El eclipse primaveral de Peter Sagan tras la covid

El ciclista eslovaco, de 32 años, busca y no encuentra las causas de una fatiga crónica que le obliga a retirarse de las carreras

Peter Sagan en su última carrera, el Circuito de La Sarthe.AFP7 vía Europa Press (Europa Press)

En el tiempo de los ciclistas campeones en precocidad, desmesura y osadía, en los tiempos de la desmemoria, antes que Tadej Pogacar, antes que Wout van Aert y que Mathieu van der Poel y ...

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En el tiempo de los ciclistas campeones en precocidad, desmesura y osadía, en los tiempos de la desmemoria, antes que Tadej Pogacar, antes que Wout van Aert y que Mathieu van der Poel y Remco Evenepoel, las estrellas que monopolizan la emoción, y hace no tanto, 10, 12 años, fue Peter Sagan, que, llegado el mes de abril, el de sus amadas clásicas de Flandes, y coincidiendo con el esplendor de los nuevos, ha desaparecido del mapa como el sol desaparece en un eclipse.

Oscuridad.

Nadie habla de él. Nadie parece echarle de menos. No lo busquen en las carreras ni dando botes en el pavés, dice su gente, ni en los muros o en el infierno del Norte, donde tanto brillaba su arcoíris, sino en los pasillos de ambulatorios y clínicas médicas, en los laboratorios que examinan y analizan muestras de su sangre y de su orina, en las consultas de los especialistas que buscan y no encuentran las razones fisiológicas de la fatiga crónica que consume al estandarte del gran ciclismo de la década pasada.

A los 19 años ya desafió al viejo regresado Lance Armstrong en el Down Under; a los 20 recién cumplidos, en marzo de 2010, ya ganaba etapas en la París-Niza; a los 22 ganó la primera etapa de su primer Tour, y su maillot amarillo, y empezó su colección de siete maillots verdes, más que ninguno en la historia; entre los 25 y los 27 ganó tres Mundiales consecutivos, y entre medias, un Flandes y una Roubaix y tres Gantes: 119 victorias en su carrera lleva, 300 veces en el podio en 1.000 días de competición. En el ciclismo, antes que Eslovenia ahora intratable, fue la Eslovaquia de Sagan, nacido en la ciudad de Žilina, entre Ostrava y Bratislava.

No corrió, hace ocho días, el Tour de Flandes en el que Van der Poel devoró a Pogacar; no correrá tampoco el domingo próximo la París-Roubaix. “Sagan no volverá a correr al menos en mes y medio o dos, hasta la Vuelta a Suiza, quizás”, advierte su agente y consejero Giovanni Lombardi. “Y no lo hará hasta que se sepa exactamente qué tiene y pueda seguir un tratamiento para curarse”. Perdida la temporada de clásicas, su objetivo, y el del equipo Total Energies, por el que fichó este año tras cinco temporadas en el Bora, es un octavo maillot verde de regularidad del Tour. “Está siempre cansado, y no le he visto así en toda su carrera, en la que solo se había retirado de las carreras después de alguna caída”.

Sagan, de 32 años, pasó la covid 19 por segunda vez en menos de un año en enero, y desde entonces, asegura a los suyos, no ha vuelto a ser él. “No sé qué me pasa”, les dice Sagan, que no termina una carrera desde hace dos semanas, y después se tuvo que retirar de la Gante-Wevelgem, su clásica favorita, y del Circuito de La Sarthe, y a primeros de marzo se bajó de la Tirreno-Adriático, otra de sus pruebas favoritas, por un gripazo con fiebre. Él está convencido de que sus males provienen del virus que azota el planeta desde 2020, una suerte de covid de larga duración, con secuelas en sus pulmones y en su corazón, pero los médicos que le han examinado no han encontrado nada. Todos sus análisis, electros, ecos, parecen normales. “Ahora está a la espera del resultado de nuevos análisis que se ha hecho para ver si el causante es alguna bacteria, como la del helicobácter o un estreptococo, o el parásito de la toxoplasmosis”, dice Lombardi.

La covid, las gripes, las fiebres inexplicadas, la fatiga, han oscurecido el brillo de Sagan, pero el eslovaco que puso de moda, para gozo de los espectadores, los caballitos en las grupetas de rezagados en las montañas y la música a todo volumen en las salidas de las carreras, no es el único tocado en los primeros meses del año en el ciclismo que se despereza, busca certezas y se sobrecoge con problemas como el que el corazón le provocó a Sonny Colbrelli, cuyo futuro depende de un desfibrilador subcutáneo en el pecho.

El Van Aert que parecía intocable en la Omloop y en la E3 debió dejar de correr antes de la Gante después de dar positivo por covid. La afición le espera que regrese fuerte el domingo en la París-Roubaix para que pelee, como siempre, como toda su vida, como en el barro del ciclocross de su niñez y primera juventud o en el asfalto del Tour, un duelo más, nunca el definitivo, con Van der Poel.

Y con ellos quiere también jaleo el gigante Filippo Ganna, el italiano que apabulla en la persecución en los Juegos y en las contrarreloj. Ganna, una locomotora en plena forma, también ha pasado unos días con fiebre y se prepara para los adoquines de la gran recta de Arenberg y el pavés y el barro del Cruce del Árbol con sesiones de intensidad y piñón fijo en un velódromo italiano. Y girando todos esperan que el eclipse termine, que Sagan vuelva a brillar, que sea el rival de siempre. Y derrotarle, claro.

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