Una Real Sociedad muy fiable y un Mallorca en apuros
Los de Imanol se imponen al Logroñés con paciencia, mientras que los de Aguirre alcanzan los octavos tras la prórroga en Pontevedra
Javier Aguirre también podría decir que lo que se jugó en Pasarón no es fútbol, pero no lo ha dicho. Su equipo, el Mallorca, sudó la gota gorda (0-2) ante un Pontevedra del que decían, a mediados de los años sesenta, que había que roerlo. Como a un hueso, vamos. Lo fue el equipo gallego en un recinto histórico de la Liga, que hace años abandonó los fastos y los oropeles de la máxima categoría, que en sus tiempos no eran tantos. De hecho, cualquier partido de Prime...
Javier Aguirre también podría decir que lo que se jugó en Pasarón no es fútbol, pero no lo ha dicho. Su equipo, el Mallorca, sudó la gota gorda (0-2) ante un Pontevedra del que decían, a mediados de los años sesenta, que había que roerlo. Como a un hueso, vamos. Lo fue el equipo gallego en un recinto histórico de la Liga, que hace años abandonó los fastos y los oropeles de la máxima categoría, que en sus tiempos no eran tantos. De hecho, cualquier partido de Primera se parecía más a lo de la noche copera pontevedresa que a lo que sucede en las moquetas verdes de la élite.
Tuvo que esperar el Mallorca a la prórroga, cuando las piernas de los locales pesaban más que su voluntad y las ideas no fluían tanto como en los noventa minutos. Fueron dos zarpazos solidarios entre los delanteros mallorquines. El primero, en un error defensivo del Pontevedra. Kang In le puso la pelota a Muriqi, que se plantó ante el guardameta Cortés, pero en vez de disparar cedió en horizontal para que Abdón Prats empujara la pelota. Cinco minutos más tarde sucedió lo mismo pero al revés; Abdón, con todo a su favor, después de un contragolpe tras un córner en contra, prefirió dejársela en ventaja al jugador kosovar. La generosidad se sustanció en los dos goles que resolvieron la eliminatoria.
El Pontevedra, que había exigido el esfuerzo supremo del Mallorca para imponer la diferencia entre categorías, se diluyó en el tiempo extra. Ni siquiera sirvió la veteranía de Charles, que como ha sucedido esta misma semana con Lucas Pérez con el Dépor, dejó la máxima categoría, cuando jugaba en el Eibar, para regresar a Pasarón. Tuvo el brasileño la mejor ocasión local con un disparo que Greif detuvo junto al poste.
En otro enfrentamiento, la Real Sociedad jugó su partido de Copa como si fuera uno de Liga. Aunque el rival, la UD Logroñés, está dos categorías por debajo, se lo tomó con la misma seriedad que el último día del año pasado ante Osasuna para acabar ganando por la mínima (0-1). Ayudaba el escenario, porque Las Gaunas puede pasar perfectamente por un recinto de Primera División, casi lleno y con un césped bastante decente para lo que se estila en la categoría de bronce. Además ya lo había advertido Imanol: la hierba no era excusa.
Y no lo fue, porque frente a un Logroñés entusiasta, formó una Real muy profesional, que sabía lo que tenía que hacer y lo que no. Agarró la pelota desde el principio, y pese a un par de escaramuzas riojanas, eligió la paciencia como camino para perforar la portería de Gonzalo. No se desesperó con las llegadas fallidas ni con algún remate torcido. Con el control total, supo esperar su momento, que llegó a la media hora, cuando Illarramendi, casi siempre una buena noticia para la Real, lanzó un pase vertical que Brais dejó pasar entre las piernas cuando vio la carrera de Robert Navarro, que cruzó ante la salida del guardameta del Logroñés.
Con el marcador a favor, la intensidad realista no decayó durante la primera parte, pero no llegó el segundo gol, lo que condicionó en cierta forma el desenlace de la eliminatoria. Salió en la segunda, el equipo donostiarra, con ganas de finiquitar el asunto cuanto antes, y se trató de acercar con peligro al área del Logroñés, pero se encontró con la actuación de Gonzalo, que en el minuto 49 voló hasta el poste para rechazar el balón peinado por Merino después de uno de esos envíos envenenados de Brais que tanto desconciertan a las defensas rivales. De nuevo Merino se encontró con Gonzalo en un remate.
Aunque siguió con el bastón de mando la Real, a partir del cuarto de hora del segundo parcial empezó a mirar con cierta desconfianza lo que sucedía en el campo, porque el resultado era exiguo y en cualquier momento podía producirse un accidente. Tomó más precauciones, presionó la salida del Logroñés para evitar que llegaran al área donostiarra y consiguió hasta el final que Remiro tuviera una noche plácida, más allá de un par de salidas para despejar los balones largos que eran la única opción del Logroñés. En modo precaución, el equipo de Imanol, al que acompañó una nutrida presencia de seguidores txuriurdin, no hizo regalos. Al final, una Real muy fiable, y además reconocible, envió su bola al sorteo del sábado.
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