Entre la vida y la muerte
Es esta una película que inicia y cierra la presencia de la muerte. Bajo su apariencia divertida y a ratos risueña, la vida de este jardinero se nos ofrece como entre paréntesis, encerrada entre dos personajes a los que corre unido su destino. Uno le ha hecho como es ritual, analfabeto, ajeno a cuanto vive en torno, atento sólo a la televisión, que le sirve de maestro, juez y amigo; el otro le acercará hasta la mujer y le abrirá los caminos del Congreso. Si su primer amo hizo de un muchacho un heredero de sus trajes incapaz de defenderse, mirón impenitente no de alcobas, sino de una realidad hecha a medias de mentiras y colores, el segundo, vicepresidente del más poderoso estado de la Tierra, le dará su amistad y su mujer, entregándole las llaves de su reino. A esa brillante paradoja que supone la presencia vital de la muerte, viene a unirse por especiales circunstancias, la del actor protagonista Peter Sellers, aún noticia reciente, tras una larga guerra con su corazón más allá de rodajes y bodas. Este actor, este hombre que a lo largo de casi cuatro lustros luchó por su vida, se nos muestra en el filme de Ashby, como ejemplo y paradigma de una sociedad abandonada a sí misma o si se quiere teledirigida, rumbo a un mundo feliz anunciado por Huxley. Ni ama, ni odia, no llora la muerte de sus amos o amigos, nunca tuvo trato sexual, tan sólo quiere ver, escuchar, imitar lo que le ofrecen, como un salvaje feliz en una sociedad que a duras penas entiende. Así, de equívoco en equívoco, lo que empezó en fábula de hoy, acaba en sátira y es justamente donde la historia se hace premiosa y larga a la vez que evidencia su lado más débil, dentro de la metáfora.El jardinero no es honrado, ni cordial, ni humano, porque el mundo en torno resulta falso, suspicaz o amargo. El jardinero, convertido en señor Gardiner, pasea su indiferencia atenta entre diplomáticos, damas y senadores, no como quien está de vuelta, sino con la sabiduría que le presta la habitual ignorancia de los otros. La moraleja es fácil un hombre elemental puede llegar así a regir los destinos del mundo. A fin de cuentas ha llenado de horas felices un hogar y lo que es bueno para un vicepresidente debe de serlo para los Estados Unidos de América.
Bienvenido, Mr
Chance.Guión: Jerzy Kosinsky, según su propia novela. Dirección: Hal Ashby. Fotografía: Caleb Deschanel Música: Johny Mandel. Intérpretes: Peter Sellers, Shirley Mac Laine, Jack Warden, Melvin Douglas, Richard Dysart, Sam Weisman, Arthur Rosemeberg, Ruth Attaway, Richard Basehert. Comedia. EE UU. Local de estreno: Azul y Richmond
Ashby se sirvió ya de un juego semejante en su filme sobre el Vietnam, donde el regreso de un soldado servía de pretexto para aliviar sentimientos honorables, enfrentando y confundiendo a la postre pasión y caridad. En este caso, nos ofrece la sombra de un hombre más allá del bien y del mal, capaz de despertar lo que hay de bueno en las gentes de bien, y de malo, en los malvados. Por ello lo mejor de la película es su salida a enfrentarse con la vida, que ya va medio siglo por delante, con su traje anticuado y su maleta de lujo, en una secuencia que recuerda a Chaplin. Luego, la historia, como tantas otras basadas en equívocos, más que enriquecer al personaje trata de justificarle con vistas a un desarrollo y desenlace. La aventura se fuerza en ocasiones, más allá de los esfuerzos del actor tan sabiamente secundados por Shirley Mac Laine y, sobre todo, por Melvin Douglas, que finalmente se alza de personaje secundario a principal merecedor del Oscar recientemente otorgado a su trabajo.
Babelia
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