Un declive explicado en centímetros
Creo que son dos las razones que nos han llevado a esta época actual menos fructífera del tenis español: una es coyuntural, y la otra reside en la envergadura de los jugadores
El domingo dio comienzo la 56ª edición del Open de Australia desde el nacimiento de la Era Abierta. En esa jornada inaugural hicieron su debut con suerte desigual dos de nuestros jugadores, Jaume Munar y Sara Sorribes. El mallorquín cosechó una importante victoria ante el ruso Alexander Shevchenko, al que derrotó por un contundente 6-3, 6-3 y 6-1; la jugadora valenciana, por el contrario, cayó eliminada en un partido muy disputado ante la joven promesa rusa Alina Korneeva, quien con tan solo 16 años, debe de ser la tenista más joven del cuadro femenino. En la jornada de ayer Alejandro Davidovich, Paula Badosa y Rebeka Masarova acompañaron al balear, mientras que Roberto Bautista y Roberto Carballés tampoco pudieron superar la primera ronda.
Los aficionados españoles estaremos atentos a la evolución del resto de nuestros representantes en el caluroso primer gran torneo del año, pero he revisado con cierta decepción el número de participantes con los que contábamos antes de empezar en esta edición —siete en el cuadro masculino y cuatro en el femenino— y he visto que desde el muy lejano 1996 no habíamos visto tan reducida nuestra delegación.
En 2012, por poner un solo ejemplo de nuestros años más nutridos, fueron 19 los tenistas que participaron en ese mismo Grand Slam inaugural. Pero no es únicamente en cantidad que hemos perdido peso, también lo hemos hecho en calidad. Lejos han quedado también esos años en los que, a base de recoger grandes éxitos tanto femeninos como masculinos, nuestros jugadores eran conocidos como la Armada Española. En aquella ocasión que mencionaba, hace ahora 12 años, cinco de nuestros representantes masculinos habían estado o estaban situados dentro del top-10 y algunos otros figuraban muy cerca de estas posiciones. Fueron muchos los cursos encadenados en los que no había jornada en la que no se nos solaparan los partidos y pocas en las que no celebráramos importantes victorias.
En la edición actual, evidentemente, contamos con nuestro gran campeón y claro aspirante al título, Carlos Alcaraz, pero después de él, nuestro segundo jugador, Davidovich, está clasificado en la posición 24. El resto están ya muy alejados de las primeras plazas. En el cuadro femenino la situación no es mejor. Nuestra primera jugadora, Sorribes, ocupa el puesto número 52.
En un país de gran tradición tenística como el nuestro, ¿cuál ha sido la causa de este progresivo decaimiento? Yo creo que básicamente son dos las razones que nos han llevado a esta época actual menos fructífera. La primera diría que es coyuntural. En un deporte global como el tenis es muy difícil que tantos y tan buenos jugadores salgan de un mismo país y que esto se pueda mantener perennemente. Deberíamos, pues, alegrarnos y maravillarnos de que hayamos sido capaces de convertirnos tantos años seguidos en una potencia mundial de la raqueta.
Una segunda explicación habría que buscarla en los cambios conceptuales que se han producido en este deporte. Hemos visto cómo el juego más táctico y correoso, que se ajustaba a la perfección a nuestras características, ha dado paso a otro muy distinto en el que prima la velocidad y, por consiguiente, favorece a los contendientes de gran envergadura. Recuerdo que cuando Rafael y yo llegamos al circuito, varios de los mejores del mundo no eran demasiado altos: Lleyton Hewitt (178 centímetros), Gaston Gaudio (175), David Nalbandian (180), Guillermo Coria (175) o David Ferrer (175). A día de hoy, los jugadores que consiguen situarse en los puestos más aventajados reúnen, con algunas excepciones, claro está, la misma condición de ser tenistas muy altos. En la ultima edición de la Copa de Maestros de Turín, que reúne a los ocho mejores del año, el participante de menor estatura era Alcaraz con 183 centímetros. Del resto, la mitad rondaban los 190 y los otros los superaban ampliamente.
Está claro que los españoles, que según dicen las estadísticas tenemos menor estatura que el resto de los europeos, encontramos una dificultad añadida para mantener nuestra posición privilegiada en el circuito.
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