El Sadar olvida a Vinicius tras el descanso
Después de ser el foco de atención en el descuento de la primera parte, el brasileño se centró en la segunda
Y el lío se montó en el descuento de la primera parte. Todo había discurrido con aparente placidez. Vinicius pidió una falta que el árbitro no señaló, puso un par de veces en apuros a Herrera, a la vez que hacía enmudecer El Sadar y Moncayola le hizo un seguimiento a distancia cuando ocupaba la banda, sin apenas roce carnal entre ambos. Ni se miraban, vamos.
Pero Munuera Montero amplió la primera mitad dos minutos, y en ese lapso se desató la mundial, porque todo lo que sucede alrededor de Vini Junior empieza a magnificarse a medida que el foco se pone cada vez más sobre él. El delantero brasileño le hizo una falta a Moi Gómez, que según con el cristal con que se mira es tarjeta amarilla o no. En la versión neutral del árbitro, la respuesta era que no, pero teniendo en cuenta la identidad del victimario, la grada se encendió.
Mucho más todavía cuando 30 segundos más tarde, Moncayola forcejeó en medio campo con el brasileño, le sujetó el brazo a la vez que recibía un agarrón de la camiseta, e impidió avanzar a Vinicius. Esta vez estuvo ligero de mano Munuera, que se sacó la tarjeta del bolsillo como un prestidigitador, lo que enardeció definitivamente a la parroquia osasunista.
Pero todavía quedaba tiempo para más en esos dos minutos que fueron casi de baloncesto, porque el balón llegó al área local, despejó Moi y metió la pierna Vinicius. Según el rojillo, en falta, según el merengue, con limpieza. No se pusieron de acuerdo y decidieron resolverlo en un cara a cara nada amistoso que sentenció el árbitro con sendas tarjetas. Fue entonces cuando por primera vez, el madridista recibió insultos a coro desde las tribunas. A Vinicius no le pareció que la decisión arbitral era justa, y se acercó a Munuera pidiendo explicaciones con la primera parte ya acabada, y después de él, Carlo Ancelotti, con el que mantuvo una larga charla en el centro del campo ante el pasmo de los aficionados por tanta paciencia del colegiado. Si Renato Tapia, el jugador del Celta, lo vio por televisión, seguro que se extrañó por el doble rasero, después de que sólo unas horas antes le expulsaran en Anoeta por “formular observaciones” a la primera tarjeta que vio, y encima el árbitro apuntó en el acta que el jugador peruano le había llamado prepotente. Ya no está Negreira, pero todavía hay clases.
Antes de todo eso, nada había pasado en el contencioso Vinicius-resto del mundo. No hubo ocasión ni a la llegada del Madrid. El autobús del equipo blanco entró al Sadar por el costado del Navarra Arena, el frontón de las grandes finales de pelota a mano, y entonces, toda la masa de aficionados que esperaba el acceso habitual por el otro lado, tuvo que desplazarse para no ver casi nada, porque las puertas del vehículo daban hacia el otro lado. Hubo bastantes silbidos, unos cuantos aplausos y muchísimos teléfonos grabando nada más que el lateral del autocar. Nadie nombró a Vinicius, ni para bien, ni para mal.
Después, ya en el campo, la lectura a través de la megafonía, de las alineaciones, registró más intensidad en los silbidos al brasileño que al resto de sus compañeros, aunque tampoco fue demasiado llamativo el recibimiento al futbolista que ha sido centro de la polémica durante semanas. Con el paso de los minutos, la grada olvidó al brasileño, que durante gran parte del choque tuvo pesadillas, no con los defensas, sino con Sergio Herrera, que le había sacado un mano a mano en la primera parte y otros dos en la segunda.
Así que después, cuando tuvo ocasión, en vez de disparar se fue a la línea de fondo, levantó la cabeza y vio la llegada de Fede Valverde, que sólo tuvo que empujar. Con Osasuna volcado, no pudo ponerle la guinda a su particular pastel después de celebrar el segundo gol, porque el joven Álvaro Rodríguez estaba en fuera de juego por milímetros cuando arrancó la jugada. Para entonces, todo el mundo se había olvidado de él. Esta vez no fue el centro de la polémica ni de nada.
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