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Juan Pablo II recuerda en Filipinas que el vínculo matrimonial es indisoluble

Juan Pablo II aprovechó ayer su estancia en Cebú, cuna del catolicismo en el archipiélago filipino, para enfatizar la doctrina de la Iglesia católica en torno al matrimonio, los anticonceptivos y el aborto.En el momento en que el Gobierno filipino se dispone, sin emplear la palabra divorcio, a ampliar las posibilidades de separación legal entre esposos, el Papa afirmó ante una multitud cercana al millón de personas que el vínculo matrimonial «no puede ser disuelto por ninguna autoridad humana».

En virtud de su oficio apostólico, el Santo Padre reafirmó «lo más clara y fuertemente posible lo que la Iglesia de Cristo enseña al respecto», y reiteró vigorosamente su condena de los anticonceptivos y del aborto.

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Sin embargo, Juan Pablo II recordó que la Iglesia, «como una buena madre, está al lado de sus hijos con problemas, y junto a los matrimonios que experimentan dificultades en la aplicación de sus enseñanzas».

La estancia del Pontífice en Cebú fue una verdadera fiesta en el sentido filipino de la palabra. Integrada en más de un 30% por población china, en cuyas manos descansa el 70% del comercio y de la banca, la segunda ciudad de Filipinas se mantiene fiel a sus tradiciones y, muy en particular, a la devoción del Santo Niño. Se trata de una estatua del Niño Jesús, similar a la que existe en Praga (Checoslovaquia), llevada allí hace cuatro siglos y medio por misioneros benedictinos españoles.

«La veneración de tantos siglos al Santo Niño en Cebú», explicó el Pontífice, «me lleva a hablaros hoy de la familia». El Papa fue ampliamente aplaudido por los fieles que abarrotaban el antiguo aeropuerto de la ciudad, en el que el Papa concelebró la misa. «El vínculo que une al esposo a su esposa es, por voluntad de Dios, indisoluble», recalcó Juan Pablo II, recordando que el matrimonio entre cristianos es un sacramento que simboliza la unión de Cristo y de su Iglesia.

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