El sorprendente regreso con 51 años de la leyenda del balonmano Rolando Uríos: “Podría ser el padre de todos”
El pivote hispanocubano, retirado hace 13 temporadas, vuelve con el Alarcos, heredero del histórico Ciudad Real, para “echar una mano” gratis en la segunda división
Rolando Uríos quería pasar inadvertido, pero ha sido imposible. “Me han llamado de todos los lados, hasta de Argentina”, comenta sorprendido el hispanocubano con voz pausada, caribeña. Pero cómo iba a pasar inadvertido que el considerado por muchos como el mejor pivote ofensivo de la historia del balonmano regrese a las pistas con 51 años, 13 después de que sus rodillas machacadas lo retiraran.
Lo hizo el pasado fin de semana en Ciudad Real, el lugar que lo convirtió en estrella mundial en la primera década de los 2000; con la camiseta ahora del Alarcos, el modesto club que tomó el rele...
Rolando Uríos quería pasar inadvertido, pero ha sido imposible. “Me han llamado de todos los lados, hasta de Argentina”, comenta sorprendido el hispanocubano con voz pausada, caribeña. Pero cómo iba a pasar inadvertido que el considerado por muchos como el mejor pivote ofensivo de la historia del balonmano regrese a las pistas con 51 años, 13 después de que sus rodillas machacadas lo retiraran.
Lo hizo el pasado fin de semana en Ciudad Real, el lugar que lo convirtió en estrella mundial en la primera década de los 2000; con la camiseta ahora del Alarcos, el modesto club que tomó el relevo del malogrado Balonmano Ciudad Real con el que levantó tres Copas de Europa, y que compite en la segunda división nacional con el objetivo de no descender. “Roly, ¿estás seguro de que quieres volver?”, le preguntó hace unas semanas el presidente, Juan Pablo Marciel, que no daba crédito a este retorno. “Aquí el que más tiene que perder eres tú”, le advirtió. Pero a Roly ya lo habían convencido.
De alguna forma, esta historia también es cíclica. En 2001, Uríos se encontraba en Cuba, atrapado en lo que él ha calificado como “propaganda comunista”, y de allí escapó gracias a Julio Fis, compatriota y amigo que jugaba en la localidad manchega. El equipo necesitaba entonces un pivote y les recomendó a Rolando, que terminó saliendo del país haciendo creer a las autoridades que volvería cuando él sabía que eso no sucedería. Y ahora, dos décadas después y otra vez en Ciudad Real, Fis es el segundo entrenador del Alarcos y también necesitaba un pivote. “¿Por qué no nos echas una mano?”, le sugirió su viejo amigo, un tipo “bastante incisivo”, según lo define el presidente.
“Al principio, no quería”, admite Roly. “Pero luego decidí apoyar al equipo en estos primeros partidos, hasta que encuentren un pivote [uno se lesionó y otro tiene problemas familiares]. No me veo para la temporada entera, aunque igual me planteo el reto de llegar hasta los 52 años. Los cumplo en enero”, apunta. En el club, encantados con el regalo que les ha caído, le han dicho que lo que quiera, como quiera y cuando quiera. “No hay nada firmado, está jugando gratis”, asegura Juan Pablo Marciel, máximo dirigente y uno de los fundadores de la entidad hace una década cuando Ciudad Real vio caer a su gran coloso y se quedó huérfana de balonmano, víctima de la crisis inmobiliaria que lo arrasó todo.
Dos goles y visita al fisio
Su inesperado regreso se saldó con derrota en el derbi (25-29 ante el Caserío Vigón), dos goles en dos lanzamientos, un penalti forzado y la visita al fisio al día siguiente. “Sufrí una contractura en el gemelo izquierdo durante el calentamiento. No es grave, pude jugar sin problemas”, aclara. “Me costó un poco entrar en el partido, pero me sentí bien. A veces un poco frustrado porque los chicos son muy jóvenes y querían dármela sin preparar bien el pase, y ahí se perdió algún balón”, lamenta. Antes de su llegada, la edad media de la plantilla era de 20,3 y con ellos entrena un juvenil de 15 años. “Tenía dos cuando me retiré”, exclama Rolando Uríos. “Podría ser el padre de todos. Tengo una hija de 26 y un niño de 23. Por lo menos, soy un poquito de motivación para el vestuario, los chicos están emocionados por compartir cancha conmigo”.
Desde que se fue con 38 años, castigado por las lesiones (se operó tres veces de las rodillas), afirma que nunca sintió la tentación de volver. “Lo dejé y no hacía nada. Llegué a pesar 122 kilos [ahora está en 108]. Y en los últimos años, en Alemania, donde he entrenado, me puse en un gimnasio, hacía mis pesitas, caminaba mucho por Berlín, cogía la bicicleta y tomaba una comida al día para controlar el peso. Pero no he hecho una preparación para jugar un partido”, subraya el hispanocubano, ganador del oro mundial en 2005 y la plata europea en 2006 con la selección española, tras su rápida nacionalización (su abuelo paterno era de Valencia).
De momento, solo se ve para disputar unos 10 minutos por parte y, más allá de la agitación provocada en Ciudad Real -la asistencia al pabellón el pasado fin de semana se dobló (casi 2.000 personas)-, por su cabeza pasa, sobre todo, conseguir un equipo al que entrenar en España. “No me creo que tenga 51, pero los años no pasan por gusto”, zanja resignado.
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