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Nadal: “No puedes asumir levantarte cojo todos los días”

El campeón de 22 grandes charla sobre las adversidades de los últimos tiempos después de elevar su decimocuarta Copa de los Mosqueteros en su reino de París

Rafael Nadal
Nadal, durante la serie de entrevistas el lunes en su hotel de París.BENOIT TESSIER (REUTERS)
Alejandro Ciriza

Rafael Nadal (Manacor, 36 años) recibe a EL PAÍS y otros medios españoles en un salón versallesco de un céntrico hotel de París, el día después de lograr su 22º grande y el 14º trofeo de Roland Garros de una esplendorosa carrera que se dilata contra todo pronóstico. Lo hace sobre un butacón del que, finalizada la conversación, le cuesta incorporarse. Corrige la posición de las piernas y tira de brazos para reforzar la maniobra. Camina la leyenda con dificultad. El desgaste de la final del día anterior ha hecho mella en un cuerpo erosionado que ha resistido a un sinfín de adversidades y, sobre todo, en el pie más observado del planeta durante las últimas semanas. En esta ocasión, el dolor prevalece sobre el tenis y el éxito durante la charla. Habla el deportista, y también lo hace el paciente, por boca del doctor. Nadal busca una solución.

Pregunta. ¿Qué tal se encuentra?

Respuesta. Físicamente, la verdad es que estoy muy bien. En este torneo he jugado partidos de más de cuatro horas, pero a la mañana siguiente me he levantado bien a nivel corporal. Sorprendentemente, a estas alturas y con mi edad, no tengo demasiadas agujetas. Pero esta última no ha sido una noche normal, porque me dolía el pie. Pasa cuando se me despierta [cuando pierde el efecto de la anestesia] y después de dos semanas y media tomando muchísimos antiinflamatorios y analgésicos ―prácticamente cada seis horas porque no quedaba otra opción― he dejado de tomarlos porque no puedo seguir así.

P. ¿Cómo es posible jugar con un pie insensibilizado?

R. Hay que tener una cosa clara: me hacen un bloqueo a distancia de los nervios sensitivos, porque si te duermen el motor no puedes mover el pie. A mí me lo han hecho después de alguna operación para evitar el dolor y no lo puedes mover. Es imposible. Se queda sin control alguno. A mí me duele el nervio sensitivo. No es matemático tampoco. Al final, hay días en los que se te duerme un poco más hacia abajo. Por ejemplo, en la final se me durmieron los dedos también, la sensación era peor. Pero al menos con el tobillo tienes el control; menos, pero de alguna manera lo sigues controlando lo necesario para poder competir. Tienes el control del pie, lo que pasa es que no tienes ninguna sensibilidad y hay un poco más de riesgo a la hora de doblarte el tobillo. Pero vamos, que me da igual no tener sensibilidad; para mí es La Habana, porque paso de ir cojo a jugar sin dolor. Desgraciadamente, no se puede alargar en el tiempo esto.

P. ¿Es usted optimista?

R. Vamos a ver qué pasa. El objetivo es claro y consiste en hacer una radiofrecuencia pulsátil en el nervio para intentar conseguir la sensación que tengo cuando juego con el pie dormido y mantenerla de una manera permanente. Con los bloqueos a distancia se ha demostrado que puedo jugar, con lo cual si se consigue que este tratamiento funcione y se me quite esa sensación de dolor de manera permanente, quizá no se solucione el problema, pero sí se podría seguir jugando. Y ese es el objetivo ahora mismo.

P. ¿Cuánto duelen esos pinchazos tan frecuentes?

R. Lo que duele que te pinchen con una aguja... depende del sitio. Duele menos el nervio. Pero es soportable. Porque si no, no lo hubiéramos hecho. Aunque hacer esto 20 minutos antes de salir a la pista cada día no es agradable.

¿Los pinchazos? Desgraciadamente, ya no me dan ningún miedo. Me han pinchado para aburrir...

P. ¿Y le producen miedo?

R. No, ya no me dan ningún miedo. Desgraciadamente, estoy hecho a eso porque me han pinchado para aburrir... estoy acostumbrado.

