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El último entrenamiento antes de la dana

Miguel Ángel Ortiz y su club de atletismo, en Paiporta, salieron a correr un lunes sin saber que sería la última vez en mucho tiempo. El pasado fin de semana se reunieron de nuevo, esta vez con botas de agua en vez de zapatillas de correr

Miembros del club de atletismo del Club de Atletismo Von Hippel-Lindau, de Paiporta, en el polideportivo de la localidad donde quedaban para salir a correr y que ha quedado arrasado por la dana. Cortesía de Miguel Ángel Ortiz
Miembros del club de atletismo del Club de Atletismo Von Hippel-Lindau, de Paiporta, en el polideportivo de la localidad donde quedaban para salir a correr y que ha quedado arrasado por la dana. Cortesía de Miguel Ángel Ortiz
Pablo Cantó

Este artículo es un extracto de ‘La zancada’, la newsletter de EL PAÍS sobre correr más allá de tiempos, entrenamientos y superación. Si quieres recibirla, puedes apuntarte gratis aquí.

Como cada lunes, Miguel Ángel Ortiz quedó en el polideportivo de Paiporta con su club –el Von Hippel-Lindau– el pasado 28 de octubre para hacer ejercicios de técnica de carrera y fuerza. Aunque estemos en otoño, para los corredores valencianos había arrancado la primavera de carreras: acababa de celebrarse el medio maratón de Valencia, su club celebraba el 17 de noviembre la V Carrera Solidaria del Club de Atletismo Von Hippel-Lindau y algunos de sus compañeros afrontaban los últimos entrenamientos para el Maratón de Valencia. Ninguno de ellos podía imaginar que aquella sería su última salida a correr en mucho tiempo. Al día siguiente, llegó la dana.

Miembros del club de atletismo del Club de Atletismo Von Hippel-Lindau, de Paiporta, en el Medio Maratón de Valencia, dos días antes de la dana
Miembros del club de atletismo del Club de Atletismo Von Hippel-Lindau, de Paiporta, en el Medio Maratón de Valencia, dos días antes de la danaCoresía de Miguel Ángel Ortiz

Ese polideportivo, símbolo de reunión y alegría para muchos deportistas de Paiporta, donde los miembros del club de Ortiz quedaban a diario para salir a correr o donde su hijo jugaba a fútbol, quedó arrasado, como buena parte de la localidad. Antes de la dana, este edificio no se veía desde su casa, pero ahora, con un muro también caído por las inundaciones, ve sus ruinas a diario. “Está destrozado”, cuenta este ingeniero de telecomunicaciones, de 47 años, por teléfono. “El agua en esa zona subió tanto que dejaron de verse los coches”. Llamé a Ortiz después de que fuera él el que se pusiera en contacto conmigo. Me escribió una carta el pasado 17 de noviembre que habré leído una decena de veces y todavía me emociono como la primera. Como no creo que pueda contarlo mejor que él, la reproduzco, al completo, a continuación:

La carta de Miguel Ángel Ortiz

“Hoy debería haber sido una fiesta del atletismo en nuestro pueblo y comarca, ya que hoy organizábamos la V Carrera Solidaria del Club de Atletismo Von Hippel-Lindau, club al que pertenezco. El club se formó hace más de 10 años para apoyar y dar visibilidad a los enfermos de Von Hippel-lindau, una enfermedad catalogada como rara. Estábamos muy ilusionados porque este año se cambiaba el recorrido y ofrecíamos la posibilidad de tres modalidades: 5 km, 10 km y marcha solidaria. Pero llegó el día 29 y saltó todo por los aires…

El 27, una amplia mayoría del club disputó la Media Maratón de Valencia (una fiesta runner por excelencia por el recorrido, animación, posibles récords mundiales y personales…). Valencia es la Ciudad del Running, las carreras se viven de forma diferente, la ciudad te enamora. Este año, gran parte de la carrera estuvo lloviendo, presagio de lo que nos pasaría dos días después. A pesar de la lluvia, acabamos la carrera con el objetivo cumplido y una sonrisa de oreja a oreja.

Todos los lunes nos reunimos en el polideportivo y entrenamos técnica de carrera y fuerza. Nuestro mister David Rodríguez, campeón de España de la milla en su categoría semanas atrás, nos hace sufrir con sus oregones y arrastres, aunque este lunes el entrenamiento fue light para los que hicimos la media y así recuperarnos del esfuerzo del día anterior.

