Pon un Escorpio en tu equipo (o no)
La astrología y el fútbol se parecen en bastantes cosas. Ambos encajan en tu rutina si te gustan los rompecabezas, las fábulas y descifrar lo incognoscible
Cuando el 6 de noviembre de 1995 Enzo Francescoli y Diego Armando Maradona se fundieron en un abrazo histórico dentro de un estadio Monumental repleto, probablemente no lo sabían pero estaban abrazando a otro Escorpio. ¿Qué significó este momento a nivel cósmico? Vete tú a saber. Me meto en una web cualquiera de horóscopo virtual y tecleo ‘relación de un Escorpio con otro Escorpio’. Responde que dos Escorpio se compenetran bien porque son personas trabajadoras, ambiciosas y tenaces. La búsqueda me recuerda a aquellos test pueriles de compatibilidad de las revistas que me compraba cuando era adolescente y que me ayudaron a descartar cualquier esparcimiento con un Virgo por mi condición genuina de Géminis. Otro Escorpio notable era Pelé. Lo descubrí leyendo una entrevista a Germán El Mono Burgos en Relevo. El exguardameta y entrenador contaba cómo para organizar la plantilla buscaba siempre los signos zodiacales más compatibles entre sí, especialmente si eran escorpianos.
Germán Burgos no ha sido el único en dejarse llevar por los designios de las cartas astrales. Raymond Doménech, exseleccionador de Francia y notable acuario, lo hizo durante años. Reconoció en varias entrevistas que hacía las convocatorias no sólo mirando el signo zodiacal, sino también los ascendentes, que ahí es donde está la verdadera enjundia cósmica, al parecer. Él, sin embargo, desconfiaba profundamente de los Escorpio. Y, de hecho, entre sus convocados casi nunca figuraban los nacidos entre octubre y noviembre. Los Anthony Réveillère, Robert Pirés o Benoît Pedretti se quedaban en sus casas lamentando estar regidos por los planetas Marte y Plutón. “Cuando tengo a un Leo en defensa, siempre tengo mi arma preparada porque sé que en un momento u otro querrá lucirse y nos costará un error”, llegó a decir en referencia al futbolista William Gallas, defensa y Leo por encima de todo.
Para Raymond Doménech su interés en la astrología dependía de su interés mismo en comprender al ser humano. Allá arriba giran los astros que repercuten en cosechas o mareas, así que parece plausible que nos puedan controlar también a nosotros. Seguramente, por ese motivo, la astrología siempre ha gozado de buena fama, aunque quizá nunca como lo hace en la actualidad gracias a las redes sociales, con miles de perfiles pululando por Instagram o Tiktok. Su vaguedad, enmarcada en descripciones resbaladizas y genéricas, la vuelve relativamente confiable. También proporciona un pulso gratuito a la incertidumbre y un motivo de exculpación. Cada cuatro meses, más o menos, el planeta Mercurio entra en un aparente movimiento retrógrado y ese es motivo suficiente para culparlo de cualquier mal que nos ocurra; incluida, claro, una derrota futbolística.
En realidad, la astrología y el fútbol se parecen en bastantes cosas. Ambos encajan en tu rutina si te gustan los rompecabezas, las fábulas y descifrar lo incognoscible. Ambos proporcionan algo en lo que creer y a lo que aferrarse, especialmente en tiempos de zozobra. Ambos alimentan nuestras expectativas acomodadas en espiritualidades imprecisas. “Hoy encontrarás el amor de tu vida o quizá gane el Elche”. Y ambos amparan una idea de exclusividad. Ser Tauro o del Getafe, por ejemplo, te hace sentir parte de un grupo cerrado, con características propias y definidas.
Aprovecho que sigue horoscopo.net abierto en mi buscador y miro mi pronóstico del día. Dice: “Ten un poco más de paciencia y no andes dando palos de ciego. Terminarás agotado, con muchas ganas de tirar la toalla. No desesperes, después del descanso verás las cosas de otra manera y se abrirán posibilidades. Cuando las cosas estén en su peor momento, surgirá un elemento que lo cambiará todo de forma radical. La clave está en saber aguantar al máximo”. Y, efectivamente, no sé si se refiere a mi equipo de fútbol o a mi vida.
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