El deportista, que sufre el síndrome de Müller-Weiss desde los inicios de su carrera —una enfermedad degenerativa del pie y sin solución para un atleta de élite—, revela en este tramo de la conversación que en la segunda ronda se quedó “totalmente cojo” y que, de no haber rectificado el tratamiento y no haber decidido infiltrar finalmente el nervio a distancia, este último trofeo “no hubiera llegado nunca”.

P. A comienzos de curso reconoció que sopesó dejar el tenis, tras medio año sin jugar por la lesión. ¿Ha tenido de nuevo la tentación de retirarse? ¿Todo esto le compensa?

R. Compensar, compensa siempre, lo que pasa es que, en un momento dado, lo que no compensa es que uno no se sienta competitivo; si no puedes entrenar, ¿cómo vas después a competir? Y estos últimos meses no ha podido ser… Sé que es difícil de entender desde fuera y por eso a veces cuesta hablar de ello, pero los que están a mi alrededor en el día a día y yo sabemos lo que hay, y hay que confiar en esta posible solución [el nuevo tratamiento]. Yo soy bastante realista, no soy muy dramático ni tampoco muy impulsivo, y a partir de ahí decido acorde a lo que se puede y lo que no se puede, y no se puede seguir como estos últimos meses; con lo cual, vamos a intentarlo. Si eso funciona, el primero que quiere seguir soy yo y también los de mi alrededor, porque todos nos lo pasamos bien haciendo lo que hacemos y disfrutamos. Después, vamos a ver. Si esto no funciona y hay que pensar en una operación, que no te garantiza al cien por cien que te recuperes, aunque puede ser que sí o que no… Será una decisión totalmente personal y deberé decidir si me compensa o no.

Nadal posa con la Copa de los Mosqueteros frente a la Torre Eiffel, el lunes en París.
Nadal posa con la Copa de los Mosqueteros frente a la Torre Eiffel, el lunes en París.BENOIT TESSIER (REUTERS)

P. A estas alturas, ¿qué pesa más, el dolor físico o el anímico?

R. No tengo ningún dolor psicológico. Si no tengo dolor físico, yo no tengo ninguno psicológico.

P. Pero ahora tiene ese dolor físico…

R. Sí, pero ya sabía que lo tendría. El tema no es que tenga hoy el dolor; hace dos semanas ya tenía muy claro que cuando terminara el torneo iba a estar mal, y eso lo tengo asumido, es muy fácil de asumir. El problema es el día a día. Lo que uno no puede asumir es que no pueda entrenar con regularidad porque te levantas cojo todos los días. Eso sí se hace difícil de asimilar; lo demás es más complejo.

P. ¿Cómo se imagina el día de mañana?

R. Lo imagino igual que lo he vivido durante bastantes veces en mi carrera, cuando he tenido que estar meses fuera de la competición por el tema de las lesiones. Yo siempre he sido feliz fuera del tenis. No es algo que me quite el sueño ni que me produzca ningún miedo. Yo tengo y he tenido siempre muchas cosas que me hacen feliz, más allá del tenis. A nivel físico, lo que tengo, lo tengo. Creo que, en cuanto al pie, me podrán quitar el dolor de una manera bastante definitiva. Lo que pasa es que para quitármelo me tengo que someter a una operación que consiste en fijarme el pie y, si lo hago, no podré seguir jugando.

Me da igual no tener sensibilidad con la anestesia; poder jugar sin dolor es para mí La Habana

P. Pero, por ejemplo, ¿se podría subir mañana a su catamarán sin sentir el dolor?

R. Sin dolor, no. El año pasado terminé Roland Garros y estuve dos semanas y media cojo. Cuando salí del partido con Novak [Djokovic, ante el que cayó en las semifinales], no podía ni bajar las escaleras durante dos semanas y media. Cuando dejo de jugar un tiempo, igual que después de Canadá el año pasado [tuvo que retirarse a continuación en Washington], estoy cojo. Las primeras semanas son malas, pero si dejo de jugar al tenis durante un mes y medio, mi vida diaria ya no es un problema. Al final llega un momento en que me deja de doler; me molesta, pero no es un dolor como el que siento cuando estoy entrenando.