Ese lunes fue el último entrenamiento para muchos de nosotros, que cambiamos las zapatillas por botas, y las series por palazos quitando barro de nuestras casas y calles. Fue la última vez que vimos el polideportivo en pie...

Hoy hemos parado un rato la limpieza para juntarnos y abrazarnos, celebrando que estamos vivos (cada uno con su historia, porque todos somos víctimas en mayor o menor medida) y visitar dos puntos que serían importantes en el recorrido: la plaza Mayor y el Polideportivo, donde se hubiera instalado la salida y meta de nuestra carrera, punto donde también quedábamos para salir en grupeta el resto de días paras hacer largos, series… lo que el compañero Toni nos marcaba.

Miembros del club de atletismo del Club de Atletismo Von Hippel-Lindau el pasado 17 de noviembre en Paiporta. Miguel Ángel Ortiz es el sexto empezando por la izquierda.
Miembros del club de atletismo del Club de Atletismo Von Hippel-Lindau el pasado 17 de noviembre en Paiporta. Miguel Ángel Ortiz es el sexto empezando por la izquierda.Cortesía de Miguel Ángel Ortiz

No sabemos cuándo podremos cambiar las botas por las zapatillas, ni cuándo volveremos a entrenar, y ya ni pensar en carreras. Hoy nos hemos echado unas risas que nos ha hecho olvidar por un momento el drama que estamos sufriendo. Esperamos que esta pesadilla acabe cuanto antes, aunque ya sabemos que va a ser una carrera de fondo, pero que sea cortita.

Que no se me olvide agradecer a todas esas personas anónimas que durante estas casi 3 semanas nos están ayudando a renacer”.

La vida de Miguel Ángel tras la dana

Miguel Ángel Ortiz cuenta que su calle le recuerda “al Día de la Marmota”: “El jueves [7 de noviembre] estaba limpia, pero al día siguiente estaba sucia de nuevo porque sacaron todos los coches al centro de la calle, los recogieron y ahora están sacando los trastos. La ves limpia, y al día siguiente deja de estarlo”, cuenta. Aunque en su familia no ha habido víctimas y el agua apenas entró en su casa, arrasó con dos coches, una moto y todo lo que tenían en el garaje, cuya puerta siguen sin poder cerrar: “Siempre tiene que haber alguien en casa”, dice. Aunque se reconoce “afortunado” por saber que tanto él como su mujer y sus dos hijos están bien.

Sabe que la normalidad tardará en regresar, pero su mayor anhelo es que lo haga lo más pronto posible, especialmente por sus dos hijos, que siguen sin colegio. Su hija, de 12 años, sigue haciendo actividades online, y a su hijo, de 10, lo han llevado a casa de sus cuñados, en Jarafuel, a hora y media de viaje en coche, para brindarle un poco de esa normalidad que ellos todavía no disfrutan: allí está yendo al colegio a hacer actividades y le han acogido en el club de fútbol de Ayora, a donde sus tíos le llevan a entrenar. “Lo echamos mucho de menos, pero sabemos que era lo mejor para él en este momento”, cuenta.

“En Paiporta seguimos sin supermercados, la mayoría de la gente sigue necesitando de las ayudas de los voluntarios para comer”, recuerda. Él es uno de los que reparte comida caliente, que les trae un cáterin, para los vecinos. También uno de los que se ha manifestado para que los niños vuelvan cuanto antes a los colegios, cosa que, según anunció la Consejería de Educación, debería ocurrir la próxima semana. “A día de hoy, tal y como están los colegios y las calles, el colegio no va a empezar [la semana del 25 de noviembre]”, lamenta. “No se están poniendo los recursos necesarios, y poder volver, juntarse con sus compañeros, jugar, sería un alivio para todos los niños”.

Ortiz, ingeniero de telecomunicaciones de profesión, dice que en su empresa, para la que teletrabaja, han sido muy comprensivos: “Me dijeron que me ayudarían en lo que necesitara, y lo único que les he pedido es tiempo, tiempo para ayudar en lo que pueda a mi pueblo a salir de esta”, dice. “Una cosa bonita que le dije a mi hijo es que ahora, si las administraciones nos tienen en cuenta, podemos reconstruir no la misma Paiporta, sino la Paiporta que queremos, que nos guste y de la que estemos enamorados”.

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Sobre la firma

Pablo Cantó
Forma parte del equipo de Redes Sociales de EL PAÍS. Trabajó durante cinco años en Verne, la sección dedicada a la cultura digital de este diario, y actualmente se encarga junto a Anabel Bueno de coordinar y escribir su boletín quincenal.
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