Dainese se impone en el ‘sprint’ de Íscar en la Vuelta a España
El italiano gana la etapa que precede a los fuegos artificiales que se esperan el sábado en Guadarrama para coronar a Sepp Kuss como ganador final
Los días tontos, en la Vuelta se habla de todo menos de la etapa que transcurre como un río demasiado tranquilo por la meseta plana, Tierra de Campos, donde un árbol es un tesoro o un chopo o un álamo de hojas plateadas de la ribera, y no sopla viento fuerte que azare al pelotón tranquilo ni trastorne la fuga, hasta las orillas del Cega y algunos pinares, y pasado el puente, a la derecha, un ganador del Tour conduce a un campeón olímpico hacia la meta, dos kilómetros más allá. Una caída, inevitable, interrumpe el trabajo de Geraint Thomas, clase Tour del 18, pero no la decisión de Filippo Ganna, pistard olímpico y contrarrelojista extraordinario, un relámpago tricolor en Valladolid, que quiere ser sprinter y aún no mide bien las distancias, tan inagotables y generosos cree que son sus vatios, tanta cabeza le hace pensar, y sprinter que piensa, sprinter que no arriesga ni gana. “Aún estoy aprendiendo, arranqué demasiado pronto”, dice Ganna a quien remonta en los últimos metros, lanzado por la estela de Iván García Cortina, su compatriota Alberto Dainese, sprinter italiano criado en los Países Bajos que antes de ganar en las llanuras de la meseta y el Cega conquistó el Adriático al norte de Venecia junto a Caorle en el Giro último. “¿La caída? Los sprinters solo saben mirar delante y no ven lo que pasa a su lado… Deberían mirar a su alrededor de vez en cuando”.
Hacia La Bañeza, junto al Órbigo caudaloso, crece vertical el lúpulo, primo hermano del cannabis apacible y risueño y tan benéfico, o más, para el bienestar de la humanidad, y cerca, en el Bedunia, duerme el Jumbo, su líder de rojo y sus estrellas, cada uno en su habitación, ya calmados como el día que comienza. Quema el sol. Los campeones ciclistas, su gloria, sus victorias, inspiran a los grandes artistas, y no tienen que conocer la obra de los otros para imitarla ellos también, y regalar sus emociones a la afición. Toño Prada, pintor magnífico con spray le ha pintado en una tapia de una calle de su pueblo un hermoso mural a Remco Evenepoel, el ídolo apoteósico celebrando una victoria, el ciclista que más emociona por su audacia, y la estrella belga le pide un spray para firmarlo contentísimo, y posa delante de la tapia junto al grafitero, como hace más de 60 años Ramón Hoyos posó de perfil, de pie junto a la bicicleta, junto a un Fernando Botero joven ante el lienzo La apoteosis de Ramón Hoyos, casi una ascensión de la Virgen al cielo entre montañas rosas, que al pintor de Medellín, muerto el viernes, le inspiró el ganador de cinco Vueltas a Colombia, y más tarde, más arte, inspiró a García Márquez un largo reportaje en 14 entregas, ¡Han matado a Ramón Hoyos!, para El Espectador.
Sepp Kuss aún no ha ganado la Vuelta, a la que le queda una etapa cuyo peso se diluye ante el dominio esperado de los Jumbos –el sábado: Manzanares-Guadarrama, una Lieja de andar por casa, 10 puertos de tercera en 200 kilómetros, más de 4.000 metros de desnivel: el escenario de una emboscada improbable--, y solo inspira cariño y simpatía, un peluche al que da gusto achuchar, y obliga a su madre a volar desde Denver, Colorado, para abrazarle tiernamente en la meta, y entre la barahúnda y los claxonazos estridentes que tanto gusta ejecutar a los conductores y los chirridos y acoples de los altavoces, se adormece con carita de niño bueno, soñando con los angelitos, en su hombro. Después dice claro cómo les dijo a las estrellas de su equipo, Primoz Roglic, tres Vueltas un Giro, y Jonas Vingegaard, dos Tours, que respeta sus deseos de ganar también, pero que ellos deben respetar también los de los compañeros de equipo, y los suyos, claro. Y así, confortado y claro se declara preparado para gozar en Guadarrama y por El Escorial de los fuegos artificiales que le coronarán a él gregario dedicado y magnífico, ganador de la Vuelta a España.
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