P. Al menos, siempre le quedará el parchís, una de sus grandes aficiones. De algún modo, ¿le sirve de terapia?

R. Depende del día. Hay días que es una terapia contraproducente, porque tengo que aguantar a Marc [López, incorporado esta temporada al equipo técnico], que no tiene ni puñetera idea [risas]. Pero bueno, nos reímos. El parchís tiene una cosa buena, y es que te pasas una hora y media o dos horas sin darte cuenta; además, también es una manera de soltar las maquinitas [dice señalando a los móviles que graban]. Para mí es algo positivo. En algún momento estás con el equipo jugando sin estar pendiente del móvil antes de los partidos o cuando estás en un aeropuerto. Es una mera distracción y una competición que tenemos entre nosotros, así que nos reímos. Tenemos un ranking anual.

P. ¿Y quién va primero?

R. Ahora no lo sé exactamente. Iba yo, pero creo que mi padre me ha pasado sin jugar [como sucede a veces con el listado del tenis]. Los últimos días han sido críticos, pero bueno, nos reímos, nos distraemos. Es una manera de pasar las horas.

P. Hace un año, parecía que Djokovic tenía la sartén por el mango; ahora es usted el que manda. ¿Qué ocurrirá de aquí en adelante?

R. Todo puede pasar, ¿no? Si lo que hace un año parecía ahora no es, lo que ahora parece puede que dentro de un año no lo sea tampoco. Es evidente que Novak es el que está en una situación más clara porque tiene el nivel que tiene y no sufre problemas físicos; Roger [Federer] es quien es, así que siempre hay que esperar algo especial de él, aunque todos sabemos lo difícil que es volver, y más con 40 años... Veremos lo que pasa. Yo no me lo planteo mucho. No me preocupaba cuando estábamos empatados o iba por debajo, así que tampoco voy a preocuparme ahora que estoy dos por arriba. Lo único que me preocupa es poder seguir teniendo la oportunidad de competir.

Siempre he sido feliz fuera del tenis, el mañana no me quita el sueño porque hay muchas otras cosas

P. Durante estos días se ha especulado mucho con su pie y su futuro. De alguna forma, hay quienes lo han dado por acabado. ¿Considera que se le ha tratado con el respeto que merece?

R. Uf, yo no entro en ese charco nunca. Al final, igual que se me ha alabado muchísimo, también entiendo que aparezcan dudas sobre muchas cosas y las acepto, porque yo también las siento. Si le soy sincero, no lo leo todo y menos cuando estoy en los torneos aislado, porque yo debo hacer mi camino. Pero al final es lógico, porque vivimos en el mundo de la inmediatez y del momento, y todo pasa muy rápido. Es evidente que estos últimos meses, en los que he estado con una costilla rota y luego llegué con una preparación nula a Madrid y a Roma, y en los que además ha coincidido lo de Carlos… [Alcaraz, campeón en Miami, Barcelona y Madrid]. Al final, él es una cara nueva que aporta mucho positivismo; de alguna manera, entiendo que había que hacer esta promoción, pero yo hago mi camino. Tengo una cierta edad y tampoco me preocupan mucho las cosas que pasan por ahí. Yo, como mero espectador, no puedo estar más contento de tener a alguien como Carlos en nuestro país; si luego se considera que por el hecho de que por ensalzar tanto una cosa se hace de menos a la otra…

P. ¿Qué valor tiene esta última conquista, teniendo en cuenta todas las circunstancias?

R. Creo que a nivel tenístico tiene un valor importante, porque se ha conseguido ganar a gente muy buena [entre ellos, Aliassime, entonces noveno del mundo; Djokovic, primero, y Zverev, tercero]. Y a nivel mental también, porque al final, siempre valoro más la satisfacción personal que lo otro. Después de vivir lo que viví en Indian Wells, con la costilla rota, y después de Roma, cuando después de un set y un poco más me quedé cojo... Sabía que iba a poder jugar los partidos, porque con el pie dormido se puede jugar, pero lo difícil era tener la capacidad de poner todo esto a un lado y centrarme en el tenis para jugar al nivel que lo hice. Eso quiere decir que mentalmente estuve totalmente preparado para asumir el reto. Lo que queda es que se ha ganado un Roland Garros, que quizá sea uno de los más difíciles de mi carrera y de los más importantes. Me quedo con eso.

P. Es la primera vez que ha conseguido ganar en Australia y París en el mismo año. ¿Sería una locura pensar en el Grand Slam, en la posibilidad de ganar también Wimbledon y el US Open?

