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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Uno de Mayo

LAS MANIFESTACIONES autorizadas y pacíficas del Primero de Mayo constituyeron, en los primeros años de la transición, uno de los escasos signos, fuera de las campañas electorales, de la presencia en la calle de algunos rasgos del régimen democrático, desde la libertad sindical y de afiliación partidista hasta el derecho de reunión. Este año, sin embargo, las concentraciones han estado presididas por el desánimo, la escasa concurrencia y la ausencia de algunos de los líderes políticos más representativos a la hora de los discursos.Desde las primeras movilizaciones ásperamente reivindicativas y violentamente reprimidas de finales del siglo XIX, con el recuerdo de los mártires de Chicago como símbolo conmemorativo, hasta las actuales manifestaciones pacíficas del Primero de Mayo en Europa y en América, ha transcurrido casi un siglo, durante el cual se han producido grandes transformaciones en la estructura social de los países avanzados. Una fecha que en su día tuvo un carácter exclusivamente obrerista, reservada a los asalariados de la industria y a los braceros del campo, ha pasado a convertirse en una fiesta popular y democrática, que hacen suya los numerosos estratos que articulan la compleja trama de un país desarrollado, caracterizada por una disminución de los extremos de miseria y riqueza y por un mayor acercamiento en laciducación, en las costumbres y en los ocios, entre los profesionales, empleado y funcionarios de un sector terciario en continuo crecimiento y los obreros industriales y agrícolas.

Con esa idea y con esa realidad de que los trabajadores no se definen ya exclusivamente por el mono azul y por los ingresos mínimos se corresponden los cambios propiamente políticos de las organizaciones que los representan. Porque entre la II Internacional, que decidió en, 1889 hacer suya la fecha del Primero de Mayo, y la actual Internacional Socialista, que es su heredera, media la misma distancia que separa a las estructuras sociales sobre las que ambas han descansado. Algo parecido ocurre, aunque. sea en menor medida, con las centrales sindicales, que aspiran a una mayor implantación en el sector terciario y que aceptan las exigencias de negociación y de estudio de las variables macroeconómicas que un sistema moderno de relaciones industriales, inserto en una a economía compleja, requiere para su funcionamiento.

Ese cambio en la significación y los propósitos de las movilizaciones del Primero de Mayo, cuyo carácter pacífico está garantizado desde 1977 por la colaboración de las Fuerzas de Orden Público, con la desgraciada excepción del País Vasco, pone todavía más de relieve el desvaimiento y la pobreza numérica de las manifestaciones de este año. La cifra de 300.000 manifestantes en toda España, de los cuales 70.000 serían madrileños, 35.000 barceloneses, 3.000 valencianos y 600 sevillanos, puede ser modificada al alza por otros cómputos, pero, en cualquier caso, configura la imagen de un fracaso. Negar la evidencia o buscar chivos expiatorios para los reveses es una de las aficiones favoritas de la clase política y de las cúpulas sindicales de nuestro país, como ya se ha demostrado con ocasión de sus juicios sobre el absentismo electoral o la reducción del número de militantes o afiliados. Es de esperar, sin embargo, que el largo fin de semana y el puente no sean tomados, esta vez, como clave mágica para despachar un hecho tan preocupante como la ausencia de eco popular a la convocatoria del Primero de Mayo de este año.

Todos recordamos el ánimo resuelto y la decisión emocional con que la gente se lanzó a la calle el pasado 27 de febrero, a pesar de las amenazas y del miedo, para manifestar su apoyo a la Constitución y a las instituciones democráticas. La fatuidad deja clase política tal vez le hizo creer que los ciudadanos se movilizaron en esa fecha, no para defender sus libertades y sus derechos, sino para expresar su incondicional adhesión a los líderes y entregarles un cheque en blanco, a fin de que dispusieran a su entera conveniencia de ese enorme caudal de energía popular. A los dos meses de aquel impresionante alarde colectivo de dignidad cívica, de rechazo de la intentona golpista y de madurez democrática, organizado en poco más de dos días y en un clima de intimidación y de temor plenamente justificados, los partidos de la izquierda parlamentaria y las centrales han sido incapaces de sacar a la calle a sus militantes, afiliados, votantes y simpatizantes. Tal parece la impresión de que las cúpulas políticasy sindicales giran como ruedas en el vacío, mucho más preocupadas, por sus intereses y problemas corporativos que por los de sus electores, y la sensación de que les falta capacidad, en esta convalecencia del golpe del 23 de febrero, que amenaza con terminar en una nueva y mucho más grave recaída, para combinar la prudencia con la imaginación y el realismo con la firmeza, pudiera explicar este triste y descorazonador Primero de Mayo de 1981.

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