarle que empezaría a ser el base titular. Su primera reacción fue preguntar si Tim Duncan, la estrella del equipo, estaba de acuerdo. No lo estaba y tardó varios meses en aceptarlo, pero dio igual. Lo segundo que hizo fue sacar el teléfono para llamar a su padre y decirle: “Mañana voy a ser titular. Es mi oportunidad”. La ilusión de la infancia empezaba a transformarse en lámina para adornar la habitación de infancia de los que venían por detrás.
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