Djokovic, entre el insomnio y la amnesia (temporal) sobre el asfalto
El serbio, afectado por la descompensación horaria, no compite en pista dura desde hace medio año y ya es el hombre con más victorias en la central de Nueva York
Va esta historia de horarios, de sueño y de victorias, de cómo a Novak Djokovic sigue pasándole factura la descompensación horaria —”nunca me había afectado tanto el jet-lag como en este viaje, no sé qué está pasando”— y de cómo no le hace excesiva gracia jugar en el último turno de la jornada. Adora la noche neoyorquina, dice, pero no trasnochar. “No creo que la edad [37 en su caso] ayude a quedarme hasta tan tarde. Ahora mismo mi batería está baja, estoy apagándome. ...
Va esta historia de horarios, de sueño y de victorias, de cómo a Novak Djokovic sigue pasándole factura la descompensación horaria —”nunca me había afectado tanto el jet-lag como en este viaje, no sé qué está pasando”— y de cómo no le hace excesiva gracia jugar en el último turno de la jornada. Adora la noche neoyorquina, dice, pero no trasnochar. “No creo que la edad [37 en su caso] ayude a quedarme hasta tan tarde. Ahora mismo mi batería está baja, estoy apagándome. Me gusta jugar por la noche, pero cuando empiezo primero. Espero que la próxima vez podamos empezar y acabar a una hora más decente”, reflexionaba el serbio después de resolver sin contratiempo alguno el estreno Radu Albot (6-2, 6-2 y 6-4), a la par que Alexander Zverev, casi dos metros de tenista, teorizaba sobre el descanso tras haber resuelto su estreno (6-2, 6-7(5), 6-3 y 6-2 a Maximiliam Marterer) a primera hora del día.
“Todo el mundo sabe que las once de la mañana no es mi horario favorito, pero esto va así. No sabemos cuándo vamos a jugar, salvo que seas el número uno o el dos, o un jugador estadounidense, y tengas algo de influencia en el programa. El caso es que hay un estudio, que no se si es verdad o no, que demuestra que las personas altas necesitamos dormir más que las bajas. Yo [1,98 de estatura] duermo entre nueve y once horas, porque de lo contrario no funciono, soy un zombi”, explica el alemán, quien dadas sus costumbres probablemente no hubiera visto la primera intervención de Djokovic en el torneo, sellada dos minutos antes de la medianoche. No fue la actuación más lúcida del balcánico, quien aún así festeja y festeja, atrapando un récord tras otro. La última victoria le convierte en el tenista que más triunfos (78) ha firmado en la Arthur Ashe, así como en el jugador con mejor porcentaje en la central neoyorquina (87,6%) al superar al suizo Roger Federer (87,%).
El de Belgrado accedió a la pista con dos bolsas doradas, recordando el reciente éxito olímpico y después de que en los días previos paseara el oro por el torneo durante una exhibición. Impresionantes siempre sus registros, aquí y allá, sea donde sea. Se apropió sin discusión de Australia, posee el mejor promedio en Wimbledon —un 89,3%, frente al 88,2% del genio de Basilea— y ahora también manda en el ruidoso escenario de Nueva York, donde encara otro reto de grandes dimensiones porque al fin y al cabo, no compite sobre cemento desde que perdiera en la segunda ronda de Indian Wells (marzo) contra el italiano Luca Nardi. A partir de ahí, de esa inesperada punzada, única y exclusivamente tierra y un desfile por Wimbledon.
En concreto, su 2024 se traduce en un curso de corte terrícola. De los 39 encuentros que ha disputado, 20 corresponden a la arcilla (51,2%) y solo 12 (30,7%) a dura; tres en la United Cup, los siete de Australia, dos en California y la primera aparición en Flushing Meadows. A finales de marzo comenzó a ejercitarse sobre tierra y de entonces aquí, solo el paréntesis verde de Londres porque los Juegos transcurrieron sobre el tapete original de Roland Garros. Debe ahora, pues, cambiar el chip y readaptar los automatismos; tarea siempre compleja, por más que se trate de él, también el mejor competidor de la historia sobre asfalto. Más allá de la victoria, el estreno contra Albot dio muestras de que tiene que pulir diversos aspectos del juego para evitar otro susto contra su compatriota Laslo Djere, que el año pasado le condujo a un debate de cinco sets y casi cuatro horas en la segunda ronda, precisamente, del grande norteamericano.
Federer, Court... y Connors
“Siempre es difícil empezar, sobre todo cuando no has jugado en esta superficie desde hace medio año. Espero mejorar y la rodilla [fue operado el 5 de junio de una rotura del menisco derecho] va por ahora bien. Toco madera”, expone el número dos del mundo, que el lunes incurrió en 40 errores no forzados, cometió 10 dobles faltas y tan solo pudo poner en juego un 47% (registro pobre) de sus primeros servicios. En cualquier caso, más que suficiente para ganar y añadir otra muesca más a su casillero en el torneo. Son ya 89 en total, las mismas que Federer, a punto de quedar atrás en este apartado. Sigue y sigue Djokovic, incombustible y decidido. Eterno ya. Nada parece frenarle, ni el daño sufrido en la articulación ni tampoco el paso del tiempo; inexorable con todos, por supuesto, pero tal vez un poquito menos con esa carrocería que se ha cuidado con tanto esmero.
“Tuve la suerte de rodearme de personas que compartieron consejos conmigo desde muy pronto. La prevención es igual a longevidad”, razona él, visionario en términos de nutrición y preparación. “Los estiramientos, el calentamiento, todo lo que hice en ese momento vuelve ahora. El cuerpo es una parte, el aspecto mental también, tienes que encontrar el equilibrio. Sigo disfrutando de la competición, soy muy crítico conmigo mismo, en ocasiones siento mucha frustración, pero al final este deporte me ha dado muchísimo. Dar el cien por cien en pista es mi manera de devolvérselo a este deporte”, agrega Nole, que en el horizonte divisa tres objetivos más que sugerentes.
Si se encumbra por quinta vez en Flushing Meadows igualaría a los plusmarquistas modernos (Connors, Sampras y Federer) y, sobre todo, dejaría atrás a la australiana Margaret Court, con la que iguala en la cima histórica de grandes. Pero hay una tercera motivación. Además de lograr su trofeo número 100, cifra redonda y simbólica a la que solo han podido acceder hasta ahora dos jugadores masculinos, Federer (103) y Connors (109), recortaría terreno a este último. El nombre del estadounidense está grabado en su mente y representa otro asunto a resolver por su parte. En ello está Djokovic, al que le pesan los párpados más de la cuenta estos días y que desea irse a la cama relativamente pronto para seguir soñando entre cifras y récords.
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