R. Sí, es una locura. Y más así, tal y como estamos, pero incluso estando perfectos me parecería una locura porque es algo que no lo ha hecho ningún jugador masculino desde Rod Laver [el australiano lo consiguió por última vez en 1969, y la alemana Steffi Graf, última que logró el gran póquer, en 1988]. El que estuvo más cerca fue Novak el año pasado. Creo que es una locura pensarlo. Ni me lo planteo. Más que ganar, firmaría poder jugar los cuatro, teniendo en cuenta cómo tengo el pie.

P. Si lo enseñara, ¿nos asustaríamos?

R. Si no lo grabáis os lo enseño después sin problemas, encantado, pero no os gustaría... [les dice a los periodistas con la intención de hacerlo, aunque finalmente la anécdota se pierde y no lo hace]. Os asustaríais.

Nadal, junto a su esposa, María, y su hermana, Maribel, el lunes en París.Foto: BENOIT TESSIER (REUTERS) | Vídeo: EFE

P. Llegó aquí con todas esas dudas, pero al final ha vuelto a ganar y son ya 14 títulos de Roland Garros. ¿Cree que algún día podrá superar alguien la cifra?

R. Parece imposible, muy difícil. Sé de la dificultad que tiene eso y de todas las circunstancias que se tienen que dar para que ocurra. Pero, al final, si lo he hecho yo, supongo que se podrá repetir. No voy a ser yo un superelegido. Es evidente que se tienen que dar muchas circunstancias, que en mi caso se han dado. Pero bueno, será difícil.

P. La grada francesa le brindó un cariño extra en esta edición. ¿Ha sentido ese ‘¡Vamos Rafa!’ más que nunca? Porque no siempre fue así.

R. Yo creo que el público de aquí se porta de una manera inmejorable conmigo desde hace muchísimos años. Esta vez quizá ha sido un poco más especial, pero creo que viene dado porque hace años que la gente no podía venir al estadio y hemos pasado una época supercomplicada por la covid. Era la primera vez que se podía llenar esta pista nueva, que es espectacular, y eso tal vez haya tenido algo que ver.

Entiendo que aparezcan dudas sobre mí y las acepto porque yo también las tengo. Debo hacer mi camino

P. Elevó su primer trofeo de Roland Garros hace 17 años, en 2005. Desde entonces, ¿cómo ha cambiado el tenis?

R. El tenis ha cambiado, como todo en esta vida. Se juega de una manera más rápida y nos tenemos que adaptar. Antes se jugaba un tenis más clásico sobre tierra batida, más como el de Casper [Ruud], y a día de hoy quedan menos jugadores con este tipo de tenis. Incluso yo no lo juego ya, la mayoría de las veces no. Pero bueno, en general las cosas evolucionan en ese sentido, todos evolucionamos y yo mismo he ido cambiando, adaptando mi raqueta para tener más potencia, por ejemplo. De hecho, este año cambié el peso y el cordaje; estaba jugando siempre con 1,35 y ahora juego con 1,30. Para el peso puse más plomo en la cabeza, con el objetivo de intentar conseguir un poquito más de potencia. Y otra cosa, algo que ya es más fuera de lo común, es que cambié a la raqueta antigua dos días antes de empezar este torneo. Volveré a la otra si consigo jugar en hierba [Wimbledon comienza el 27 de junio] o en dura.

P. De momento, y pese a todos los contratiempos, es el jugador con el mejor registro global de esta temporada, en la que ha ganado cuatro torneos, los dos Grand Slams que se han disputado. ¿Hasta qué punto le inyecta un extra de apetito por la victoria?

R. Sentirse competitivo supone energía, eso es una realidad. Si teniendo todo lo que tengo no me sintiera competitivo, otro gallo cantaría. Pero me siento competitivo y vamos a buscar soluciones.

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Sobre la firma

Alejandro Ciriza
Cubre la información de tenis desde 2015. Melbourne, París, Londres y Nueva York, su ruta anual. Escala en los Juegos Olímpicos de Tokio. Se incorporó a EL PAÍS en 2007 y previamente trabajó en Localia (deportes), Telecinco (informativos) y As (fútbol). Licenciado en Comunicación Audiovisual por la Universidad de Navarra. Autor de ‘¡Vamos, Rafa!’.

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