El Rayo le pudo bien al Madrid
El Rayo le ganó bien al Madrid. El modesto supo imponerse al grande, pues aprovechó mejor sus bazas. En el fútbol, como en la vida, no consigue sus propósitos muchas veces quien puede sino quien quiere. Y el Rayo, en el primer partido histórico de rivalidad, quiso mucho más que el equipo blanco. A este le perdió su conformismo, su confianza en.una mayor entidad de movimientos evidente, pero que a la larga resultó inútil -ante la entrega rayista.De entrada, el Madrid no acabó de digerir hasta pasada la primera media hora de partido- la situación táctica planteada por Héctor Núñez. Francisco, convertido en un falso delantero centro pues era casi un centrocampista más, no mereció nunca la exagera da precaución madridista de mantener a Sol y Pirri en el centro de la defensa. Sol no le seguía como Camacho a Salazar o San José a Alvarito y simplemente, junto con el capitán, se dedicaba a tapar huecos en los contraataques del Rayo. Es te, sin profundidad inicialmente, sólo contó con los tiros de Landáburu desde fuera del área.
En el centro del campo, además las parejas Rial-Wolf y Landáburu-Del Bosque se equilibraban en marcajes y construcción de juego pero Fermín superaba claramente a un Guerini no tan fallón como otras veces, aunque igualmente inútil para el marcaje. Precisa mente, de una jugada espléndida del jugador desechado por el Maadrid en su día -la historia se repite- vino el primer tanto del Rayo Guerini no le supo frenar y se de mostró que un ataque -contraata que, más bien- sorpresa, por muchos elementos defensivos que estén dispuestos a la espera, puede dar sus frutos justamente por eso La defensa blanca en esa ocasión, con Sol como ejemplo concreto de no marcar encima, no acertó a cortat el pase de Fermín ni a impedir que Francisco metiera el pie.El gol hizo crecerse a un Rayo más práctico, y -Sendos remates de Alvarito -de cabeza- y de Rial -tiro desviado a córner por García Remón tras otra gran jugada de Fer.mín- pudieron aumentar su ventaja. Pero Pirri pasó entonces a marcar a Fermín y adelantó su posición claramente. Al fin, Mo lowny se dio cuenta de la inutilidad en esos momentos de un hombr libre en la defensa. Así, antes del descanso, una buena, internada de Jensen, con disparo que Alcázar desvió a córner y otra de Juanito, desperdiciada en tiro alto de Santi llana, fueron señales de que el Madrid, a poco que forzase el.tren, debería marcar. Al margen de esa ventaja de'Fermín sobre Guerini, el cuadro blanco daba la sensación clara de tener mejores maneras.Los dos goles de Pirri en nueve minutos fueron, pues, lógicos. Lo absurdo a partir de ahí fue el conformismo que'lmperó en las filas madridistas. Ante un equipo como el Rayo, con motivo más que sobrados para «dejarse la piel» en el campo, no se podía aflojar el ritmo. Ni eso, que directamente supuso el tercer gol de la derrota cuando «bastaba el empate», pues Del Bosque «había perdido» literalmente a Landáburu, ni cometer errores. El del segundo gol, por ejemplo, magnífico de Tanco, que fue imperdonable al dejarle conectar su cabezazo con una comodidad meridiana.incluso, cuando dos minutos después de marcar Landáburu, Nieto, con Jensen a verlas venir, casi marca el cuarto gol de otro cabezazo. Hubiese sido excesivo, pero merecido como castigo al orgulloso que no lucha basado en,una supuesta superioridad técnica a demostrar. El Rayo tiene un equipo muy aceptable, con preparación fisica y velocidad contrastadas, que si lucha como el domingo, no pasará apuros: El* Madrid, en tiempos donde las calidades escasean, no debe olvidar que él mismo tuvo éxitos sólo con entrega y coraje. Quizá le hacia falta esta cura de humildad cuando había levantado cabeza con demasiada rapidez.
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