Los tres españoles se clasifican para la final de 1.500m de los Campeonatos Europeos de atletismo
Ignacio Fontes, Gonzalo García y Mario García Romo le disputarán el jueves el título a Jakob Ingebrigtsen. “Claro que pienso en ganar el campeonato. Si no, ¿para qué habría venido a Múnich?”, dice García Romo, el más ambicioso
Correr en el estadio olímpico le ilusiona a Mario García Romo, y no tanto por la historia y el símbolo y la belleza como por el tamaño y el corazón de sus padres y su hermano, que nunca le han visto disputar un gran campeonato más que por televisión. “Y estarán en Múnich”, dice el mejor español en los 1.500m, el atleta que desafiará al invencible, o casi, campeón olímpico y de la juventud, el noruego Jakob Ingebrigtsen. En la final extraeuropea del Mundial de Eugene, García Romo fue cuarto tras el inglés Whigtman, que disputará los 800m en Múnich, Ingebrigtsen y el español Mo Katir, quien se ha pasado al 5.000 en Múnich, ya que, dice, la federación no le ha permitido doblar en las dos pruebas. “El estadio de Eugene está muy bien y es muy mítico y todo eso, pero no era muy grande, 20.000 espectadores cabían. En cambio, Múnich, más de 60.000…”
No había tanto espectador cuando, ya anochecida la capital de Baviera, Gonzalo García, sevillano que iba para futbolista, de 27 años; Ignacio Fontes, granadino, de 24, y Mario García, salmantino, de 23, se clasificaban, pleno español siguiendo el hábito del Mundial de Eugene, para la final de 1.500m, el jueves. Cuatro años después de unos Europeos de Berlín sin españoles en la final de 1.500, la plenitud de tres atletas en forma. Fontes y Gonzalo García, fluido y ligero de pies, y un cambio de dinamita, en la primera semifinal, terminaron en 3.38m una carrera en la que pasaron por el 800m en 2.01m, lo que, explican los especialistas, significa que están muy muy bien. Lo hicieron siguiendo la estela de Ingebrigtsen, mítico y abatible. Y así lo piensa Mario García Romo, tercero en su semifinal, una carrera en la que quiso controlar el ritmo desde cabeza, lo que le obligó, dice, a correr mucho por la calle dos. “He corrido mal. He gastado mucho. No podía dejar que bajara el ritmo, pero no pude cerrar bien la puerta interior por la que se me coló el polaco Rozmys. La final estará muy igualada, aunque Ingebrigtsen está por delante de todos, pero mi objetivo es él, claro, ganarle a Ingebrigtsen. Quiero ganar la carrera, si no, ¿para qué habría venido?”, dice el atleta de Villar de Gallimazo que no competía desde el Mundial de Eugene. “Prefería hacer mi primera concentración en altura, en Sankt Moritz, para estar con los compañeros de club y sobre todo estar centrado en los entrenamientos, que yo creo que es lo que nos importa a nosotros y lo que nos hace estar bien con nosotros mismos”.
Fascinación y desengaño. Miguel Ángel López tenía 14 años cuando los Europeos de Múnich de hace 20 años, y grababa en vídeo las pruebas de marcha, que se celebraban en un circuito pegado al estadio de la cubierta de cristal. Los marchadores salían de la pista y a ella regresaban al final de su caminata. Todo tenía sentido y belleza para el atleta murciano que, fascinado, veía una y otra vez la cinta. “Y llego a Múnich a competir y me encuentro con un circuito en el centro de la ciudad, lejos del estadio, y no podré sentir la emoción de regresar atravesando el túnel de entrada”, lamenta López, campeón de Europa en 2014 y del mundo en 2015 de los 20 kilómetros marcha que parte como uno de los favoritos en los 35 kilómetros, la distancia que sustituye a los 50 desde este año, una distancia hecha a su medida, al que se le quedaban cortos los 20 y largos los 50 y que cuenta como máximo favorito con un sueco nacido para la marcha, Perseus Karlstrom, hijo de marchadora sueca y de marchador mexicano, y fue bronce en las dos distancias en los Mundiales de Eugene, hace nada.
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