El ingreso en la CEE condicionará las relaciones entre España y América Latina
Las relaciones e influencias viables de España en los horizontes futuros de América Latina fueron especialmente analizados por los ponentes Manuel del Prado, presidente del Centro Iberoamericano de Cooperación; Luis Linde, secretario general técnico del Ministerio de Comercio; José María Castañé, presidente de Banca López Quesada, y Santiago Foncillas, presidente del Círculo de Empresarios.Manuel de Prado desarrolló ampliamente su tesis de que España debe erigirse en protagonista esencial de la integración iberoamericana, no con sentido hegemonista o paternal, sino cómo integrante efectivo de la comunidad misma. Esta opción convertiría a España en un miembro iberoamericano de la Comunidad Económica Europea, en lugar del papel de país europeo y al tiempo interlocutor de América Latina que desean otorgarle los estamentos comunitarios. La presencia de España serviría también -a juicio del ponente- para vertebrar un triángulo de futuro integrador entre América Latina Europa y Africa, a la que España se encuentra también unida por importantes lazos de toda índole. El papel de España estriba en la consecución de proyectos comunes, basados en la complementación de suministros, tecnologías y mercados, para lo que se hace imprescindible la inclusión española en los entes y organismos de cooperación regionales de América Latina como miembro de pleno derecho. El señor De Prado destacó también la actitud española en materia financiera, integrando el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), desde su fundación, incorporándose a otras entidades financieras de desarrollo regional y muy especialmente propiciando a través del Banco Saudí-Español la canalización de las inversiones árabes hacia los países de Latinoamérica,
Luis Linde, por su parte, insistió en los aspectos financieros de la contribución española a través del BID (190 millones de dólares en 1978) y de que un 70 % de las inversiones exteriores españolas se centra en los países latinoamericanos. Destacó también los apoyos prestados por el crédito a la exportación y las dotaciones del Fondo de Ayuda al Desarrollo. España ha contribuido el pasado año aproximadamente en un 4 % a la financiación exterior total de América Latina.
José María Castañé, por su parte, analizó las características de la política industrial latinoamericana, indicando sobre todo aquellas deficiencias del modelo español que podrían ser evitadas por la aplicación de la experiencia. La contemplación de la experiencia española podría llevar a evitar determinados errores, de igual modo como España no fue capaz de aprender de la experiencia italiana. Entre estas deficiencias señaló la excesiva identificación con el modelo de sustitución de importaciones, que ha provocado, por contradictorio que parezca, una brutal propensión de la industria española al abuso de las, importaciones.
Las características y consecuencias del modelo de crecimiento español se han centrado en una legislación laboral paternalista, una injusta redistribución de la riqueza, la potenciación de desequilibrios regionales y aglomeraciones urbanas, el olvido de la agricultura, unas pautas de consumo exageradas con excesiva atención al consumo privado, un deterioro total del habitat, un sistema fiscal regresivo y, desde 1975, un aumento imparable de la inflación estructural. Las tasas de crecimiento alcanzadas fueron posibles por el exceso de mano de obra y el fuerte impulso de la demanda exterior.
Así, la crisis de 1973 se une a una serie de circunstancias altamente desfavorables: la formación de precios se invierte, desgravando el consumo energético y dejando crecer los salarios, con lo que la participación del trabajo en la renta se dispara extraordinariamente. De hecho, se produce un expolio a determinadas clases sociales, ya que sólo cuatro millones de la población han crecido en sus ingresos, lo que supone que un tercio de la fuerza laboral ha comprimido al resto. El tratamiento de la crisis se ha centrado en la actuación sobre el sector exterior, la contención de la inflación vía salarios, a pesar de lo cual las presiones inflacionistas han seguido creciendo y el olvido del tema del paro, cuyo volumen, estimado a finales de 1978, rebasaba el 1.700.000 trabajadores. Los países latinoamericanos pueden aprovechar la experiencia española para evitar iniciar un ciclo semejante.
El último ponente, Santiago Foncillas, inició su intervención indicando que, ante la creciente eficacia de las administraciones, las clases medias deben reaccionar para salvar la desfavorable coyuntura. Como ejemplo se refirió al hecho de que en los últimos años los países latinoamericanos han mejorado sensiblemente los niveles de vida de sus habitantes sin que haya sido necesario elevar la presión fiscal. A su juicio, la característica más notable de los últimos años en Latinoamérica ha sido la decisión de sus Gobiernos de jugar con la inflación en lugar de ir obsesivamente contra ella, como han hecho la mayor parte de Gobiernos europeos y, por supuesto, España. Cara al futuro, el señor Foncillas definió tres alternativas para Latinoamérica: el dominio de aquellos mercados que pueda captar, incrementar su endeudamiento externo y utilizar intensivamente sus recursos propios. A su juicio, una mezcla de las dos últimas alternativas es la fórmula elegida mayoritariamente hasta el momento. Pero sólo un aumento importante de sus tasas de inversión podrá permitirle unas cifras aceptables de crecimiento. El papel de España se centra igualmente en tres posibilidades, en absoluto excluyentes: reorganización de sus mecanismos de asistencia técnica, concentrando las actuaciones gubernamentales actualmente en dispersión y posibilitando una salida para el exceso de capacidad que España posee en materia de ingeniería y consultores; fomento y desarrollo de las coinversiones, para lo que resulta extraordinariamente positiva la reciente liberalización arbitrada por el Ministerio de Comercio, y, finalmente, la vía de financiación, en la que España tiene relativamente escasas posibilidades.
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